«Rosemary’s baby»(NBC, 2014): la impronta de la maternidad en la narrativa de fetos malditos
La NBC nos trae a la pequeña pantalla la miniserie Rosemary’s baby (2014), fruto de la novela de Ira Levin (1967) y popularizada como pieza icónica del cine de terror por su puesta en pantalla de la dirección de Roman Polanski (1968). La miniserie supone una reactualización de la película, manteniendo las principales líneas argumentales y ateniendo a códigos y clichés propios del género en nuestra contemporaneidad. Se hacen explícitas escenas relativas a los pecados capitales que rodean este particular círculo satánico que ha sobrevivido hasta nuestra contemporaneidad. De ese modo, una de las iniciales premisas de la miniserie radica en que el diablo adopta muchas caras distintas y, en este caso en particular, es capaz de adoptar un rosto angelical totalmente fuera de sospecha que acaba siendo el hijo del mismo Satanás.
Los códigos simbólicos de la miniserie resurgen en la adopción, en cierto modo voyerista, de un enfoque que se detiene en el detalle que pretende erotizar los encuentros de los Woodhouse con los Castevet, quien se erigen como unos padrinos demasiado interesados en el bienestar de la pareja y su supuestamente traslado anual a París por un puesto de profesor en la Universidad Sorbonna de París del marido Guy. Así pues, resulta sorprendente el nivel de implicación personal, laboral y emocional de Roman Castevet y su mujer Minnie con Rosemary y Guy de manera aparentemente desinteresada. Este supuesto golpe de suerte les supone pasar de vivir en un modesto apartamento para profesores universitarios visitantes a un amplio, elegante y enigmático piso en el edificio y complejo residencial más cotizado de París, La Chimère. A medida que los Castevet acaban formando parte más activa en la vida de los Castevet, introduciéndolos en un poderoso círculo –ciertamente elitista– de médicos, artistas, arquitectos y agentes de la ley, más asciende el poder de Guy respecto a su posición en la universidad como director general de Departamento y en su aparente momento de desbloqueo artístico e importante fuente de inspiración para finalizar su libro, tras un extenso periodo de bloqueo.
Sin embargo, todo ello tiene un precio. El éxito que está viviendo Guy y Rosemary es una consecuencia directa de un status de poder exclusivo de una panacea ilusoria y transitoria del círculo de satanistas gobernados por Steven Marcato, quienes ostentan los supuestos “privilegios” que representan precisamente algunos de los pecados capitales propios de la religión cristiana tales como la gula, la lujuria, la avaricia, la vanidad y, en menor grado, la pereza y la envidia el círculo precisamente por la posibilidad del embarazo y maternidad humana de Rosemary.
La consecución de estos privilegios supone la acumulación de varias muertes que acaban siendo “daños colaterales” para el verdadero propósito, tiempo y esfuerzo de los satanistas en elaborar, ejecutar y llevar a cabo su plan: Rosemary acaba siendo víctima del embaucamiento del propósito satanista de engendrar el hijo del propio diablo con una mujer humana que se dispone como “la elegida” a ojos del mismo.
Resulta evidente que todos aquellos que, con mayor perspicacia que Rosemary, sospechan de que están sucediendo cosas que están fuera de la normalidad de su vida, desde la transformación y “corrupción” de su marido Guy en un hombre que apenas reconoce y que ha pasado de ofrecerle un alto grado de atención a faltarle al respeto hasta el punto de humillarla y tratarla con un considerable alto de crueldad siendo su marido hasta los indicios que implicaban al círculo de amigos en su verdadera identidad satánica. Todos aquellos que advirtieron a Rosemary (su amiga Elise, el sacerdote que ha investigado los orígenes del club satánico y la identidad de Marcato y el comisario de policía) acaban muriendo en “extrañas circunstancias” como consecuencia de las actuaciones indirectas del círculo satanista, permitiendo con manipulaciones y muertes y aprovechándose de la ingenuidad, bondad y poca picardía de Rosemary, conseguir su fin último.
Rosemary, pese a ser consciente de sus propias visiones, ensoñaciones (el hecho de percibir que estaba teniendo sexo con su marido cuando, en realidad, estaba siendo violada por Marcato que nublan su razón) y sueños premonitorios (el suicidio de la antigua mujer embarazada de La Chimère, supuesta “elegida” para ser la madre del diablo) y, en definitiva, de su propio instinto, acaba acatando todas y cada una de las decisiones de su marido sobre su persona, limitando ella misma su capacidad de acción y siendo una persona altamente vulnerable y manipulable por parte del círculo satanista y de Guy, su marido, quién ha jugado su mejor papel dentro del círculo al considerar como alucinaciones los sueños y percepciones verdaderas de lo que ha pasado y al desear anularla durante todo el embarazo. El hecho de acusarla de alucinaciones la posicionan en un lugar de histeria – que resulta un cliché asociado a la mujer y a la maternidad y que representan una fuente de justificación patriarcal a lo largo de la historia según la Maternal Impression Theory– asociada a su género femenino y a su estatus de embarazada. Ello la posicionan en una situación marginal en la que se pretende invalidar su palabra y acción y en acabar resultando una víctima vulnerable y pasivo que acata órdenes de su marido y del círculo satanista y, en definitiva, a dar a luz al hijo del diablo con un aspecto bello. Pues la maldad y, en este caso, esta miniserie nos ofrece un ejemplo más dentro de las narrativas anticristo y de fetos malditos en la que se pone de relieve que lo diabólico puede adoptar, entre sus múltiples y diversas máscaras, el rostro más bello, inocente y angelical.
Doctora en Filología por la Universitat de les Illes Balears (2022) y, anteriormente, becaria predoctoral con una tesis centrada en personajes infantiles creepies, discursos de maternidad contemporánea, New Horror y narrativa transmedia. Máster en Lenguas y Literaturas Modernas (especialización en estudios literarios y culturales, UIB); Máster en Formación del Profesorado (Lengua y literatura, UIB) y Posgrado en el uso del cine como recurso educativo (UNED). Interesada en las representaciones audiovisuales infantiles y las maternidades contemporáneas, además de la aplicación del audiovisual y la narrativa transmedia como recurso educativo.