Se estrena la séptima temporada de «Shameless»
Esta semana ha arrancado la séptima temporada de Shameless, la serie creada por Paul Abbott en Reino Unido y producida más tarde en Estados Unidos para la HBO. Si bien muchas series acusan con el paso el tiempo problemas narrativos, alargando sus tramas hasta el ridículo, o convirtiendo a sus personajes en caricaturas a base de clichés, por Shameless no pasa el tiempo. Con un inicio de temporada que retoma las penurias de los Gallagher en Chicago, los temas que toca John Wells siguen de actualidad más que nunca, pero aportando siempre un punto de vista fresco y original. A pesar de que la serie ahora se emite en Showtime, mantiene el pulso estético y las gamberradas a las que ya nos tiene acostumbrados cuando se emitía en la HBO. Mucha droga, sexo, conflictos personales, sociales, de género y sexuales que son tratados con grandes dosis de humor negro pero sin edulcorar la dosis de crítica, ética y social que subyace en sus guiones.
Con un ritmo trepidante, Christopher Chulack abre la temporada con Frank, el cabeza de familia y padre de los Gallagher, en el hospital tras sufrir un coma por ahogarse en el lago con altas dosis de estupefacientes en sangre. La comedia y la crítica social entran en juego en el mismo momento en el que tras despertar del coma, la administración del hospital le pasa una factura de 150.000 dólares a este indigente que se busca la vida robando a sus propios hijos. Con dosis de comedia y drama a partes iguales, Frank vuelve a casa más de un mes después, cuando sus hijos ya lo creían muerto. La hilaridad que desprende todo el episodio recae sobre la magnífica interpretación de William H. Macy. En torno a él sigue pivotando una serie que desde luego no deja indiferente a nadie con sus escenas grotescas y un guión potente.
Pero los Gallagher se apañan perfectamente sin Frank en sus vidas. Muestra de ello es cómo todos sus hijos –Fiona, Lip, Ian, Debbie o Carl– sobreviven en un mundo en el que prácticamente nadie sería capaz. Embarazos adolescentes, problemas mentales y económicos, adicciones, o relaciones disfuncionales han sido y son la clave de una serie que sabe reinventarse temporada tras temporada, y en esta séptima entrega sin duda lo consiguen desde el primer episodio. Fiona trata de sobrevivir sin volver a casarse (una vez más), Lip sale de rehabilitación después de ser expulsado de la universidad por acostarse con una profesora, Carl se hace la circuncisión, Debbie roba carritos de bebé para ganarse un sueldo y pagar a una canguro que cuide a su hija por las noches, Ian, con graves problemas de bipolaridad, descubre que su novio seropositivo le engaña con una mujer,… todo ello mientras los vecinos tratan de arreglar sus problemas económicos y amorosos con una prostituta rusa que ahora vive en su propia casa.
No apta, eso sí, para ver con el estómago vacío o para la hora de cenar.