Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Sean McNamara, la otra mitad de Nip Tuck

Hace unos días dedicábamos la sección “Nombres propios” a Christian Troy, la mitad de McNamara & Troy, o dicho de manera distinta, la mitad de Nip Tuck (Ryan Murphy, FX, 2003-2010). Hoy dedicamos las siguientes líneas a la otra mitad, al doctor Sean McNamara, interpretado en la serie por el actor estadounidense Dylan Walsh.

En Nip Tuck escuchamos alternativamente a Christian o a Sean, cuando hablan con sus pacientes y, para romper el hielo, sugieren su popular frase: “Dígame qué es lo que no le gusta de usted”. Luego, en el quirófano, les vemos trabajar mano a mano, formando un equipo perfecto. Sin embargo, McNamara es un cirujano plástico muy diferente a Troy. Es, sobre todo, el más brillante de los dos desde el punto de vista médico. Y a través de él asistimos a la contradicción que supone practicar cirugía estética en lugar de reparadora cuando se entiende la medicina como algo más que una herramienta para la vanidad.

McNamara, como cirujano plástico, es el alumno aventajado de su promoción, el médico que siempre sabe lo que tiene que hacer, el especialista que se atreve con cirugías que nunca antes se habían probado, el brillante experto capaz de ponerse en el lugar de sus pacientes. Mucho talento y mucha dedicación a su trabajo.

McNamara, marido afectuoso, es uno de esos hombres cuyo equilibrio depende de su estabilidad familiar. Amante de la familia, de las veladas domésticas y de las pequeñas cosas que ocupan la vida hogareña. Cuando su matrimonio se tambalea, él también lo hace. Mucha rutina y mucha prudencia.

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McNamara, el amigo y compañero de Troy, aporta el toque humano ante el desenfreno y la vida alocada de su colega. McNamara es el contrapunto en los excesos, aunque también existen ocasiones en las que se invierte el rol, siendo Troy quien asume el papel de cuidador o consejero con su amigo. Si bien su amistad parece sobrevivir a todas las crisis, la relación entre ambos no está exenta de momentos difíciles, en los que la rivalidad profesional y personal parece hacer peligrar su entrañable relación. Con todo, la brillantez de McNamara, agazapada con frecuencia tras la prudencia, necesita del impulso de Troy. Juntos son mucho más. Mucho duelo y mucho amor.

McNamara, el padre complaciente, adora a sus hijos pero también es capaz de malcriarlos sin apenas darse cuenta. Es un hombre comprensivo, siempre disponible, pero que no siempre adopta las mejores decisiones para educar a una prole que se revelará como malcriada y problemática. Mucho cariño y muchas decepciones.

Y desde el otro lado de la pantalla, no podemos entender a McNamara sin el contrapunto que es Troy. Nos irritamos cuando es demasiado conservador, cuanto toma decisiones excesivamente paternalistas, cuando insiste en mantener las cosas como siempre han sido, aunque ya no funcionen. Pero no podemos dejar de admirar el talento y el compromiso con su profesión. Nos emocionamos con su empatía hacia pacientes especialmente castigados y le apoyamos ante las decisiones éticas que asume, incluso cuando son muy arriesgadas. Brian Murphy le ofrece, en el capítulo 100, la redención, la que perseguían sus pacientes mediante la búsqueda de la belleza. El capítulo final de Nip Tuck proporciona a Sean McNamara la posibilidad de poner fin a todos sus conflictos y reinventarse. Un fantástico epílogo para quien siempre fue el mejor cirujano.

 

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