Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Serie «Madam C.J. Walker: una mujer hecha a sí misma» (Self-made, Netflix, 2020): el legado de la afroamericana multimillonaria Sarah Breedlove

El género y la raza han sido (y siguen siendo) dos cuestiones culturales de gran interés sociológico, histórico y cultural (y también, de representación audiovisual) que se ponen relieve en la serie que hoy analizamos en RIRCA: «Madam C.J. Walker: una mujer hecha a sí misma» (Netflix, 2020), la historia de la auténtica Sarah Breedlove, la primera afroamericana multimillonaria interpretada por la galardonada actriz Sara Spencer (Óscar por su papel en “Criadas y señoras”/The Help, 2011).

Basada en Sarah Breedlove, mujer que nació en 1867 en Luisiana, sureste de los EEUU, su familia pertenecía a una comunidad de esclavos que trabajaban, como la gran mayoría de personas negras de la ciudad en ese momento, en la plantación Madison Parish de Robert W.Burney. Fue la primera de sus hermanos que nació en la libertad de la esclavitud tras la Proclamación de Emancipación, aunque quedó huérfana a los siete años. Pudo quedarse en Mississippi con una de sus hermanas mayores recogiendo algodón y haciendo tareas domésticas hasta que se casó con 14 años con Moses McWilliams. Tuvieron una hija, Leila en 1885 y Moses murió dos años después, cuando Sarah tenía tan solo 20 años.

En ese momento, decidió mudarse a St. Louis (Missouri) para vivir más cerca de sus otros hermanos, quienes tenían barberías y ella empezó a ganarse la vida como lavandera, ganando solamente 1 dólar diario, aunque era suficiente para escolarizar a su hija en una escuela pública. Ese dinero también resultó suficiente para ahorrar e ir a clases nocturnas. Se percató que, como a muchas otras mujeres negras tenían caspa, dolencias en el cuero cabelludo e incluso trastornos de la piel por la gran cantidad de químicos que tenían los productos que utilizaban para lavar la ropa y el cabello.

Realizando experimento de productos capilares

La miniserie parte de la misma premisa: narra sus orígenes humildes, así como la necesidad de ofrecer cambios en los productos para el cabello de la comunidad afroamericana, un sueño que parte de la intención de mejorar la salud capilar de las mujeres. Cabe tener en cuenta que, gracias a sus hermanos barberos, ella se introdujo en este mundo del cabello, pero fue ella misma quien realizó sus propios experimentos con productos para el cuidado del cabello comprados en la tienda de la peluquera para la que trabajaba como lavandera y sus remedios caseros. Tras experimentar y mudarse en 1905 a Denver y casarse con el publicista Charles Joseph Walker, consiguió lanzar su propia línea de productos capilares.

Venta en las calles como primer paso a su negocio multimillonario

Además, a lo largo de los cuatro capítulos de la miniserie nos centramos en la etapa matrimonial con el publicista, quien la ayudó a crear anuncios para periódicos de sus productos para el cabello. Sin embargo, el camino estuvo lleno de obstáculos: podemos apreciar, específicamente, obstáculos raciales y de género los cuales están muy bien representados en la serie. Por una parte, el punto de partida desigual para ella como persona negra era evidente, pese a la Proclamación de Emancipación: el racismo subyacía en las calles y, junto al clasismo hacían una combinación explosiva en la que los trabajos a los que podían aspirar las personas negras se movían por una lógica racista en la que ascender en el trabajo y, por ende, en la escala social era muy complicado, como el mundo de los negocios que, en cierto modo, vetaba a los comerciantes. El esfuerzo por hacer las cosas bien no era suficiente: había que hacerlo mejor que los blancos para que fuese socialmente reconocido.

Su marido Charles Joseph Walker

Por otra parte, la cuestión de género impera en la miniserie de manera muy clara: Madame C.J.Walker actuaba de acuerdo con su criterio en la creación de su propia empresa de productos capilares: pese a que su marido la ayudó a hacer la publicidad (en la serie se puede plasmar que el tipo de anuncio no debía ser ocupado por el prototipo de mujer blanca de la época sino de mujer negra), ella es quien tomaba las decisiones sin contar con el beneplácito de su marido, quien, finalmente la engañó con una de las trabajadoras de la fábrica en la que ella también había depositado su confianza para abrir una de sus tiendas con intención de expandir su marca por los EE.UU (en Pittsburgh, Indianápolis y Harlem). Tras seis años, se divorció, aunque su producto continuó utilizando el mismo apellido que su ex marido porque la marca ya era reconocida y comercializada. Su “crecepelo”, Hair Grower de Madame C.J.Walker era vendido puerta a puerta, también con ayuda de su hija Leila y del resto de vendedoras a las cuales enseñaba a las mujeres negras cómo utilizarlo para peinar su cabello para hacerlo crecer: sería su hija Leila quien empezó a comercializarlo por correo.

Con su hija Lisa, en el momento de expansión de la empresa

Así pues, tras mudarse a Indianápolis pudo construir también un salón de belleza, una escuela de formación para sus agentes de venta y un laboratorio para seguir experimentando e investigando sobre nuevos productos. Desde luego, tal y como se plasma en la miniserie, Madame C.J. Walker desafió los prejuicios raciales y de género gracias a su ejemplo de mujer emprendedora, dejando boquiabiertos a todos los hombres de negocios de una convención afroamericana en la que fue rechazada por ser mujer, aunque también alabada por su “valentía” al enfrentarse al ojo público. Aquello que destacamos de la miniserie es, precisamente, su capacidad inspiradora de traer al presente la figura de Sarah Breedlove quien consiguió todo lo que construyó gracias a sus propias manos e intelecto, sin intermediaciones masculinas para el resto de mujeres afroamericanas de la época en una conferencia celebrada en Filadelfia en 1917 con más de 200 asistentes, convirtiéndose en la primera reunión nacional de mujeres emprendedoras. Dejó un legado no solamente a su hija sino al mundo que tristemente se regía (y se rige) según la lógica patriarcal, desafiando al status quo y su hija Leila, tras la muerte de su madre, se encargó de la administración de la empresa, se dedicó al activismo, donando más de 100 mil dólares a diferentes instituciones y orfanatos.

 

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