Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Star Wars VII: La saga continúa (y funciona)

Este diciembre asistíamos a la esperadísima continuación de la saga Star Wars. Tras años, décadas de espera, tras una primera trilogía en cierta forma fallida, que sólo mejoraba un poco con el paso de los episodios a medida que las tramas cruzadas entre la saga original y la nueva se acercaban y cerraban, llegaba la primera entrega de la tercera y última de las trilogías. Star Wars VII: El despertar de la fuerza estaba aquí con una expectación máxima por parte de los aficionados. El círculo se cerraría por fin y asistiríamos a la conclusión de una historia que se inició hace ahora casi cuarenta años.

Y llega ahora el momento de hablar de ella con tranquilidad, después de casi un mes de su estreno, sin peligro de dar demasiada información que pueda arruinar el visionado a nadie. A pesar de que ha sido un éxito clamoroso en cuestión de taquilla, las impresiones de crítica y público han sido variadas, como no podría ser de otra manera en el caso de una obra tan expuesta a amores y odios.

Voy a intentar explicar por qué creo que Star Wars VIII: El despertar de la fuerza es una buena película, por qué funciona y por qué puede considerarse una buena continuación de la saga.

Si SW7 funciona, a mi juicio, es porque ha sabido mantener el espíritu de las películas originales. Porque, lejos de la tibieza con que estaban rodados episodios I-III, con un George Lucas que demostró de nuevo por qué no se debe dejarle rodar más de lo necesario. La primera saga era, en muchas ocasiones, aburrida, pretenciosa y rebuscada (y el epígono de todo ello fue la creación de uno de los personajes más odiados de toda la historia del cine: Jar Jar Binks).  J.J. Abrams ha sabido capturar lo esencial de Star Wars, que en el fondo era lo esencial de toda buena historia: el uso espléndido de los arquetipos narrativos. Si a eso le añadimos buenas interpretaciones de los personajes nuevos, la pátina de brillantez que dan los ya conocidos, la introducción de un humor fresco como acicate de las escenas, y los constantes (quizá demasiados) guiños a la saga original, el resultado era predeciblemente bueno.

A poco que uno le dé vueltas, es evidente que en SW7 apenas hay nada nuevo: un personaje joven y huérfano que vivirá su propio rito de paso, su experiencia definitiva para conocerse y dar el salto a la vida adulta (antes era Luke, ahora es Rey), un personaje cuya alineación no está claro y sufre un episodio de dudas hasta encajar en el lado bueno (antes era Han, ahora es Finn), el antagonista, que tiene relación familiar con el resto de personajes buenos (antes era Darth Vader, ahora es Kylo Ren), la búsqueda de un maestro (antes era Kenobi, o Yoda, ahora es el propio Luke), la construcción de un arma definitiva por parte de los malos (antes era la Estrella de la Muerte, ahora es todo un planeta), la lucha espacial por destruir esa arma estelar (ídem)… Los mitemas van repitiéndose en una suerte de variaciones con repetición, que no calcan pero sí copian estructuras y situaciones que reconfortan al espectador porque dentro del universo ya conocido de Star Wars plantean similitudes no forzadas, y en cierta forma originales.

Incluso si lo miramos desde una perspectiva narratológica, todos los elementos de la morfología del cuento de Propp se repiten en la película. Tenemos al héroe, al ayudante del héroe, al malvado, a la princesa, al padre, al que encomienda la misión, al que proporciona el objeto mágico del héroe… Todo cumple su papel: si a eso añadimos la carga de tragedia clásica que inspira el hecho de que el antagonista sea el hijo de uno de los héroes de la rebelión, (y lo que ocurre y que no desvelaremos aquí), o la más que supuesta relación de sangre de la protagonista Rey con algún otro personaje, tenemos todos los ingredientes necesarios para que dramáticamente la película funcione.

Para que esta nueva entrega de Star Wars decepcione al aficionado tendríamos que preguntarnos primero qué hubiese querido de esta nueva saga. Hacer algo radicalmente nuevo y alejado del espíritu original está claro que no: ya lo vimos en la primera saga y no funcionó. Para hacer algo clásico ya están las películas originales. Star Wars: El despertar de la fuerza se yergue a mitad de camino, demostrando que es posible hacer una película que hace un guiño a la nostalgia pero sabe ir más allá facturando una buena película de aventuras que pueda disfrutar tanto el recién llegado al universo Star Wars como a quien lleva dentro de él toda su vida.

 

 

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