Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

“State of Mind”, una nueva distopia ciberpunk en formato videojuego

Para los amantes de los videojuegos y del género ciberpunk la superproducción más esperada del momento es sin duda Cyberpunk 2077, un videojuego que está siendo desarrollado por CD Projekt Red. Sin embargo, los creadores del laureadísimo The Witcher 3: Wild Hunt todavía no han proporcionado una fecha de lanzamiento, pero ahí fuera hay aventuras que pueden servir para ir abriendo boca, como el juego que hoy nos ocupa. Y es que el ciberpunk esta en alza en la industria del videojuego, como lo demuestran lanzamientos pretéritos como The Red Strings Club, u otros que, como Cyberpunk 2077, estan todavía por llegar (véase The Last Night). El último en subirse al carro ha sido State of Mind, una creación de Daedalic Entertainment. Se trata de una ambiciosa aventura que toca distintos puntos clave del transhumanismo.

En primer lugar, debemos mencionar que State of Mind es un videojuego puramente narrativo en el que el componente lúdico queda relegado a un tercer plano, puesto que la segunda dimensión que mayor peso adquiere es la estética. La acción transcurre a caballo entre dos mundos; uno real y otro virtual. El primero es una distópica Berlin en el año 2050, mientras que el segundo es una utopía que adopta la forma de una ciudad con nombre City 5. Si la Berlín que aquí se propone cumple con todos los preceptos de la estética ciberpunk (esto es, altísimos rascacielos que iluminan los contaminados cielos, lluvia, decadencia en las calles, amén de muchas otras cosas), City 5 es un lugar idílico, y así su perfecto contrapunto.

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Adam habita City 5; una utópica ciudad virtual. Al ser parte de la conciencia de Richard tiene información crucial para ayudarle en su desesperada búsqueda.

En cada espacio contamos con un personaje principal, aunque estos dos no son los únicos que controlamos. El protagonista de carne y hueso que habita esta Berlín es Richard Nolan; un periodista contrario a los actuales avances científicos y tecnológicos cuya vida se truncó en un accidente de coche que recuerda sólo vagamente. En City 5, el protagonista es Adam; un ser virtual que no es otra cosa que una parte de la conciencia del propio Richard, que fue cargada a un sistema de realidad virtual de manera errónea. Ambos estarán en contacto y tratarán de unir las piezas del puzle de ambas dimensiones para poder así dilucidar las circunstancias de la misteriosa desaparición de la mujer y el hijo de Richard.

Pero, ¿quién es el creador del sistema del que se sustenta City 5? Pues bien, el genio loco es en este caso el Doctor Sykes, y en su ideario se incluye el objetivo de “liberar” a la humanidad. Aquí es donde aparece el componente de crítica social de State of Mind, ya que se mencionan temas como el terrorismo, el capitalismo o las guerras por los recursos del planeta, entre otros. Para eludir la decadente realidad, Sykes pretende cargar las conciencias de toda la humanidad a su sistema de realidad virtual, proporcionando a todas las personas la posibilidad de habitar una auténtica utopía en la que los grandes males propiciados por el ser humano no tengan cabida y la paz, la armonía y el bienestar general sean las fuerzas imperantes. Esto nos conduce a preguntarnos si resultaría posible prescindir de nuestra biología, de nuestra corporeidad, y aún así seguir llevando una existencia humana.

La línea argumental principal de State of Mind se plantea interesante y sin duda conduce a la reflexión, pero uno de sus males es que no se limita a introducir la temática anteriormente mencionada, sino que pretende abarcar demasiados puntos relacionados con el posthumanismo. Entre estos se encuentran, además de la realidad virtual, los implantes protésicos, los hogares inteligentes (no podían faltar las impresoras 3D), la inmortalidad, y, sobre todo, la inteligencia artificial, con robots tan aparentemente humanos que temen ser desconectados, o así dicen. En ocasiones menos es más, y esta es sin duda una de ellas, ya que entre toda esta maraña el mensaje principal termina por diluirse y perderse, pudiendo dejar al jugador en un estado de confusión.

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El de la inteligencia artificial es uno de los grandes temas de State of Mind. Los robots domésticos pueden llegar a temer ser desconectados. ¿Demasiado humanos, o demasiado bien programados?

El segundo punto a criticar de State of Mind es la escasa interacción que ofrece. Esta es más que mínima; el jugador tiene la sensación de estar dirigiendo un tren sobre unos raíles prefijados e inalterables. Este es uno de tantos videojuegos más para ver que para jugar, y realmente la experiencia de jugarlo no distaría mucho de la de ver un walkthrough completo en youtube. El gran hándicap de este tipo de videojuegos es que pueden llegar a resultar tediosos, incluso aburridos o soporíferos, según la sensibilidad de cada cual. Cuando lo que un videojuego pone sobre la mesa es un apartado gráfico bonito y toneladas de diálogos (en múltiples ocasiones inconexos), y todo el poder de influencia del jugador se limita a transportar al avatar del punto A al punto B, y de este al C, la experiencia pronto pierde fuelle.

State of Mind es fiel a la estética ciberpunk, y eso está bien. También cumple en lo narrativo, planteando muchas de las cuestiones relacionadas con el transhumanismo, aunque bien es cierto que termina por configurarse como un pastiche algo excesivo. Sin embargo, el componente lúdico brilla por su ausencia, y quizás haya que preguntarse si podemos ponerle la etiqueta de videojuego a una producción de estas características. Sin duda tendrá sus seguidores y sus detractores. En mi humilde opinión, una película que alcanza aproximadamente las doce horas de duración debería contar con un guión espectacular para evitar aburrir al respetable, y este no es el caso de State of Mind, que además es un videojuego.

 

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