«Teen Wolf» llega a su fin
Se acabó la espera, por fin se ha estrenado la que será posiblemente la última temporada de Teen Wolf. El viaje ha sido largo. Problemas de producción o el accidente de Dylan O’Brien, han retrasado el esperado estreno. No obstante, este incidente ha permitido a Jeff Davies explorar una historia completamente distinta a la que nos tiene acostumbrados. Debido a la baja de O’Brien, el show reconduce su historia para tratar la pérdida de memoria como un tema inspirador y desgarrador, más allá de la temática sobrenatural. Stiles, el eterno amigo de Scott McCall, es raptado y eliminado de la faz de la tierra al comienzo de la temporada pero no por ello deja de estar presente a nivel hiperdiegético. Davies en este sentido ha sabido explotar con maestría el universo narrativo Teen Wolf partiendo de la gran aceptación de Stiles entre el fandom de la serie, con numerosos guiños al espectador versado en el universo Wolf.
La temporada comienza con la típica calma que precede a la tempestad. Scott y su manada tratan de cerrar un episodio de sus vidas sobrenaturales (tras el final de la temporada anterior) al tiempo que acaban el instituto y comienzan la universidad. Todos disfrutan de la tranquilidad de una vida normal, salvo Stiles, quien busca todo tipo de conflictos sobrenaturales generando más de un momento cómico en la serie. Ahí es cuando Davies interpela al fandom con su ya conocido “siempre debes escuchar a Stiles”. Si bien Scott no quiere perder el tiempo con una pista que no parece sobrenatural, sigue a su mejor amigo hasta una casa donde comienza la tortura para Stiles. Los jinetes fantasmas la toman con el pobre adolescente, y lo persiguen hasta que logran acorralarlo y hacerle desaparecer del universo (recuerdos incluidos). Sin escapatoria, Stiles le declara su amor a Lidia (esta vez, correspondido) y ella promete no olvidarle, justo antes de desaparecer.
Pero el siguiente episodio comienza como cualquier otra semana en Teen Wolf. Scott y Liam practican lacrosse más unidos que nunca, ahora que Stiles nunca ha existido. Malia pierde poco a poco su humanidad para dejarse llevar por sus instintos animales, ya que por la desaparición de su ancla emocional, sus reacciones antisociales son más obvias. Por su parte, Scott comienza a experimentar el síndrome del miembro fantasma sin su mejor amigo, y Lidia trata de recordar sin éxito “qué es un stiles”. Y es que esta última temporada girará sin duda alrededor del único personaje adolescente no sobrenatural de la serie (bueno, casi). Sin él, sus vidas habrían sido muy diferentes. No tienen el mismo sentido.
Esto nos lleva a otro tema realmente interesante que esta temporada parece que explotará con más claridad: la familia como construcción social y la maternidad. Si bien la serie siempre ha apostado por madres y padres solterxs, divorciadxs, viudxs, con éxito profesional y familiar, además de visibilizar unos roles de género menos patriarcales, la maternidad como hito social y ontológico no había sido tratada hasta el momento. Con la desaparición de Stiles, el sheriff Stilinski recupera a su esposa, quien se había suicidado cuando Stiles era pequeño. Al final del último episodio emitido hasta el momento, Stilinski recuerda haber tenido un sueño donde hablando con su esposa deciden el nombre de su hijo. Me parece particularmente interesante dado que esta escena sigue a una donde el sheriff le pregunta a su esposa si ella lamenta no haber tenido hijos. A lo que contesta felizmente con una negativa.
En definitiva, Teen Wolf cierra con esta temporada el ciclo más teen de sus personajes. Su paso de la adolescencia a la edad adulta, y la triste realidad que a veces comporta aceptar cuando uno va creciendo: la pérdida de un ser querido, por ejemplo. El sentimiento de pérdida y melancolía puede apreciarse en múltiples niveles en esta temporada, entre ellos el metanarrativo, ya que posiblemente Jeff Davies esté preparándose para enseñarnos la última gran lección que como fandom debemos aprender: nada es para siempre, y esta serie tampoco.