Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Thank you… y el laberinto de fatalidades (Recap 3)

Siguiendo con los recap de la nueva temporada de The Walking Dead, Jesús Diamantino nos ofrece algunas de las características de la serie y de los nuevos capítulos de esta entrega.

Desde su estreno en el 2011, The walking dead marcó un antes y un después en la historia de la televisión: máxima expresión de la nueva edad de oro y un punto de inflexión para el género del terror, la serie ha influenciado poderosamente en la cultura popular legitimándose como un producto de culto. ¿El motivo? Sencillamente porque Kirkman y compañía han logrado “revivir” el germen seminal del universo zombi: la degradación moral del sujeto. Más allá del consabido afán de supervivencia, los personajes de TWD luchan por conservar su humanidad en mundo devastado por la muerte errante y el caos que significa la caída del orden social.

Cada temporada se ha caracterizado por la migración de los supervivientes de un espacio a otro proyectando una visión de mundo distinta; o más bien, un pequeño destello de idiosincrasia norteamericana: una caravana de emigrantes nómadas, una granja que alberga el conservadurismo religioso, una cárcel que invierte los tópicos culturales, un santuario de supervivientes caníbales (¿o consumistas?) y finalmente, un condominio que todavía irradia la fantasía del sueño americano. Alexandria es quizás el locus más siniestro de todos, ya que representa la ilusión de una añorada vida civilizada ante un mundo resquebrajado, dejando al descubierto la debilidad y la hipocresía de individuos inmersos en la capitalización de la muerte.

El espectacular arranque de la sexta temporada que logró recrear con magnificencia visual la estética romeriana, seguido del segundo episodio que recrudeció la violencia a una escala primitiva, alcanza un punto de tensión grandilocuente en el tercer capítulo, Thank you: una perfecta fusión entre el dramatismo naturalista y el horror monstruoso de la horda zombi. Si bien el progresivo torrente de fatalidades que le otorga consistencia y continuidad a la narración no expone una variación importante con lo visto anteriormente, lo que aumenta significativamente es la crudeza de las imágenes y las situaciones desesperanzadoras que dejan boquiabierto al espectador. El director de turno, Michael Slovis, hilvana con astucia la fluidez de la acción rompiendo el horizonte de expectativas del receptor acostumbrado a la distención momentánea de la que tanto abusa la serie. Esta vez no hay lugar para respiros.

Aprovechando un interesante paralelismo diegético entre la lucha que viven los habitantes (refugiados) de Alexandria y el brutal periplo de supervivencia que encabeza Rick en el exterior, los realizadores logran consumar, posiblemente, el mejor capítulo emitido hasta el momento. La macabra muerte de Gleen (que esperemos, sea un artificio) marca el punto más álgido del episodio y promete el despliegue de nudos argumentales que complejizarán aun más la existencia de los personajes. Aunque el escenario de fondo continúa siendo el acecho de los muertos vivientes, la amenaza de los “lobos” quienes encarnan la reducción primitiva del sujeto –leitmotive que se inicia con la aparición del mítico Gobernador- supone la pugna de dos bandos que luchan por establecer un nuevo orden social que no dejará indiferente a nadie.

Lo mejor del episodio: la fluidez de la acción, la carnicería exacerbada de la horda zombi y la reivindicación romeriana.

Lo peor del episodio: la forzada emotividad de algunos diálogos.

 

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