Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«The Big Bang Theory»: reseña de los episodios del final, 23 y 24

He necesitado unos días para recuperarme de la pena derivada del visionado del final de mi serie favorita y poder abordar la tarea de realizar mi última reseña de su seguimiento. Pero me queda el consuelo de poder «re-verla» cuantas veces quiera, cosa que pienso hacer, para poder seguir, además, escribiendo sobre los muchos aspectos que pueden analizarse en ella, lo que con gusto haré. Otro pequeño consuelo es la continuación de El joven Sheldon, (¡renovada por dos temporadas más!) donde podré seguir disfrutando de la vida de uno de mis personajes favoritos por siempre, aunque de una etapa precedente a la que me ha encandilado.

Centrándome en lo que debe ocuparme ahora, estos dos episodios que constituyen una unidad para terminar este magnífico programa a lo grande, como merece, tengo que decir que, tal y como venía anticipando en mis anteriores entradas, en efecto, se ve que sus creadores han querido regalarnos el precioso recuerdo de que en él todo acaba bien en todos los aspectos. Es como si hubieran confeccionado una lista de deseos encuestando a los espectadores, y se hubieran propuesto satisfacerlos todos. Son tantos, que voy a tener que expresarme a modo de esquema para no exceder (demasiado) la extensión propia de este tipo de escritos:

Después de esperar con nerviosismo el resultado de la decisión del jurado del Premio Nobel en la primera parte del final, titulada «La constante de cambio», y con las llamadas intercaladas tanto de algún compañero bromista (como Kripke) y de otros con sincero interés (Bernadette y Howard), Amy recibe (petrificada por la emoción) la gran y esperada noticia: ¡son los ganadores del tan deseado premio! Así, el sueño de Sheldon, presente desde su más tierna infancia (como también comprobamos en El joven Sheldon), de ganar el premio Nobel, se hace realidad. La inteligencia excepcional de Sheldon, plasmada hasta en los más mínimos detalles de la serie de principio a fin, ya hacía prever el acontecimiento. Pero la serie hace que la satisfacción de esta expectativa se realice con creces, al comprobar cómo Sheldon no simplemente gana el merecido galardón, sino que lo hace compartiéndolo con quien demuestra ser el amor de su vida -Amy- y reconociendo en su discurso de agradecimiento la contribución a que ello fuera posible de sus amigos. Creo que es mayor la satisfacción que experimenta por ello, no sólo el propio Sheldon -por esa sensación de felicidad que emana de las buenas obras-, sino también todos nosotros, al presenciar el momento climático de la evolución a mejor de este personaje que parecía un simple genio «loco» y egocéntrico sin remedio. Para mí, esta es una de esas escenas que se quedarán marcadas en mi catálogo de favoritas para siempre. Me hizo llorar, pero de alegría. La misma sensación que en el discurso de Sheldon en su boda. ¿Quién nos iba a decir que precisamente los sentimientos de Sheldon nos iban a conmover? Insuperable. Seguiré comentando otros aspectos del final, pero, que conste que con esto, para mí ya tiene cumplida toda su misión; el resto, no hace sino completar su excelencia. Voy a ello.

Antes de adentrarme en otros detalles de los episodios finales, tengo que destacar del discurso de Amy algo que hace mezclar las fronteras entre realidad y ficción, y que pone de relieve la influencia positiva que ha tenido la serie en nuestra sociedad. La digna ganadora del Nobel de Física, dedica su premio a todas las jóvenes interesadas por STEM (acrónimo inglés que se refiere a los campos relacionado con la ciencia y la ingeniería: «Science, Technology, Engineering and Mathematics»), y las anima a seguir estudiando y trabajando en esos campos sin escuchar a quienes les digan que no van a poder hacerlo. Resulta especialmente emotivo si tenemos en cuenta que Mayim Bialik es, precisamente Doctora en neurociencia, y que la Family Foundation Chuck Lorre ha creado el llamado The Big Bang Theory Scholarship Endowment at UCLA, que ha conseguido millones en ayudas para apoyar a los estudiantes con pocos medios econóicos para sus estudios de STEM.

Otro aspecto destacable e impresionante de este final es el hecho de que, en la segunda parte de la «finale» (episodio 24, titulado «El Síndrome de Estocolmo»), que tiene lugar dos meses después, Penny y Leonard anuncien que van a ser padres (a pesar del «foreshadowing» presente en el anterior episodio cuando Penny cuenta que tiene que ir soltándole a su traje para la ceremonia de los premios en lugar de meterle, como ocurre a Amy). Y es que han sido varios los episodios en que parecía quedar cada vez más claro que Penny no quería de ninguna manera adentrarse en el terreno de la maternidad. Sin embargo, también es cierto que Leonard ha ido cambiando a mejor su personalidad, su autoestima… y quizá todo ello ha podido contribuir al cambio de opinión de Penny, que no se muestra infeliz por su nueva situación, sino más bien lo contrario (sobre todo si dejamos a un lado las copillas de más que se tomó antes de irse a la cama con Leonard la posible noche de la “concepción” con Sheldon en una de sus muchas charlas con el genio, en la que, cada vez que se pronunciaba la palabra “cambio”, la confidente daba un trago).

Hay que destacar el detalle de auténtica amistad de Lenny al intentar no compartir el notición con sus amigos hasta después de la entrega del premio para no restarles protagonismo. Lo que ocurrió es que en el avión, las excesivas idas y venidas de Penny al baño hicieron temer a Sheldon que tuviera algún virus. Teniendo en cuenta su hipocondría, había que elegir un mal menor: quitarle el miedo explicándoles el motivo de las frecuentes visitas de Penny al baño: su embarazo.

En relación al tema bebés y niños, no puedo dejar pasar, aunque sea brevemente, el hecho de que, después de tantos episodios solo escuchando la voz o llantos de los hijos de Bernadette y Howard, en el último, por fin, ¡los vemos realmente! Y, aunque un animal no es comparable a un ser humano, también vemos al perrito de Raj, Cinnamon, por última vez. Poco después, en el avión camino a Suecia, veremos que puede ser que esa compañía animal pase a partir de entonces a ser humana, cumpliéndose así la «predicción» de Howard cuando evitó que se marchara a Londres en la escena del aeropuerto de la entrada anterior. Con ello, además, se introduce el cameo de Sarah Muchelle Gellar, dandole la alegría a Raj de no sólo tener a su lado en el avión a la mismísima Buffy Cazavampiros, sino también en la ceremonia de entrega de los galardones, como el propio Sheldon nota en mitad de su emotivo discurso (intercalando así una refrescante nota de humor en mitad de tanta emoción contenida por su parte, la de sus amigos, y la de los espectadores).

Antes de llegar a las conclusiones magníficas que ensalzan a Sheldon como persona expuestas en su discurso al recibir el galardón, el genio llegó a reconocer que su enorme ilusión por recibir el Nobel desde su infancia, le había obnubilado y le había llevado a evitar considerar los cambios que ello traería también consigo. Y si hay algo que no le guste a Sheldon eso son los cambios. Y menos aún si estos se relacionan precisamente con la fama, que hace que todo el mundo trate de buscarle y entrevistarle. Por eso, lo vemos esconcerse tras su escritorio, en su despacho, y en la escalera del edificio, gracias a lo cual descubrimos con él otro cambio: ¡El ascensor por fin funciona! Como podéis sospechar, esto no agrada a Sheldon, pero dará lugar a una escena graciosísima -esto es comedia física en su estado más puro- en la que son los nervios por la emoción del Nobel en lugar de la inteligencia de los personajes, los que organizan la bajada con todo el equipaje en un ascensor a punto de estallar por el sobrepeso y contenido. Aquí lloré de nuevo, pero de risa.

Otro de los cambios que disgustan a Sheldon es el cambio de imagen de Amy. Ésta, al ver su foto en relación al galardón (se convierte en la cuarta mujer de la historia ganadora de un premio Nobel de Física), se siente triste por su aspecto, cosa que confiesa a Raj, que se convierte en “el hada madrina” de la investigadora que nos recuerda ahora a Cenicienta, y que termina convertida en princesa con su nuevo look (que culminará con el de la entrega del galardón, tiara incluida). Este énfasis que ha puesto la serie en el aspecto externo y, concretamente de una chica, ha recibido críticas, al enfatizarse la importancia de algo tan superficial. A muchos, como al propio Sheldon, les gustaba más la Amy que no perdía su tiempo, esfuerzo y dinero en invertir en su imagen. Pero, por otra parte, hay que respetar también la visión de una chica que se siente bien y disfruta con estos cambios, y siguiendo lo que realmente le pide a ella su propia voluntad, y no la de otros, y no la Sheldon, al que siempre se ha venido mostrando extremadamente sumisa por lo enamorada de él que está. Ahora, es como si hubiera descubierto -gracias también a su conversación con Leonard, que también ha aprendido a no depender tanto de la opinión de los demás- que puede seguir igual de enamorada y que Sheldon la debe querer igual que antes aunque no siga al pie de la letra todos sus dictados y preferencias. Ese mensaje también es positivo.

La serie no termina en un ámbito extraño, el del enorme salón sueco saturado de gente extraña, sino en el setting en el que estamos acostumbrados a imaginar a esta panda de amigos, que ya son también nuestros: en el salón del apartamento que fue de Sheldon y Leonard y ahora es de Lenny. Allí encontramos a todos los amigos reunidos, comiendo, como tantas otras veces. Siguen siendo los mismos, pero en una versión mejorada (y no por las medallas que cuelgan ahora del cuello de Shamy), una versión que pone de manifiesto que su amistad se ha acrisolado a lo largo de los años y los ha convertido en mejores personas a pesar de los fallos y errores que todos cometemos a lo largo de la vida. Tenemos, al final la sensación de que todos tenemos remedio, todos podemos crecer y mejorar, hasta los casos que parecen más perdidos; especialmente si nos rodeamos de buenos amigos que contribuyan a ello.

Quizá a la serie en su conjunto también se le puedan comentar errores, faltas, aspectos mejorables… pero creo que sería injusto no sacar un balance muy positivo de todos estos años que hemos disfrutado con ella. Ojalá existieran más creaciones que nos dejaran un buen sabor de boca y nos alentaran a alcanzar metas positivas en la vida. Sería un buen medio para poner un granito de arena en la mejora de nuestra sociedad. Sólo con criticarla no se cambia. ¡Hasta siempre Big Bang! Siempre te recordaremos; siempre te echaremos de menos.  

 

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