The Big Bang Theory: Reseña del episodio 22 de la temporada 12
Me alegra mucho contaros que este episodio sigue en la línea que anticipaba en entradas anteriores de hacer que todo vaya saliendo bien en la serie para que su final nos deje con el agradable sabor en la boca que es propio de las comedias, con las que se supone que debemos pasar un buen rato. Así ocurre, como digo, en «La conclusión maternal», donde ocurre algo que, según el contenido de Big Bang desde sus comienzos, nunca hubiésemos esperado, y es la reconciliación entre Leonard y su calculadora y fría madre, Beverly. Y no podemos sino alegrarnos e incluso conmovernos hasta incluso derramar alguna lagrimilla que otra, al comprobar cómo, después de que Leonard hubiera sufrido tanto a lo largo de los años con la sensación de suponer para su madre más un mero experimento psicológico -como también hace en este mismo episodio casi hasta el final- que lo que realmente supone un hijo, por fin, casi como fruto de la desesperación, encuentre el modo de romper las barreras que los separaban y reconciliarse.
Me encanta ver cómo se pone en práctica en la serie algo de lo que estoy convencida, y es que el amor es un arma mucho más poderosa que ninguna otra. Así, en este episodio vemos cómo Leonard, a pesar de que en un principio se niega incluso a recoger a Beverly del aeropuerto y la «invita» a alojarse en un hotel en lugar de en su propia casa con Penny, se rinde en su lucha de tratar de cambiar o entender a su madre, y decide que quiere amarla tal y como es, con sus defectos, que claudica ante ella por amor. Y eso que su decepción no puede ser más grande esta vez, ya que su madre se había mostrado tan interesada por todas sus cosas esta vez, que Leonard llegó a pensar que uno de los dos estaba a punto de morir, y por eso ella estaba siendo tan diferente a como había sido toda su vida (no hace falta que la describamos a estas alturas). Sin embargo, el pobre descubre que su madre no estaba sino estudiándole de nuevo, para comprobar los efectos en adultos de la educación recibida desde la infancia, y plasmar así los resultados en su nuevo libro. Su madre había tocado fondo para Leonard, pero él, en lugar de rebelarse contra ella, se rinde en su batalla por ganarse su cariño y por hacerla cambiar y decide perdonarla sin más. Esta actitud deja «desarmada» a la fría madre, que parece, por el contrario, empezar a derretirse ante la llama del cariño que le ofrece su hijo, y se funde en un abrazo con él que vale más que mil palabras.
Esta historia es tan bonita y gratificante, que se podría pensar que las que incumben al resto de los personajes no lo pueden ser tanto. Pero no es así, al menos en el caso de una de las que se intercalan con la anterior. Me refiero a la relacionada con Howard y Raj y que, como la anterior (protagonizada por Leonard y Beverly), pone de relieve otra de las manifestaciones del amor: antes referente al existente entre madre e hijo y ahora al presente en toda relación de verdadera amistad. Esto se hace evidente tras plantearse Raj el irse a vivir a Londres y el casarse con Anu, que ha encontrado allí el trabajo de su vida, nada menos que en Notting Hill, cuna de una de las pelis favoritas del romántico Raj -y mías, por cierto-, pero que Anu parece ignorar. No se ve entusiasmado a Raj con esta decisión; más bien parece fundamentarla en su miedo a que sea su última oportunidad de formar una familia. Pero en este contexto de amor -si se le puede llamar así- mediocre, aparece el de la amistad verdadera encarnada en Howard, que, gracias a Bernadette, reacciona a tiempo de ir al mismísimo aeropuerto a hacerle ver su error y convencerle de que debe luchar por una relación que de verdad le llene y disfrutar mientras del cariño de sus amigos que tanto le quieren. Y todo ello explicado, además, con referenciales intertextuales y metafóricas con Notting Hill como referencia. Y, cómo no, con momentos tan graciosos como la confusión de los presentes en la sala de embarque donde se encuentran los amigos, que con un caluroso aplauso parecen interpretar este cariñoso re-encuentro con matices homo-eróticos (que son recurrentes en la serie en la relación entre ellos). Además, Howard parece anticipar a Raj lo que se confirmará en cierta medida en el último episodio: que no es tarde para encontrar a la mujer que de verdad encaje en los parámetros de Raj, como pronto comentaré.
También reina el amor en la tercera «sección» del argumento de este episodio, protagonizado por Stuart y su novia Denise. Parece que por fin Stuart, tras superar su miedo a una relación seria, y tras recibir la sugerencia de Howard y Bernadette de que debería estar más en el apartamento de Denise y que ella los visite menos, toma la decisión de irse a vivir con ella. Esto da lugar a un poco de oxígeno dramático, entre tanta emoción intensa en los anteriores sub-argumentos, nos podemos reír con esta pareja que tiene que enfrentarse a dar la noticia al peculiar compañero de piso de Denise. Y ya podéis imaginar lo «peculiar» que puede ser alguien que resulte «peculiar» a alguien «peculiar» (creo que a estas alturas de la serie no os perdéis aunque aparentemente resulte confuso lo que acabo de decir).
En fin, en resumidas cuentas, podemos afirmar que, como se ve en este argumento tripartito, la serie ha optado por mostrar la cara bonita de la vida y el reinado del amor en todo cuanto ha venido tocando a lo largo de estos 12 años. Deseando estoy de comentar el episodio doble del cierre y despedida de esta genial creación, que se ha propuesto dejar dibujada una sonrisa en nuestros rostros antes de desaparecer.