El hombre enfrentado a la naturaleza, «The Revenant»
Este año nos hemos encontrado con muchas películas ambientadas en la nieve: en una especie de cuento de Navidad, Joy va a desarrollarse en esta familiar época del año al igual que Carol irá a comprar un regalo navideño para su hija y conocerá a Therese Belivet iniciándose su relación sentimental, The Hateful Eight va a tener en una fuerte ventisca el elemento esencial para que los particulares forajidos y cazarrecompensas deban refugiarse en una cabaña en medio de la nada, y nuestra Isabel Coixet va a proponer una historia de supervivencia, alianzas y soledades en Nadie quiere la noche. Mientras en unas, la climatología será una parte más o menos esencial para visualizar los estados anímicos de las protagonistas y servirán de soporte estético para la historia, en otras, las grandes llanuras heladas, ya sean del Polo Norte ya sean de los Estados Unidos, formarán parte de la narración. El sentido será bastante claro: la enormidad de la naturaleza va a engullir a unas minúsculas personas que serán apenas visibles entre la inmensidad del espacio blanco, frío en todos los sentidos y que se convertirá en el principal enemigo del (o de los) personaje(s) principales.
Esta premisa ocupará buena parte del enorme metraje de The Revenant del director mejicano Alejandro González Iñárritu protagonizado por Leonardo Di Caprio. Precedida por la consecución de un buen número de premios (del Sindicato de Directores, Golden Globes, Sindicato de Actores y Premio de la Crítica a la mejor fotografía) y de 12 nominaciones a los Oscar 2016, The Revenant cuenta la historia de supervivencia de Hugh Glass (Di Caprio), un trampero estadounidense de finales del siglo XIX quien, tras ser atacado por un oso y dado por muerto, es abandonado por sus compañeros. Basado en hechos reales y en la novela de Michael Punke The Revenant: a novel of revenge (2002), esta línea argumental se verá aderezada con el deseo de venganza del frontiersman hacia John Fitzgerald (Tom Hardy) como asesino de su hijo mestizo Hawk y causante de su abandono.
De manera un tanto cercana en cuanto a determinados conceptos a la historia de Jeremiah Johnson de Sydney Pollack (1972) Iñárritu nos propone un argumento bastante simple que desarrollará en tres actos perfectamente delimitados. La presentación de los personajes y de sus relaciones no solo personales sino especialmente con el entorno histórico de los Estados Unidos de final de siglo en el que el territorio y la identidad de los indios es saqueada por americanos y franceses ocupará un magnífico primer acto en el que se diseñan algunos de los temas que deberían convertir The Revenant en algo más que una película extraordinariamente bien filmada, con un dirección de fotografía absolutamente magistral y con una logística de producción más que compleja incluido el tremendo esfuerzo que deben realizar los actores en un entorno que no facilita las cosas y con un guión con apenas diálogo. Así, la crítica sobre la destrucción de la identidad autóctona es simplemente esbozada o tratada con clichés esencialmente maniqueos, y la integración cultural de Hugh Glass con la espiritualidad ritual india reflejada a través de sus recuerdos, sueños o visiones simplemente se esbozarán. De todos modos el desarrollo de estos elementos no es lo que ha interesado más a Iñárritu quien, a pesar de reconocer la importancia de los mismos, ha querido hacer que la historia de The Revenant sea un relato que habla de los seres humanos, de su afán de superación y de supervivencia. Y ciertamente lo consigue.
Justamente el grueso de la película va a centrarse en eso: en las distintas pruebas y descensos a los distintos infiernos que Glass debe superar para sobrevivir e intentar cumplir su objetivo final. Un cúmulo de obstáculos protagonizados por Leonardo Di Caprio quien sufre lo indecible aunque no evolucione en absoluto y que ocupará la mayor parte del metraje, un tanto excesivo desde mi punto de vista ya que las acciones llegan a ser reiterativas.
Sin embargo, esta aparente negatividad tiene dos aliados que se convertirán en esenciales para el espectador, dos bazas muy bien jugadas: el tratamiento del sonido que conseguirá la inmersión total del espectador en la acción y la magistral dirección de fotografía de Emmanuel Lubezki (nominado al Oscar en esa categoría y que puede convertirse en el primer director que gane three in row la estatuilla tras Gravity y Birdman). En su segundo trabajo con Iñárritu, Lubezki nos sumergirá en la hostilidad del entorno ofreciéndonos todas sus texturas y convirtiendo la naturaleza en el auténtico centro de la historia narrada. Si en Birdman, el director de fotografía nos ofreció espectaculares planos secuencia en un espacio cerrado, el espacio abierto de The Revenant, el tratamiento del color y la predominante luz natural -sin llegar al extremo de Days of Heaven y su rodaje solo en la «hora mágica» gracias a Néstor Almendros- será el encuentro de Iñárritu con Terrence Malick, con The New World, To the Wonder, Knight of Cups y The Tree of Life. The Revenant se convertirá, de este modo, en una película eminentemente estética cuyo principal valor es el tratamiento poético de la imagen. Una incorporación, la de Lubezki, que sin duda ha ayudado mucho a convertir a Iñárritu en lo que es en la actualidad, uno de los directores más solicitados por la industria del cine.
La tercera baza es la interpretación. La extrema fisicidad de la película es innegable y ciertamente creo que este es uno de los motivos por los cuales Leonardo Di Caprio está consiguiendo todas las estatuillas por las que está nominado y que le llevará a tener (¡por fin!) su anhelado Oscar en la repisa de la chimenea de su casa o donde él buenamente quiera. Pero nos parece totalmente injusto olvidar a uno de los actores -mejor dicho, «al otro actor»- de The Revenant: Tom Hardy, también nominado al Oscar que presumiblemente no conseguirá gracias a Sylvester Stallone visto cómo se están desarrollando otros «awards». Sin duda el personaje de John Fitzgerald resulta mucho más interesante que el del protagonista no solo por la sutileza con que es diseñado por parte de los guionistas sino especialmente por la sordidez que crea un irreconocible Hardy, un actor todo-terreno que ha demostrado en los años de su carrera una enorme versatilidad y capacidad de hacer, y bien, cualquier cosa que le ofrezcan.
The Revenant no tiene nada que ver con las producciones anteriores de Iñárritu conocido por sus perfectas narrativas de puzzle de la trilogía de la muerte desarrollada entre 2000 y 2006 –Amores Perros, 21 gramos, Babel– que abandonó momentáneamente en su film barcelonés Biutiful (2010) y que recuperó parcialmente con el planteamiento metaficcional de Birdman (2014). The Revenant no tiene un guión espectacular ni desarrolla la compleja interioridad de los personajes como en sus anteriores producciones. The Revenant es un ejercicio de poesía visual. Esta afirmación, sin restar méritos a Iñárritu, lleva implícita la necesaria asimilación del resultado final a la fotografía de Lubezki que confiere una carga estética incuestionable a cada uno de los fotogramas. Sin duda la sinergía entre estos dos creadores es lo más destacable de The Revenant, sin ella, la película sería otra cosa bastante diferente.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.