«Tokyo Idols», el lado sórdido de la cultura otaku (Kyoko Miyake, 2017)
La cultura del fandom puede llegar a ser obsesiva. La frontera entre la admiración, la fascinación, la histeria y la obsesión es prácticamente inexistente en un fenómeno que cada vez tiene más adeptos – sea del tipo que sea – y, en el caso del terreno audiovisual, donde la distinción entre «frikis» y «no frikis» se ha diluido casi por completo. En Japón este fenómeno fan tendrá una especial incidencia y apoyo en el término otaku – referido a «una persona con un interés obsesivo por una temática particular» – como una de las subculturas con un mayor porcentaje de seguidores y una de las fuentes de ingresos más fructíferas de la economía nipona. En este sentido, la industria otaku comprenderá un amplio abanico de grupos sociales que se indentificarán con un interés elevado por los productos anime/manga y todo aquello relacionado con este particular universo. Así, no es extraño encontrarse con barrios enteros dedicados a la actividad comercial de productos otaku (la «meca otaku» está situada en el barrio de Akihabara en Tokio) o encontrar cafeterías en las que sus camareras visten y se comportan como personajes sacados directamente de un anime.
En este contexto se encontrará el segundo largometraje documental de la joven cineasta provinente de la Prefectura de Chiba Kyoko Miyake y estrenado en Netflix España. Tokyo Idols (2017) focalizará su discurso en torno a uno de los nuevos fenómenos de la cultura otaku más exitosos y más controvertidos: la figura de las idol. O, en otras palabras, chicas – en la gran mayoría de los casos menores de edad – que realizan espectáculos musicales fuertemente vinculados con el J-pop y que tendrán una fanbase estrictamente masculina, muchos de ellos en edad madura.
Teniendo un planteamiento crítico muy directo acerca de la explotación comercial de las idols, el documental pondrá sobre la mesa temáticas como el fetichismo sexual y la cultura misógina de Japón como consecuencia de la ausencia de relaciones afectivas y de la desconexión entre hombres y mujeres en las herméticas sociedades hipermodernas. Así, Miyake realizará un viaje a través de microrrelatos donde acompañaremos a diversas idol y a sus fervientes seguidores que explicarán sus experiencias personales, muchas de ellas chocantes para el público occidental. Un discurso que Miyake articulará de manera brillante alrededor de tres ejes principales: (1) la idol de los circuitos clandestinos, Rio Hiiragi, (2) el lider del club de fans oficial de Rio, Koji, y (3) las diferentes exitosas idols que, dentro de la disposición narrativa del documental, se distribuirán de mayor a menor edad (pasaremos de jóvenes de 20 a 10 años). Este último, un factor clave para el discuso crítico de Miyake que le permitirá un impacto sobrecogedor en el espectador como parte de su juicio sobre la cultura de la adoración a la virginidad y la capitalización de la feminidad en la sociedad japonesa en general y de la cultura otaku en particular. Unas afirmaciones que se complementarán con las entrevistas a sociólogos, productores musicales, organizadores de encuentros idol, familiares de las chicas y periodistas; testimonios que se mostrarán a favor y en contra de este nuevo fenómeno de masas.
En este sentido, Tokyo Idols planteará la dicotomía paradójica que demostrará el fenómeno idol: por un lado, la inocencia (o no) de las chicas frente a la objetivización sexual de las mismas por parte de los hombres adultos; y, por otro lado, su concepción como un modo de liberación colectiva del género masculino frente a una sociedad represiva y estresante que los anula como individuos. Una dualidad que Miyake tendrá en cuenta a la hora de articular el relato y que pronto va a revertir: ¿qué precio tienen que pagar las mujeres para alcanzar la felicidad masculina? Sea como sea, el fandom del fenómeno idol no es un fanbase normal y, mucho menos, sano. Un ejemplo de ello serán las secuencias de los testimonios otaku donde confiesan haberse gastado todos sus ahorros, haber dejado a sus familias o referirse a las idols como una religión. Incluso los encuentros que se organizan entre ídolos y fans tendrán una fuerte simbología sexual para los hombres que las visitan.
Asimismo, como hemos comentado anteriormente, la propuesta de Miyake también girará en torno a dos protagonistas reales que guiarán al espectador por el frenético mundo de las idol. Una estrategia muy inteligente que ayudará al público – sobre todo al occidental – a tener una perspectiva cultural más próxima y empática con los personajes. Por un lado, seguiremos a Rio Hiiragi, una joven idol veterana de 20 años que actuará en circuitos clandestinos; y por otro lado, a Koji (43 años), miembro de un club de fans de Rio. Ahí encontramos la cara más humana del documental en el que Rio intentará utilizar las plataformas que el fenómeno idol le brinda para convertirse en cantante profesional; y Koji, como si de un gran hermano orgulloso se tratase, apoyará a su idol favorita en su carrera profesional proyectando sus sueños frustados en la figura de Rio. Un viaje de superación personal que afectará a ambos y que supondrá un relato alternativo y poco frecuente sobre las relaciones entre de las idol y sus fans.
La cultura otaku es una auténtica industria millonaria que moviliza a las masas en todo el mundo. Desgraciadamente, el fenómeno idol es una de las grandes fuentes de ingresos en Japón y se está transformando en parte de la sociedad nipona. Muchas son las chicas que se dedican a ser idol – más de 10.000, según las cifras proporcionadas en el documental – y el número de niñas que quieren perseguir esta carrera va en aumento. A pesar de no estar contemplada como una práctica ilegal ni pedofílica, muchas de estas chicas (y sus familiares) ya saben las consecuencias que supone esta parte sórdida de la cultura otaku como clara manifestación de la «cosificación» de la mujer y de la adoración de la pureza y la juventud en una sociedad en la que el capitalismo permite «tocar» e «idolatrar» a una niña de 13 años por el bien comercial. Sin duda, Tokyo Idols es un extraordinario documental que manifiesta la poca distancia cultural entre oriente y occidente y que incita a la reflexión. Seguro que no dejará impasible al espectador.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.