Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Un monstruo viene a verme», una emotiva joya de J.A.Bayona (2016)

Bayona nos emociona a través de una conmovedora historia que, narrada en forma de cuento y basada en la novela homónima de Patirck Ness (2011) y también guionista de la película, nos adentra en un mar de angustia familiar donde Connor (Lewis MacDougall), un niño de 12 años que ha sufrido la separación de sus padres, asume un rol de responsabilidad casi impuesto y que no le pertenecerían por su corta edad ya que su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer y él se armará de coraje para afrontar su (cruda) realidad y superar su soledad, sus miedos y fobias junto con la ayuda de un monstruo (Liam Nesson) amigo.

El planteamiento es el siguiente: imagínate, querido lector, que vuelves a tener 12 años de nuevo, que tu madre está (gravemente) enferma de cáncer y tu padre se ha ido a otro país para crear otra familia después de separarse de tu madre. Imagínate, también, que en el colegio hay un chico más fuerte que tú que te maltrata y, además, todo ese sufrimiento, impotencia y dolor se traducen en pesadillas constantes. La pregunta podría ser: ¿Cómo te sentirías?, ¿De qué forma, teniendo en cuenta que tienes 12 años, podrías lidiar con esa angustia? La pérdida de referentes adultos casi total en el caso del padre y de forma parcial por parte de la madre promueve, junto con el resto de circunstancias, que Connor se refugie en el dibujo y la pintura, una pasión heredada por su madre, a partir de un viejo y enorme árbol que presencia desde la ventana de su habitación (desde donde puede sentirse, al menos, seguro de forma transitoria).

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En una noche esa criatura se hace realidad, traspasa los límites del papel para hacer de maestro de Connor y ayudarle (casi en forma de acertijo) a través de cuatro historias. Lejos de intentar despertar miedo en nuestro protagonista, más bien despierta asombro y sorpresa que le hacen replantearse su estado onírico y su conciencia. Connor deberá contar la última que será la verdad de su propia historia y la indagación en su propio sentimiento que le estaban consumiendo pero pasando, tomando conciencia y adquiriendo los aprendizajes que el monstruo le va a ir proporcionando a través de su viaje juntos en el que, más allá de su maestro, también se convertirá en su amigo y guía. Ese viaje de aprendizaje por fases bien nos recuerda, también, al viaje del héroe en el que Connor va descubriendo y superando obstáculos hasta llegar a entender su realidad, alcanzando, metafóricamente, la verdad que le ayudarán a afrontar su vida.

Presenciamos, por tanto, la relación entre Connor personaje principal y un arbóreo monstruo (que bien podríamos entender como ente posthumano y que simboliza, entre otras, cosas, la representación misma de la vida y del conocimiento) que le ofrece sus enseñanzas y moralejas que bien son lecciones para niños y adultos indistintamente. Este binomio (indi)soluble entre niño (introvertido, imaginativo, sensible y con habilidades creativas) y monstruo fantástico viene motivada por el (complejo) entorno familiar en el que se inserta nuestro protagonista y, respondiendo a esa premisa, es inevitable establecer lazos de contacto con las producciones audiovisuales de Steven Spielberg desde E.T. (1982) por el que Bayona ha mostrado su admiración públicamente.

La recurrente (si se nos permite la licencia) creación de amigos imaginarios o que pertenecen a esferas de fantasía podría responder a la necesidad afectiva de Connor como personaje infantil y, por tanto, la voluntad de suplirlas como vía de escape de su realidad.  Bayona establece una distancia visual difusa entre el mundo del niño y el de los adultos emocionando, comprendiendo y empatizando con el otro y enseñando a la vez, al poner en pantalla las verdades y a veces crueles experiencias vitales con ojos de niño y vestida de fantasía pero sin caer en lo lacrimógeno.

El mensaje del film también radica en el fuerte y poderoso vínculo que se establece entre la madre y su hijo y que hace diana en nuestra corazón (que ya podíamos ver con Lo imposible) y que, de forma clara, hacen ver la desnudez y vulnerabilidad humana y el desamparo que podemos llegar a sentir.

La necesaria concienciación de comprensión de nuestra realidad (en ocasiones, ambivalente o incluso contradictoria) es una de las premisas de la obra de Bayona y consideramos que un verdadero homenaje a los cuentos de hadas precisamente por esa capacidad de entender y asumir nuestras circunstancias vitales, con sus dudas, problemáticas y miedos, con sus fallos e imperfecciones que forman parte de la vida misma  y con las cuales debemos aprender a lidiar, luchar y superar. Ese carácter universal que conecta con nuestro lado visceral humano que cuenta con una compleja naturaleza está contenido en el emotivo mensaje de Bayona. Solamente un detalle más: ¡Disfruten de esta joya, es un verdadero regalo!

 

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