Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Una endeble tragicomedia económica: «The Laundromat» (S.Soderbergh, 2019)

Hace apenas un mes que se estrenaba en Netflix la película The Laundromat dirigida por Steven Soderbergh, un cineasta caracterizado por plasmar en sus películas la sordidez político-económica en la sociedad contemporánea y cómo esta se traslada a los ciudadanos. En su faceta como director, guionista o productor y junto a títulos como The Good German (2006), Solaris (2002), The Girlfriend Experience (2009), o la saga Ocean (desde 2001) entre otros de carácter menos crítico o experimental, encontramos productos que denuncian, a través de sus argumentos, alguna de las facetas más oscuras de la sociedad: cómo afecta la intervención de los monopolios económicos total o parcialmente en las personas (Erin Brokovick, 2000; Side effects, 2013), cómo puede producirse una paranoia colectiva (Contagion, 2011), cómo se trata en una institución mental a una víctima de acoso (Unsane, 2018), cómo funcionan los lobbies políticos y económicos locales pero con alcances globales (Michael Clayton, 2007; Traffic, 2000; K-Street, HBO 2003); o cómo una acción bélica esconde intereses comerciales y las víctimas de estas son consideradas como daños colaterales (Syriana, 2005; The Report, 2019). Es evidente que las premisas que hemos mencionado deben considerarse como puntos de partida (o de llegada) para las producciones de Soderbergh —algo que compartirá otro director especialmente caústico como Paul Greengrass—  que utilizará a los personajes para crear microcosmos individuales y convertirlos en un planteamiento sistémico.

En estas coordenadas debemos enmarcar The Laundromat cuyo subtítulo, de manera desafortunada, ha pasado de ser «dinero sucio» a «los papeles de Panamá». Y decimos que de manera desafortunada porque, conociendo cuáles son los parámetros de las películas de Soderbergh, el espectador espera un producto sólido que relate ese intrincado mundo de las empresas offshore de las que los vulgares mortales sabemos de su existencia por los escandalosos casos que aparecen en la prensa. Todavía más cuando, en el estallido del escándalo de Panamá en 2016 al publicarse el listado de clientes del bufete de abogados Mossack-Fonseca, aparecían nombres (re)conocidos por los lectores desde políticos de todas las tendencias hasta protagonistas de series de televisión, solo por mencionar a algunos de ellos.

Mossak y Fonseca serán los hilos conductores de la narración

El comienzo de The Laundromat nos introduce en las hipotéticas reglas del juego de la película. Las voces de dos personajes que hablan acerca de la historia del nacimiento de los «negocios» darán paso a los conductores de la historia: Jürgen Mossack (Gary Oldman) y Ramón Fonseca (Antonio Banderas) quienes, en una mezcla de coro griego y de elementos distanciadores en el más puro estilo brechtiano irán explicando su posicionamiento/ justificación de acciones acerca de las informaciones aparecidas en la prensa y que supusieron la apertura de investigaciones globales y el cierre de su bufete en 2018. Mossak y Fonseca no solo serán los introductores de los distintos casos que se nos presentarán en un formato episódico y con un concepto para cada uno de ellos que remarcan que «el pez grande se come al chico», sino que irán adquiriendo roles distintos a lo largo de cada uno de ellos desde conductores que tienen como pasajeros del coche a sus víctimas a maestros de ceremonias en salas de fiesta. Unos roles que se desarrollan siempre en ambientes de lujo frente a las penurias que tienen que pasar algunas de las víctimas con las que empatizamos, o frente a las inesperadas sorpresas a las que se enfrentan los clientes más poderosos y con las que no empatizamos en absoluto.

Ellen Martin (Meryl Streep) con Malchus Irvin Boncamper (Jeffrey Wright)

Así, la historia principal  de The Laundromat tiene como protagonista a  Ellen Martin (Meryl Streep) quien tendrá problemas para cobrar el seguro de vida de su marido Joe (James Cromwell) fallecido en un accidente mientras disfrutaban de un día de vacaciones. Los mismos problemas que tendrán el patrón de la embarcación, el Captain Paris (Robert Patrick) y su abogado Matthew Quirk (David Schwimmer) en una historia que queda absolutamente difuminada y cuyos personajes son esencialmente planos. Cada uno por su lado protagonizarán la escenificación del entramado financiero ubicado en Panamá formado por una auténtica maraña de subempresas y subcontratas virtuales caracterizadas por la falta de escrúpulos de sus responsables. La fórmula es simple: las empresas, como la liderada por Malchus Irvin Boncamper (Jeffrey Wright), serán inexistentes e inasequibles y los documentos serán firmados y/o aceptados por trabajadoras sin capacidad para ello que, en caso de ser descubierto el fraude, serán ampliamente recompensadas por los servicios prestados. Este planteamiento —que formaría parte de las historias empáticas para el espectador— son tremendamente frivolizadas en The Laundromat al transformar a Ellen Martin, configurada inicialmente como resiliente e inconformista, en una ama de casa bastante simple que liga todos los cabos del entramado solo consultando Google. Una verdadera lástima porque justamente esta frivolización resta credibilidad a la premisa inicial de la película al romper estrepitosamente el tono ácido-festivo de los maestros de ceremonias Mossack y Fonseca y de los episodios que nos introducen.

La trama china de la historia con Gu Kailai (Rossalind Chao)

Por otra parte, The Laundromat intentará hacer un ejercicio de conexión entre las historias como si de la misma maraña económica se tratara, aunque la verdad es que lo consigue parcialmente. Así, la fallida compra de un apartamento con vistas al paseo donde Ellen conoció a su marido en Las Vegas iniciará el viaje a los distintos escenarios y personalidades implicadas en el blanqueo de capital. Y también de la «geografía» de los clientes.  Ni que decir tiene que la vendedora de la inmobiliaria Hannah (Sharon Stone) preferirá a los compradores rusos que pagan cifras millonarias en efectivo y que no tienen ningún miramiento en seguir las órdenes del  cartel de  Sinaloa y de magnates persas o saudíes. Tampoco será ajeno a estos blanqueos de capitales Charles (Nonzo Anozie), un potentado africano afincado en Los Ángeles que paga a su hija Simone (Jessica Allain) una cantidad ingente de dinero para tapar sus devaneos con su mejor amiga. Y, finalmente la trama china en la que se ve envuelta la familia de un importante miembro del partido comunista a través de Gu Kailai (Rosalind Chao) y su conseguidor Maywood (Mathias Schoenaerts) con claras repercusiones políticas. Y decimos que  lo consigue parcialmente porque la propuesta inicial de Soderbergh se transformará en una especie de sainete con resultados absolutamente deslabazados y esperpénticos que servirá para remarcar que los ricos merecen la suerte que les ha tocado vivir. O, lo que es lo mismo, que la justicia poética existe para los poderosos.

La ruptura de la cuarta pared se ve diluida en la película

Con ello no queremos decir que no se puedan tratar de manera cómico-satírica e incluso maniquea temáticas contundentes, sino que la apelación directa a las audiencias de los personajes con esa ruptura de la cuarta pared que augura una narración reflexiva va a verse diluida a medida que avanza la película. También pierden eficacia los títulos que encabezan cada uno de los episodios que, en algunas ocasiones, se contradicen con la narración posterior. Como también resultará negativa la simplicidad de las acciones de los personajes  con los que el espectador se identifica que llegan a mostrar un alto grado de resignación que no debería ser sinónimo de conformismo. Así pues, para los seguidores acérrimos de Soderbergh —entre los que me incluyo— The Laundromat es una pequeña decepción a pesar del interés del argumento y del enorme reparto que lo forma; aunque, como señalan algunas críticas, su tono ligero sin duda engancha a un espectador menos exigente. Quizá sea esa la finalidad de Soderbergh: el hacer asequible y ligero al espectador un escándalo financiero de enormes dimensiones. Quizá también sea la finalidad de The Laundromat el ahondar en la enorme brecha entre la población de a pie y los poderosos y ofrecersela como una tragicomedia con buenos y malos y no como una narración cuasi épica. Sea como fuere, es de agradecer que Steven Soderbergh encare como argumento todo el entramado panameño; la lástima es que lo haga de una forma tan endeble. Y es que para contundencia crítica tenemos El Reino de Sorogoyen, obra maestra donde las haya.

 

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