Violencia macabra en nombre de Dios. The Devil all the Time (Antonio Campos, 2020)
Cada vez son más las películas que Netflix produce y estrena en su propia plataforma. Desde sus primeros estrenos como Annihilation (Alex Garland, 2018) hasta ultimas cintas como I’m thinking of ending things (Charlie Kaufman, 2020), el servicio de cine y series en streaming ha apostado por proyectos liderados por grandes creadores y por unos repartos estelares. Este pasado miércoles 16 de septiembre se estrenó en su plataforma la nueva película de Antonio Campos, The Devil all the Time -basada en la novela homónima de Donald Ray Pollock- con tintes de thriller y suspense macabro que gira en torno a unos personajes de la América profunda de los años cincuenta cuyas vidas se ven envueltas de violencia, abusos y religión.
Una voz en off con acento americano sureño nos guía a través de una historia macabra que toma lugar en un pueblo perdido de Ohio. La historia comienza con Willard Russell (Bill Skarsgård), un veterano de la Segunda Guerra Mundial que se casa y forma una familia en la comunidad de Meade. Willard lleva una vida dura pero feliz junto a su querida esposa Charlotte y su hijo Arvin. Suelen rezar cada día a Dios, pues así se les inculcó desde pequeños, en la iglesia o en un selecto lugar más allá de su jardín. A pesar de que no sean del todo bien recibidos en la comunidad y sean víctimas de insultos y agresiones (sobre todo las que recibe el pequeño Arvin en el colegio), los Russell viven felizmente. Pese a todo, la tragedia no tarda en llegar y Charlotte (Haley Bennet) enferma de un cáncer incurable, y es aquí cuando el marido de esta enloquece, comienza a desatar su comportamiento violento, llegando a «sacrificar» al perro de su hijo para que Dios perdone la vida de su mujer. Un acto en vano, pues Charlotte fallece y Willard, enfurecido y abatido, acaba con su propia vida, dejando a su hijo huérfano al cuidado de su abuela.
Al mismo tiempo aparecen otros personajes. Por un lado, conocemos brevemente a Carl y Sandy Henderson (a quienes dan vida Jason Clarke y Riley Keough), un matrimonio que se dedica a recoger a jóvenes que hacen autostop para desnudarlos, tomarles fotos, mutilarlos y asesinarlos con tal de encontrar el verdadero rostro de Dios al realizar esos actos. Por otro lado, se nos presenta una chica llamada Hellen Hatton (Mia Wasikowska) quien se casa con Roy Lafferty (Harry Melling), un aspirante a reverendo que enamora a Hellen a través de sus discursos y sus misas. Sin embargo, el matrimonio no durará mucho. Roy, creyendo haber escuchado la voz de Dios, asesina a su mujer con tal de probar el poder de resurrección que supuestamente le ha dado su deidad. En su huida, tras ver que no puede devolverle la vida a su esposa, es interceptado por el matrimonio Henderson, quienes acaban asesinando al enagenado reverendo.
No obstante, la estirpe de Hellen y Roy no finaliza ahí, pues ambos concibieron a un bebé que dejaron al cuidado de la madre de Willard Russell, que se ve obligada a criar a la pequeña criatura dado el destino final de sus padres. Así, Arvin Willard y Leonora Laferty crecen juntos como hermanos y es en la adolescencia cuando ambos personajes toman rumbos diferentes. La Leonora adolescente es extremadamente creyente y débil, y el Arvin adolescente (interpretado por Tom Holland) es altamente violento -igual que su padre-, rechaza la religión católica y adopta el papel de salvador y protector de su hermanastra. A lo largo de la película, el joven deberá enfrentarse contra el nuevo reverendo (Robert Pattinson), quien se aprovecha sexualmente de chicas jóvenes, devotas e indefensas; y a la vez se topará con personajes como los anteriormente mencionados Sandy y Carl, y con el asheriff Lee Bodecker (Sebastian Stan) que tratará de hacer la vista gorda a cualquier caso que pueda complicar o poner en peligro su vida.
Pese a tener varios puntos fuertes, la cinta decae en muchos otros que acaban por rebajarla al punto de volverse una cinta mediocre y fácil de olvidar. Su punto más interesante es lo visual, pues destaca sobre todo por el trabajo de iluminación. Lol Crawley -director de fotografía que ha trabajado en otras cintas como Vox Lux (Brady Cobert, 2018) y 45 Years (Andrew Haigh, 2015)- realiza un trabajo brillante, sobre todo en las escenas nocturnas donde dota a la imagen de un tenebrismo barroco jugando con los claros oscuros como si se tratase de cuadros de Caravaggio o Rembrandt. Su elección por los colores apagados dota a la imagen de un aire tétrico y ausente de vida; igual que el pueblo que Antonio Campos nos describe, pero son sus personajes y su formula narrativa la que hace que su película decaiga.
Las interpretaciones son dignas de mención -en concreto el trabajo de algunos actores por conseguir un acento sureño muy cerrado propio de la zona y de la época-, pero la construcción de tales personajes deja mucho que desear . Campos nos presenta a una gran cantidad de personajes sin definirlos del todo bien. Se establecen claramente sus aspiraciones pero no se ahonda en sus motivos, en si psicología, en el por qué de sus acciones. Todos parecen personajes malvados por la simple razón de serlo, no hay apenas una historia detrás. Además, parece que trata a sus personajes masculinos como gente fuerte, con convicciones claras e impasibles y a sus personajes femeninos como mujeres perdidas, ciegamente devotas y fieles a Dios, y necesitadas de alguien que las proteja de los males de su alrededor. Un enfoque muy sexista por parte del productor de filmes más notables como Martha Mercy May Marlene (Sean Durkin, 2011).
Con The Devil all the Time uno tiene la sensación de estar viendo una película con un signo personal con influencias claras al cine de los hermanos Coen, pero que fracasa en su intento de abordar y seguir diferentes tramas y personajes que más que añadir suspense e interés, acaban resultando torpes y terriblemente estereotipados.
Graduado en Comunicación Audiovisual en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (Universidad de Comillas). Apasionado por el cine, las series de televisión, los cómics y toda forma de arte secuencial. Interesado en toda obra filosófica, transgresora e innovadora.