Y de repente tú: ¿feminismo versus amor?
Y de repente tú es una película escrita y protagonizada por Amy Schumer. Me suscita curiosidad esta nueva generación de «cómicas feministas» -según ellas-, en cuyo grupo incluyo a mi estudiada Lena Dunham, que también suele escribir y protagonizar sus trabajos. Comparten otras muchas características, que dejaré, quizá, para otra entrada sobre personajes. Estas autoproclamadas feministas, se caracterizan por varias cosas, entre las que voy a destacar su ocurrencia para llamar la atención del público tratando temas que otros no suelen atreverse a airear, bien por su contenido o bien por la forma en que lo hacen, que rozan -y a veces sobrepasan- lo soez. Ellas justifican esta «originalidad» con la necesidad de manifestar sus ideas feministas, pero no puedo evitar atisbar tras ello posibles intereses económicos, derivados de cubrir distintos nichos de audiencia. Necesitaría otro artículo más para plasmar el estado de confusión en que se encuentra el feminismo actual, al que mujeres tan influyentes como las mencionadas contribuyen en gran medida.
Teniendo en cuenta este contexto, y después de haber visto la serie que ha hecho famosa a Amy Schumer –Inside Amy Schumer-, no me extrañó la primera parte de -la demasiado extensa: dura más de 2 horas- Y de repente tú. Comienza con el padre de la protagonista -también llamada Amy- explicando a sus hijas que la monogamia es un mito. Para ello, usa la metáfora de lo cansino que es jugar siempre con las mismas muñecas, lo que las niñas entienden y comparten a la perfección. En adelante, esta aceptación será la norma que siga guiando la vida de Amy en adelante. Ello propicia una clara inversión entre los roles estereotípicos masculinos y femeninos en la película, donde las mujeres (con excepciones) son promiscuas, frías, dominantes y nada dulces; mientras que ellos -incluyendo a musculitos como John Cena o el propio LeBron James (existen otros muchos cameos)- aparecen como personajes sensibles, centrados en las conversaciones amorosas, buscando el amor estable, o formar una familia con hijos. Concretamente Amy encarna precisamente todas las características tradicionalmente negativas de los personajes masculinos: bebe como una cosaca, fuma porros a discreción, dice tacos sin parar, presume de sus conquistas sexuales, parece no tener sentimientos… Primera impresión errónea que puede dar: ser feminista es asumir todos esos rasgos estereotipados de «macho» en base a la igualdad entre hombres y mujeres. Pero ser feminista no es eso: lo negativo o pernicioso, lo es tanto en el hombre como en la mujer.
Pero, ¡pobre Amy!: cuando muestra atisbos de regeneración y cordura, es criticada en las reseñas porque entonces su película acaba siendo una comedia romántica al uso. Total: nadie está contento. Pero no se puede juzgar tan a la ligera, ya que un análisis más detenido de la película muestra que Amy en verdad estaba viviendo su vida de forma artificial, marcada por lo que su padre pensaba y le inculcaba y no por una verdadera convicción sobre la forma de vida que llevaba. Ella no se transforma y convierte de repente al amor, como por arte de magia, gracias a un príncipe azul, como sugieren quienes la critican. Amy ya tenía dentro esos sentimientos, empezando por lo muchísimo que quiere a su padre, a pesar de su difícil carácter; lo mucho que quiere a su hermana, a pesar de que también tiene sus defectos; lo que se preocupa por sus amigos, que tampoco son los ideales… etc. etc. Lo que ocurre es que no quiere reconocer lo que realmente le importa porque tiene miedo de no ser capaz de conseguirlo, como ella misma confiesa a su hermana. Es cierto que la película puede dar la impresión de que, como en los cuentos clásicos, es el hombre -su novio, Aaron Conners, representado por Bill Hader- quien propicia la transformación de Amy. Pero mirando en profundidad, vemos que él no hace nada por cambiarla, la ama tal y como es -como él mismo le explica -, y le proporciona diálogo y ayuda sinceros -como cualquier buen amigo o amiga-, además de amor del bueno en todos los sentidos. Es ella quien se va sincerando consigo misma, y va reconociendo lo que realmente le hace feliz, lejos de imposiciones postizas -como las teorías de su padre-, que cada vez le van llenando menos, y que la llevan a reconocer entre lágrimas: «No estoy bien». Este encuentro con su auténtico yo le lleva a luchar con ilusión por lo que quiere, que no es sólo el amor por este cirujano, sino también por su trabajo. Así, en vez de hundirse tras ser despedida por su jefa -representada por Tilda Swinton, que también encarna los vicios típicos de los jefes hombres- rehace su artículo sobre el Doctor Aaron y consigue que se lo publiquen en otra revista de incluso mayor prestigio que la anterior.
Puede haber aspectos criticables desde un punto de vista feminista: por poner un ejemplo, seguro que hay a quien le choque, por ejemplo, la presencia de cheerleaders en una peli protagonizada y escrita por una supuesta abanderada del feminismo. Pero, teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, creo que sería erróneo basar la falta de compromiso con la defensa de los derechos de las mujeres de esta película en el hecho de que la protagonista termine optando por tener una relación de compromiso con la persona a quien ha visto que merece la pena amar como la ama. Esa afirmación sería incoherente con el mensaje feminista que anima a las mujeres, precisamente, a actuar de forma libre, teniendo en cuenta qué es lo que las hace realmente felices sin perder su dignidad y sus derechos -ni afectar a los de los demás-, y no siguiendo las imposiciones que les vengan de fuera. Es una actividad sana y aconsejable para las mujeres… y para los hombres.