Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

«Yaoi», mafias callejeras y corrupción del sistema: «Banana Fish» (2018)

En junio del 2018 se estrenaba el anime Banana Fish, adaptación del manga homónimo de la mangaka Akimi Yoshida que realizaría entre 1985 y 1994. Con un título más que sugerente y bizarro que llamaría la atención a cualquier espectador curioso, la serie se convirtió en una de las ficciones animadas niponas más exitosas del año pasado (aún pasando un poco desapercibida a nivel mundial). Un hecho que se subsanó gracias a la colaboración de Amazon con la productora noitaminA que la distribuyeron de forma internacional en la plataforma streaming.

Realizada por el estudio de animación MAPPA, la historia nos introduce a Ash Lynx, un adolescente líder de una banda callejera y “marioneta” del jefe de la mafia corsa de la ciudad de Nueva York, Papa Dino Golzine. Así, cansado de ser el sicario y juguete sexual de Golzine, Ash emprenderá su propia cruzada contra el sistema criminal de la Gran Manzana motivado por la aparición de su hermano mayor Griffin, quien tras volver de la Guerra de Irak, solo repetirá las palabras que darán título a la serie: “banana fish”. La investigación de Ash se verá truncada cuando aparezca Eiji Okumura, un joven aspirante a fotógrafo proveniente de Japón que se verá envuelto en una guerra abierta entre las bandas de los suburbios de la metrópolis.

Ash se enfrentará a los demonios de su pasado en Banana Fish

De esta manera, la serie pivotará entre varios ejes temáticos: por un lado, el control de las calles de Nueva York por parte de las bandas callejeras; y, por otro lado, la incógnita por resolver qué es realmente “Banana Fish” y qué relación tiene con las mafias de la ciudad. Así, la serie lo que intentará plantear es una crítica a la corrupción en las altas esferas del poder político, judicial y militar, al igual que realizar una radiografía de la extrema violencia entre los grupos de jóvenes marginales controlados por las mafias (en este caso intervendrán los clanes corsos, chinos y afroamericanos) que desarrollarán su instinto de supervivencia para coexistir en el mundo tan hostil que les ha tocado vivir. O, mejor dicho, que se les ha exigido vivir.

En este sentido, otro de los elementos distintivos de Banana Fish será la explotación del género del Yaoi para realizar su crítica hacia los abusos de poder y para desarrollar el arco emocional de algunos personajes; en especial el de Ash. Para aquellos que no estén familiarizados con la jerga del anime, el género Yaoi o “Boy’s Love” es aquel que desarrollará temáticas estrictamente homosexuales entre hombres – su equivalente lésbico se denominará Yuri – y que tendrá un amplio seguimiento por parte del público femenino. A pesar de que la serie tiene claras referencias a contenidos homoeróticos, dichas temáticas no se enfocarán hacia el ámbito romántico – más allá de las posibles connotaciones que se establecerán en la relación entre Ash y Eiji – sino que girará en torno a la temáticas como la pederastia, la violación y las torturas sexuales. Unas situaciones que se abordarán de manera no explícita y que se acercarán más a las características del Shônen-Ai que del Yaoi prototípico. Unas pautas que, aunque escabrosas y ciertamente violentas para el espectador, se integran perfectamente en el argumento y huyen de una representación “natural” de los personajes homosexuales como parte del discurso. Un hecho muy criticado en las producciones Yaoi y Yuri que no se atreven a plantean la problemática sobre la identidad sexual en Japón la que aún se considera como una cultura latentemente homófoba. Así, todo lo que arriesgan las narrativas niponas en sus producciones animadas con la exploración y ruptura de las identidades de género – como la androginia o el travestismo – se verá cuestionada por la sensación de “camuflar” las relaciones claramente homosexuales.

La pederastia y la violación son unas de las temáticas recurrentes del Shônen-Ai y una de las bases argumentales del Banana Fish

Siendo un thriller de acción bastante bien ejecutado, la serie desarrollará su arco argumental con un ritmo ágil y con una gestión de la información graduada a medida que se suceden los episodios. Sin embargo, con 24 capítulos en total (cada uno con el nombre de una obra literaria de los escritores modernos norteamericanos más importantes como J.D Salinger, Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway), se hace inevitable asistir a una especie de reiteración de las acciones y situaciones que harán que la serie se queda un tanto estancada en sus episodios centrales (sobre todo los correspondientes a su tercera parte). Secuestros exprés, personajes que desaparecen de forma fugaz, personajes que no evolucionan, conversaciones que girarán en torno a lo mismo… Una especie de déjà vu narrativo y una repetición de fórmulas que podrían desencantar al espectador más exigente. Sin embargo, durante su tramo final, la serie consigue recomponerse y tener un clímax realmente brillante que supera cualquier “posible carencia” anterior.

En definitiva, Banana Fish no es un anime prototípico. Con la intención de crear un thriller complejo lleno de giros argumentales, de conspiraciones y de antihéroes postmodernos, la serie sabe combinar de manera muy atractiva la acción y la emoción – empezando por los maravillosos títulos de crédito del grupo de j-rock Survive Said the Prophet con las canciones Found & Lost y RED. Banana Fish es una serie sorprendente y distinta que va mucho más allá de su etiqueta de Yaoi.

 

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