Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

5 razones para ver «Good Omens» (Amazon Prime, 2019)

No cabe duda de que la oferta de ficción televisiva es inmensa y, en muchos casos, inabarcable. Siempre encuentras —y también se encargan de hacértelo saber las cadenas en streaming a las que estás suscrita/o— series que te llaman la atención. Este es el caso de Good Omens, producida por Amazon Prime y estrenada el 31 de mayo de 2019. Una miniserie cuyo visionado vas atrasando en favor o todo lo contrario de otras ficciones que te parecen más interesantes o que se ajustan más a tu estado anímico. Pues bien, tras ese retraso involuntario, aquí van cinco razones para no dejar de ver esta deliciosa y estrambótica serie desarrollada en seis episodios.

1. Los autores. Good Omens está basada en la novela  Good Omens: The Nice and Accurate Prophecies of Agnes Nutter, firmada por Terry Pratchett y Neil Gaiman, dos de los autores contemporáneos más reconocidos del género fantástico. Publicada en 1990 y planteada como colaboración entre los dos escritores (quienes de manera chistosa se han encargado de hacernos saber los porcentajes de cada uno de ellos en la obra, además de establecer una divertida pugna por ver quién de ellos tenía las ideas más ocurrentes), Good Omens cumple con una de las características esenciales de sus escritos: la utilización de la mitología como base esencial para plantear temáticas contemporáneas. Así, tanto Pratchett en su ingente trabajo literario en Discworld (formada por 41 novelas desde 1983 a 2015, año de su muerte) como Gaiman en The Sand, Coraline, The Graveyard Book y especialmente en American Gods utilizan la cosmogonía fantástica, por una parte, y la religiosa, por otra parte para mostrar su continuum cultural y social. Los mundos fantásticos medievales, las brujas, los magos, los ángeles, los demonios y los dioses que son parte del imaginario colectivo se convierten en personajes de nuestro entorno y, por tanto, su significado se actualiza. Una actualización presente en la serie cuyo guion correrá a cargo de Neil Gaiman.

Aziraphale (MIchael Sheen) y Crowley (David Tennant) en un momento de la miniserie

2. El argumento. La serie dirigida por Douglas Mackinnon (que ha trabajado en series como Sherlock o Doctor Who, entre otras) narra la particular relación que se establece entre en ángel Aziraphale (Michael Sheen) y el demonio Crowley (David Tennant), enviados a la Tierra como delegados de sus respectivos jefes tras sus actuaciones en el Jardín del Edén. Instalados más o menos cómodamente en la Tierra desde ese momento, reciben la noticia de la llegada del Anticristo, un bebé  asignado a la familia del embajador norteamericano en el Reino Unido que al cumplir 11 años desencadenará el fin del mundo. Así, Crowley será el encargado de depositar al bebé en un hospital «infernal» donde, por circustancias fortuitas, será entregado a una familia de la pequeña ciudad de Tadfield. Once años más tarde, Aziraphale y Crowley, nada conformes con que empiece el apocalipsis, ponen en marcha su propia agenda para desbaratar la guerra entre las fuerzas divinas y las fuerzas satánicas que comparten el plan inefable de destrucción de la humanidad. A ese mismo empeño se dedican Anathema Device (Adria Arjona) descendiente de Agnes Nutter, y Newton Pulsifer (Jack Whitehall) y el Sargento Shadwell (Micahel McKean) como únicos miembros de la Asociación de Cazadores de Brujas de Londres. Un argumento, pues, enmarcado de lleno en el denominado Postmodern Sacred.

Ángel y demonio con el joven Adam Young (Sam Taylor Buck)

3. Los personajes y la contemporaneidad. Como no podría ser de otro modo, los personajes de Good Omens son esencialmente estrafalarios funcionando por contraste. Aziraphale es un ángel patoso, bien intencionado, empático con los humanos (de ahí su caída en desgracia en el Jardín del Edén) y un apasionado de los libros de profecías. Aziraphale regenta una librería de textos antiguos en Londres, es un gourmet rematado y tiene como peculiaridad el ser el único ángel que sabe bailar la gavotte. Por su parte, Crowley es un demonio gamberro que oculta sus ojos viperinos tras unas gafas de sol, conduce alocadamente su coche-fetiche y escucha compulsivamente la música de Queen. Esta contraposición tiene dos puntos de unión:  el compartir siglos en la Tierra que han facilitado su camaradería convirtiéndoles en una extraña pareja, y el ser conscientes de la artificialidad de una pugna entre el bien y el mal fomentada por un pensamiento religioso esencialmente bélico y hostil. Un primer mensaje reforzado por la imagen de un cielo corporativo liderado por el arcángel Gabriel (John Hamm) y un infierno zarapastroso con Beelzebub (Anna Maxwell Martin) a la cabeza que no dudan en unirse para cumplir la destrucción de la humanidad. Así la falsa predestinación que coarta el comportamiento de la humanidad va a ser esencial en la serie. Una falsa predestinación que alcanza a Anathema Device y a Newton Pulsifer. A ello se va a unir la plasmación de los grandes «pecados» de la contemporaneidad representados por tres de los cuatro jinetes del apocalipsis en forma de moteros (literalmente «Angels of Hell»): la Guerra indiscriminada, el Hambre en determinadas regiones de la Tierra y la Polución (sustituyendo a la Peste tras el descubrimiento de la penicilina) generada por los hombres. Tres jinetes a los que se enfrentan los protagonistas y especialmente las nuevas generaciones representadas por Adam Young (un nombre más que simbólico) y su pandilla.

El zarapastroso infierno de «Good Omens» y su líder Beelzebuz (Anna Maxwell Martin)

4. La hibridez genérica y la estructura en mind game. Como hemos señalado, Good Omens narra la llegada del Anticristo a la Tierra y los intentos por abortar el inicio del Armageddon. Un relato contado por la voz de Dios (Frances McDormand) que servirá para desplegar la temporalidad de la serie desde su inicio en el Jardín del Edén, pasando por  el cambio de bebés en el hospicio diabólico y las actuaciones de Aziraphale y Crowley en la Historia hasta llegar a los días/horas/semanas previas al fin del mundo. Una estructura temporal alterada de la que se nos informa de manera precisa a través de carteles. Esta ruptura de la temporalidad se acompaña en Good Omens por una extrema hibridez genérica y estética que marcan los diferentes tonos de las situaciones y los personajes. Así, Good Omens utiliza un tono épico-satírico en la caída de Adan y Eva bastante cercano a cualquier película de los Monty Python o Mel Brooks como también lo hará en el repaso de las «hazañas» históricas de Azraphale y Crowley. La comedia de enredo(s) será la base del cambio de los bebés al inicio de la serie. La deformación de los clichés relacionados con la caza de brujas o las sesiones de espiritismo tienen su reflejo en las búsquedad de Anathema Device y los miembros de la asociación londinense, por una parte, y en la inefable sesión de Madame Tracy (con una espectacular Miranda Richardson), por otra parte. Como también seguirá los esquemas de las posesiones infernales la transformación de Adam Young si bien esta se relaciona con la construcción de personajes-juveniles-como-pandilla relacionables con producciones icónicas como E.T (o la española Verano Azul) con bicicletas incluidas. Una hibridez genérica que alcanza, como ya se ha comentado, a la construcción del cielo como corporación y al infierno como un submundo muy cercano a la estética circense. En definitiva, una mezcla que funciona en Good Omens —aunque a veces sea reiterativa y sobren algunos episodios— y que no deja indiferente al espectador.

La pareja cómico-romántica formada por el sargento Shadwell (Michael McKean) y Madame Tracy (Miranda Richardson)

5. Unos actores que disfrutan. No se puede negar que los actores que participan en Good Omens se lo pasan en grande tomándose la creación de sus personajes como lo que es la serie,  una historia aparentemente épica contada de manera estrambótica y de forma esencialmente irreverente y gamberra. No es de extrañar que en estos parámetros la pareja formada por Michael Sheen y David Tennant resulte simbiótica. Como también lo es la contraposición de los líderes de cielo e infierno con John Hamm y Anna Maxwell Martín como caras visibles, unos actores a los que solemos asimilar a producciones de estilos y tonos situados en las antípodas como son Mad Men o The Bletchley Circle; o la pareja cómico-romántica formada por el Sargento Shadwell y Madame Tracy, como auténtico comic relief de la serie de la que deseamos destacar la interpretación de esta última que es una auténtica joya. A todos ellos se unen las voces de Frances McDormand como narradora y las de Brian Cox (la Muerte) y Benedict Cumberbatch (Satan). Un lujo de reparto, sin duda alguna.

 

 

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