Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Caperucita sexualizada: análisis de «Cuéntame un cuento» (Atresmedia, 2014)

Es innegable que los cuentos clásicos como género tienen su lugar dentro de la narrativa audiovisual contemporánea: todos tenemos en mente películas como Enchanted (2007), Frozen (2013) o Maleficient (2014) e incluso series como Once Upon a Time (2011 – ) o Grimm (2011 – ), vigentes actualmente. Si en la película Caperucita, ¿a quién tienes miedo? (2011) de Catherine Hardwicke, directora de Crepúsculo (2008), ya podíamos adentrarnos en el gótico mundo de Valerie con la curiosidad sexual a flor de piel, la protagonista del capítulo destinado a Caperucita (perteneciente a una serie formada por cinco cuentos clásicos) no es diferente a tal respecto.

Claudia es la protagonista femenina de un cuento que se ha desprendido de su aspecto edulcorado, tradicionalmente asignado al género y cargado de representaciones mentales que forman parte del imaginario cultural de la audiencia el cual pretende omitir el origen oscuro de muchos cuentos. Sin embargo, la intención de los creadores de la serie (enmarcada dentro del thriller psicológico) es la de trasladar los cuentos clásicos a historias perfectamente asumibles en nuestra contemporaneidad donde sexo, violencia y muerte están presentes.

Bajo la aparente inocencia de Claudia se esconde una joven atractiva (con la fórmula introductoria “Érase una vez una niña muy guapa”) que recibe una capa roja como regalo de su decimosexto cumpleaños por parte de su abuela y, además, es valiente, desobediente y con una curiosidad sexual evidente. No se ignoran sus orígenes rurales aunque la protagonista se traslada a vivir a la ciudad con su madre, escenario no exento de peligros pues los lobos se encuentran en los lugares más insospechados.

La acción se inicia con un asesinato de una joven del instituto donde estudia Irene, la prima de Claudia quien es vista como una mala influencia para la madre de ésta pues ya ha tenido ciertas experiencias sexuales y cuenta con una picardía que Claudia irá desarrollando a lo largo del episodio. Irene acabará asesinada brutalmente por ese “Romeo2013” el cual ya se ha cobrado dos víctimas en el mismo lugar, el túnel y con la misma sangre fría, siguiendo un mismo patrón de conducta. Fran, compañero de clase y sospechoso de la muerte de la primera chica está interesado en Claudia y ésta no duda en mentir a su madre para verle de noche, pasear en moto y besarse con él, llegando a casa en el que se había desplegado un dispositivo policial encabezado por Joaquín, jefe de policía y novio de la madre de Claudia por su desaparición.

Sin embargo, no será el único que mostrará interés en ella: Antonio, el vecino treintañero que da clases de informática a su abuela se convertirá en su confesor y ella le propondrá quedarse un día a dormir en casa de su abuela para salir de noche con él cuando ella duerma sin ser consciente de los peligros de lo que su actuación puede acarrear. Observa y examina su cuerpo en ropa interior frente al espejo y ve por una fracción de segundo que Joaquín la ve a través de la puerta al que acuse frente a su madre como si la hubiera estado espiando. Cuando su abuela se ha dormido, Claudia y Antonio se van a un local a beber, bailar y, también, besarse y donde ella se desinhibe actuando como si fuera adulta.

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Al volver al edificio de su abuela ella tiene la intención de subir a casa de él con unas ciertas pretensiones sexuales lo cual difumina la imagen de una inicialmente inocente Claudia de pueblo. Él acepta, suben, entran a su piso e, inmediatamente, se lanzan encima del sofá: ella adopta una posición de dominación al situarse encima de él, besarle apasionadamente y empezar a desnudarse ella misma, aumentando la temperatura. Sin embargo, él tiene un problema de erección y se marcha. Ella acaba descubriendo que tuvo «cibersexo» con su prima aunque ello no lo incriminaba como asesino. Después de una discusión con su madre, se siente agobiada y, en un acto impulsivo adolescente llama a Fran para desahogarse y acaba teniendo sexo con él, el cual lleva tatuado un lobo grande y lo apuntan como el “lobo” que toda la audiencia andaba buscando pero las apariencias engañan.

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Aquellos que muestran interés de diversa índole por ella (Fran, Antonio, Joaquín) son apuntados como potenciales asesinos en serie, todos encarnados por figuras masculinas sin poner en tela de juicio el comportamiento de la presunción de inocencia de las figuras femeninas que parecen quedar de forma automática descartadas por una cuestión de género. El verdadero agresor será su amiga Teresa, una loba con piel de cordero quien se ha ganado la confianza de Claudia para seguir sus pasos de cerca y poder controlar sus acciones ya que sigue obsesionada por el amor que siente por Fran, quien no la desea. El final de la serie se presenta como rupturista con respecto al cuento original y enmarcado en este thriller en la que los supuestos asesinos son inocentes y las aparentes jóvenes inocentes (Claudia y Teresa), son más peligrosas de las que a priori se había considerado: por la sexualización de Claudia y por la faceta asesina de Teresa.

 

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