Crisis, soledad y supervivencia: el cine de J. C. Chandor
En 2011 hacía su presentación en el Festival de Sundance la película Margin Call, el primer film de Jeffrey McDonald Chandor, un estadounidense nacido en 1973 en New Jersey, guionista y hasta el momento director de anuncios publicitarios que presentaba un proyecto arriesgado: los efectos de la especulación inmobiliaria en inversores anónimos y pequeños ahorradores absolutamente ignorantes de los tejemanejes de una empresa de brokers quienes, a sabiendas de la quiebra del mercado, continúan especulando para conseguir pingües beneficios. Un argumento de más que rabiosa actualidad, con una puesta en escena más que impecable y con un soberbio elenco de actores que convirtieron en fascinante un diálogo extraordinariamente especializado y críptico, el financiero. Y es que este argumento contemporáneo tenía los rostros de Kevin Spacey, Jeremy Irons, Stanley Tucci, Zachary Quinto, Paul Bettany, Simon Baker y Demi Moore, algo inusual para una primera obra de un director desconocido.
Un riesgo que J.C. Chandor superó con creces tal como demostró su nominación al Oso de Oro de la Berlinale de ese mismo año y al Oscar al mejor guión original. Un riesgo que señalaba la crítica del Festival de Berlín, Stephanie Zacharek, al comentar que Chandor había roto los esquemas típicos del director novel sustiuyendo la consabida producción indie con dos personajes en un espacio cerrado o concreto por un argumento extraordinariamente complejo y un reparto de lujo cuyo resultado es una película excepcional. Y es que los conceptos que hemos estado aplicando a Margin Call van a poder aplicarse también a la producción de Chandor que tiene por el momento en su haber dos películas más: All is lost (2013) protagonizada exclusivamente por Robert Redford y A most violent year (2014) con Oscar Isaac y Jessica Chastain.
Ni que decir tiene que cuando actores de la talla de los que hemos mencionado se enrolan en proyectos de un director no excesivamente conocido -sobre todo en el primer largometraje- es porque ese director les ofrece una historia y unos personajes interesantes y porque confían plenamente en su trabajo de dirección. Una combinación que Chandor cumple de manera escrupulosa.
A pesar de la corta trayectoria de Chandor, se pueden apreciar en sus tres películas unas constantes temáticas que dan título a este post, la crisis, la soledad y la supervivencia, todos ellos en una trayectoria que va de lo individual a lo general y con unos personajes diseñados al milímetro e inmersos orgánicamente en las premisas iniciales de cada uno de los films.
Margin Call comenzará en un día normal de una empresa gestora de riesgos en la que se produce un despido masivo ocasionado por los efectos de una incipiente crisis económica. Conoceremos a Peter Sullivan (Zachary Quinto), un eficiente y honesto analista de riesgos, a Will Emerson (Paul Bettany) un joven jefe de la mesa de negociación cuya única motivación es la consecución de dinero para poder llenar de lujo una vida absolutamente vacía y desperdiciada y a Eric Dale (Stanley Tucci), el veterano jefe de riesgos que ha sido despedido incomprensiblemente quien ha detectado una pérdida masiva de capitalización del mercado que hace que la empresa esté en bancarrota y que los modestos inversores de capas populares estén arruinados. Esta premisa que, sin duda, daría lugar a una multiplicidad de desarrollos argumentales va a ser transformada en la introspección en el funcionamiento de los poderes fácticos económicos y en las miserias personales de sus protagonistas: el falto de escrúpulos John Tudd (Jeremy Irons) quien ordena vender todos los activos tóxicos sin ningún tipo de contemplación, el servil y odiado por su familia Sam Rogers (Kevin Spacey) y, finalmente a los jefes de gestión de riesgos Jared Cohen (Simon Baker) y Sarah Robertson (Demi Moore) quienes saben que, a pesar de intentar salvar la situación, uno de ellos será usado como chivo expiatorio ante los medios de comunicación. Un microcosmos cerrado que cobijará a personajes con historias personales/individuales muy diversas -algunas de ellas muy cercanas al cliché que es sabiamente reconducido por Chandor- fácilmente equiparables a los modelos y esquemas sociales. Sus historias no nos resultarán extrañas porque las audiencias reconocemos la columna vertebral de cada uno de los personajes independientemente de sus nombres. Hemos leído sobre ellos en los periódicos, los hemos tratado en bancos u otras instituciones financieras o los hemos visto en los noticiarios. Quizá alguno de ellos nos haya llamado por teléfono para intentar especular con nuestros bonos y ahorros.
Una generalización del personaje con mayúscula que será ampliamente desarrollada en el segundo film de Chandor, All is lost, en la que un veterano marinero sin nombre (Robert Redford) se enfrenta a una muerte segura tras el choque de su nave con un contenedor caído de un barco carguero. En un claustrofóbico espacio (un barco y el mar), este hombre anónimo deberá enfrentarse no tanto a su supervivencia como a la consciencia de la muerte, a un destino irremediable que supondrá -siguiendo algunos tópicos de películas con premisas semejantes- un repaso a su vida pero de manera especial una reconciliación consigo mismo en un viaje íntimo en una situación final crítica. Con escasísimo diálogo, todo el peso dramático de All is lost va a recaer en la interpretación y en la planificación de la película en la que, de nuevo, lo individual (el marinero, el barco) va a encontrarse solo ante lo inmenso y general (la trayectoria vital, el mar). De hecho, poco importa que sea un naufragio el detonante de la acción -bien podría haber sido otra situación equiparable dramáticamente hablando como vemos, por ejemplo en Gravity o The Martian– lo que realmente importa es el viaje personal del individuo, de su lucha interior y de la asimilación de un destino inexorable, sin ningún tipo de ex machina ni artificio discursivo que provoque un final feliz, porque un final feliz desvirtuaría por completo lo que Chandor nos está contando a través de Robert Redford.
Finalmente, A most violent year nos situará en 1981, en Nueva York donde el propietario de una compañía de transportes de carburante, Abel Morales (Oscar Isaac) se enfrentará a los constantes ataques y robos a su flota de camiones, un hecho que le llevará a la quiebra y a pedir dinero a un alto interés a sus competidores y prestamistas judíos para poder subsistir. Defensor de una actitud conciliadora y dialogante, Abel se verá constantemente presionado por su mujer Anna (Jessica Chastain) quien le reclamará un posicionamiento más violento y por el fiscal del distrito (David Oyelowo) quien le investiga por evasión de impuestos y por enriquecimiento indebido al almacenar carburantes y provocar una subida en los precios del mercado. De nuevo la economía y la especulación económica van a ser desarrollados por Chandor, esta vez a través de un argumento fácilmente trasladable por las audiencias a la contemporaneidad.
Y de nuevo serán los personajes los conductores de una historia muy alejada del thriller convencional del que, sin embargo, poseerá casi todos los ingredientes. Porque la historia de los Morales va a suponer una traslación profundamente sofisticada de la lucha entre el individuo y la sociedad: Abel (el individuo) va a ser diseñado como una persona honesta que intenta ser fiel a su idea de prosperidad basada en el esfuerzo, en la rectitud de comportamiento con sus competidores y, de manera especial, en una actitud ciertamente paternalista con sus trabajadores a los que intentará proteger sin éxito; por el contrario, Anna y los empresarios, prestamistas, e incluso el fiscal (la sociedad en todos sus matices) serán presentados como los titiriteros que manejan los hilos no solo del mercado o de las instituciones sino especialmente de los destinos del individuo. De entre todos ellos destacará el personaje encarnado por Jessica Chastain, calificado por algunos críticos -de una forma un tanto exagerada desde mi punto de vista- como la lady McBeth de la película, quien demostrará que todas y cada una de las acciones emprendidas y aparentemente conseguidas por su esposo de manera honesta han sido posibles porque ella ha cometido algún tipo de acción ilegal. El mensaje del film es, así, demoledor y ciertamente rousseauneano: el individuo se ve engullido por una sociedad que lo corrompe/lo destruye espiritualmente ejerciendo sobre él una violencia simbólica de la que difícilmente puede escapar. Un mensaje que nos retrotrae al primer film de Chandor, Margin Call y colateralmente a All is lost con los que compartirá, también, un tono oscuro y un tratamiento de espacios claustrofóbicos que enmarcan y devoran a todos cuantos habitan en él.
Con solo tres películas, J.C.Chandor se ha convertido en un director ampliamente premiado o nominado así como también lo han sido sus actores : a la Berlinale y al Oscar se unirán para All is lost y A most violent year prestigiosos certámenes como los Golden Globe, los Independent Spirit Awards, el London Film Critic’s Circle, el New York Film Critics Online, el Critic’s Choice Movie Awards, el Deauville American Film Festival o el New York Films Critics Circle. Con solo tres películas, Chandor es, actualmente, un director indiscutido.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.