Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Cuando 11 es mucho más que un número: La niña en el centro de «Stranger Things»

A estas alturas, y habiéndose estrenado la serie en 2016, cualquier persona amante de la ficción televisiva de calidad y/o de la literatura y el cine de los años ochenta sabe que Stranger Things es de visionado obligatorio. Con guiños a E.T., Los Goonies, Regreso al futuro, Poltergeist, las novelas más conocidas de Stephen King y muchas otras referencias culturales del Estados Unidos ‘ochentero’, es una serie del género fantástico protagonizada por una pandilla de chicos que termina siendo mixta cuando aparece un personaje clave para la historia: Jane Ives, más conocida como Eleven o ‘El’ –Once o ‘Ce’ en la versión doblada en castellano–, interpretada por Millie Bobby Brown.

La vida de Once está marcada por su secuestro por parte del Doctor Martin Brenner (Matthew Modine) para utilizarla en experimentos científicos de dudosa legalidad y ética. Afectada por las drogas consumidas por su madre, Terry Ives (Aimee Mullins), que se ofrece voluntaria como conejillo de indias y queda embarazada, la niña pasa a ser el objeto principal de interés para Brenner, quien se la arrebata a Ives y la cría bajo una disciplina aleatoria y perversa en su laboratorio. Siendo la única figura paterna para Once, Brenner le enseña que el cariño o los castigos dependen de su obediencia y su capacidad para mostrar y utilizar ciertos poderes, y que las expresiones de afecto nunca vienen por ella misma, sino por su performance como creación al servicio del científico.

Cuando el maltrato llega a un extremo inaceptable incluso para una niña solitaria, Once huye del Laboratorio Nacional de Hawkins, y los chicos la encuentran. Mike (Finn Wolfhard), Lucas (Caleb McLaughlin) y Dustin (Gaten Matarazzo) están en la primera temporada viviendo su propio drama porque su amigo Will (Noah Schnapp) ha desaparecido, y Once se convierte en una aliada clave para localizarle y tratar de salvarle. Ella se va dando cuenta de que, fuera de su jaula y lejos de las batas blancas que la han explotado, por fin puede encontrar buenas personas en quienes confiar, y aprende a comunicarse con ellos a pesar de sus carencias lingüísticas y a formar parte de una familia elegida cuyos miembros se protegen mutuamente. El retorcido Doctor Brenner será sustituido en su rol paterno a lo largo del desarrollo de Stranger Things por el torpe, brusco y bienintencionado jefe de policía Jim Hopper (David Harbour), que se acercará progresivamente a Once y jugará un papel muy importante en su integración en la comunidad como una niña más.

Sin embargo, Once no es solo una criatura desvalida a quien la ciencia mal entendida ha forzado casi hasta el límite. Es también una preadolescente de enorme resiliencia, que juega con sus poderes (telequinesis, clarividencia y otros) de vez en cuando, pero que en general se los toma muy en serio y los utiliza para defenderse a sí misma y a los suyos, si es necesario hasta la extenuación. El precio que el cuerpo de Once paga cuando activa sus habilidades mentales es alto, pero sus amigos se convierten para ella en una prioridad más allá incluso de su propio bienestar. Cuando hace falta, Once es barrera, muro, bola de cristal y hasta arma mortífera contra las fuerzas del mal que se mueven por el universo inicialmente naïf de Stranger Things. Sin ella, las cosas no hubieran sido como fueron en las tres temporadas emitidas hasta ahora.

Aparte de su presencia como ser especial por sus poderes y su extraña y desgraciada infancia, Once es un personaje muy atractivo como creación para la ficción televisiva por otras razones. La primera, ser una niña que hace cosas en un mundo narrativo (el de las pandillas de colegas en la pequeña y la gran pantalla) habitualmente masculinizado. Los chicos de Stranger Things se sienten atraídos o repelidos por ella por razones más allá de la promesa de una gran belleza (que la tiene) o de su popularidad (como suele ser habitual en los filmes estadounidenses centrados en la época del instituto). Mike es el primero que quiere conocerla, comunicarse con ella y ser su amigo; Dustin desea comprenderla y saber más de ella; Lucas no se fía al principio y acaba por tragarse sus palabras; Will debe reconocer en cierto momento que sin ella ni siquiera estaría vivo. En la segunda temporada irrumpe en sus vidas de pueblo tranquilo Max (Sadie Sink), otra chica que pondrá patas arriba los estereotipos de género y que en la tercera entrega establecerá un vínculo intenso con Once. La ‘rarita’ de Hawkins será el pez fuera del agua que mostrará al público, desde su visión alienada e inocente, las relaciones humanas, sus tensiones y sus paradojas. Para la juventud del siglo XXI, además, Once y Max serán buen ejemplo de sororidad, humor compartido y lazos femeninos más allá del tópico de la competición por la atención de los muchachos de su entorno.

En la vida real, la actriz Millie Bobby Brown se ha convertido en todo un fenómeno mediático gracias al personaje de Once. Aunque había tenido otros papeles antes, Stranger Things ha sido su gran plataforma de lanzamiento. Presentada a veces como icono de feminismo pre-teen (chica poderosa que toma el centro de la historia, actúa y resuelve), también está siendo instrumentalizada como objeto sexual a una edad demasiado temprana (sobre todo por su actividad como modelo, para la que desde 2017 tiene un contrato con una agencia internacional). En 2018 la revista TIME la incluyó en su lista de las 100 personas más influyentes del mundo, y este mismo año la UEFA la ha nombrado embajadora de su campaña Together We Play Strong, que trata de promover la inclusión de las niñas en el mundo del fútbol. Al mismo tiempo, las revistas y redes sociales llevan desde el estreno de la serie de Netflix especulando sobre su vida amorosa (¿?!!), llegando a decir que ha mantenido “romances con…” a la edad de 12 o 13 años. A Brown le van a hacer falta los poderes sobrenaturales de Once para seguir siendo la chica fuerte que mantiene el control sobre su propia vida, según parece.

 

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