Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Dietland: ¿Otra serie feminista?

Dietland podría ser uno de esos programas televisivos que yo tiendo a invitar a los lectores a poner en tela de juicio al presentarse como tan abiertamente feministas, que me recuerdan al uso comercial e interesado que está haciendo últimamente la moda de este movimiento o ideología. Uno de los ejemplos más llamativos fue el desfile de Karl Lagerfeld en la Semana de la moda de París para la temporada primavera-verano de 2015, y que se han seguido sucediendo, como hemos podido ver en el desfile de Dior del invierno pasado en el mismo escenario.

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Esto, en lo referente al ámbito cultural de la moda, pero algo similar puede sospecharse de la apariencia tan evidentemente feminista de algunos programas de televisión actuales. En efecto, son muchas las series de televisión contemporáneas que tienen a las mujeres por protagonistas, y aparentemente, resultan más activas, decididas y «empoderadas» que las que solían aparecer en el pasado. Pero, como vengo defendiendo, hay que ser cautelosos a la hora de catalogar un producto cultural de feminista automáticamente, pues nuestro contexto neoliberal es capaz de tomar por bandera cualquier cosa o forma de pensar, en este caso, con tal de hacerse popular y vender.

Lanzo estas ideas simplemente con la intención de hacer reflexionar sobre este tema que no me parece nada baladí, así como para demarcar el contexto en que florece esta serie de Amazon Prime, que se publicita con aserciones como: «Dietland, la serie feminista del momento que no se resigna ante el patriarcado; o «Dietland: abajo el patriarcado» .

Está basada en un best-seller de la escritora Sarai Walker titulado en español Bienvenidos a Dietland, editado por Carmot Press. Ofrezco estos datos por si queréis comparar con la versión original del contenido, donde el cariz feminista se hace algo más obvio (si cabe), por ejemplo, en la inferior presencia e importancia de los personajes masculinos (aunque los que aparecen en la serie suelen acabar mal de diversas formas). Ambas creaciones se basan en la historia de una mujer gorda, a la que, en vez de Alicia Kettle (su verdadero nombre), llaman Plum (en inglés, este nombre es parecido al eufemismo que se usa para referirse a alguien gordo, «plump», que viene a ser equivalente a nuestro «rellenito/a»), obsesionada con cambiar su imagen, que trabaja como columnista en una típica revista para chicas adolescentes en nombre de su odiosa y esquelética directora, Kitty Montgomery (Julianna Margulies). Su actitud se verá influida por feministas que le hacen reconsiderar sus opresiones y contrastará con las acciones radicales de un grupo terrorista llamado Jennifer, que se venga violentamente de los hombres que maltratan de uno u otro modo a las mujeres. Por ejemplo, los lanzan desde aviones sobre las calles de Nueva York después de gravarlos en vídeos -que salen en las noticias- con evidentes signos de haber sido maltratados con violencia y donde confiesan sus delitos y reconocen que merecen morir. Efectivamente, la serie no evita escenas tan desagradables como estas y se hace eco con ello, a su vez, de cómo nuestros noticieros tampoco lo hacen a diario. Estas imágenes contrastan ampliamente con otras que representan dibujos animados que reflejan, por ejemplo, los pensamientos de Plum. Y el mismo contraste puede apreciarse en los cambios de tono y de líneas argumentales de la serie, que, tan pronto nos presenta a un hombre destrozado contra el duro asfalto, como a otro disfrazado de león que hace sacar a Plum su parte más animal cuando deja su tratamiento de antidepresivos.

Con lo expuesto anteriormente, no quiero que se me malinterprete: no estoy diciendo que esta serie no sea auténticamente feminista (cualquiera podría decir que es radicalmente feminista), sino que invito a reflexionar sobre esta y otras series y productos culturales que llevan el feminismo como bandera, para discernir si el verdadero interés que hay detrás de ello es genuinamente la defensa de la mujer o más bien intereses comerciales. De hecho, la serie tiene como directora a Marti Noxon (que ha participado en Buffy, Cazavampiros, Madmen, o Girlfriends’ Guide to Divorce, entre otros muchos trabajos). Este hecho nos lleva a pensar que Dietland se sustenta sobre un genuino interés por mostrar otro tipo de mujeres, fuertes y luchadoras contra los dictados de la belleza y el patriarcado, ya que la propia Noxon -que fue, además, víctima de una violación- tuvo que lidiar con una terrible enfermedad derivada de estos, la anorexia, llegando a pesar la increíble cantidad de 31 kilos en su época de instituto (tema que se refleja de forma aún más evidente en su película para Netflix titulada To the Bones). Sus declaraciones de corte reivindicativo llegan a ser un tanto abrumadoras, pues ha llegado a decir que, aunque no defiende los extremismos (¡menos mal!), a veces, las revoluciones necesitan actuaciones extremas, cosa que ocurre en Dietland, donde las mujeres se toman la justicia por su mano, como he explicado antes.

También parece genuino el interés de la protagonista, la actriz Joy Nash (que ha aparecido en series como The Mindy Project y Twin Peaks), por hacer de la gordura algo natural, según deja ver en sus declaraciones, que la alejan de otras actitudes más sospechosas, como podría ser la de Chrissy Metz, de This Is Us, que firmó un contrato con la NBC comprometiéndose a perder peso a medida que la serie fuera avanzando. Además, Nash -creadora de un video viral en defensa de la gordura titulado «A Fat Rant»–  usa y recomienda el uso de la palabra «gorda» y «gordura» en lugar de los muchos eufemismos que existen para referirnos al sobrepeso y quienes lo tienen, ya que, en palabras suyas, la utilización de eufemismos indica que aquello a lo que se refieren es algo tan horrible que es mejor no nombrarlo directamente.

Para terminar esta breve reflexión, me gustaría concluir con la idea de que, sea por aprovechar esta corriente favorables de que goza actualmente todo lo que huele a feminismo o sea por intereses más genuinamente reivindicativos de los derechos de las mujeres, no se puede dejar de reconocer que la serie, al menos, puede hacer reflexionar a la audiencia sobre la posibilidad (¿necesidad?) de no doblegarse ante los dictados que nos impone la sociedad y el reconocimiento de que es posible ser feliz teniendo como parámetros otros distintos al superficial y efímero del aspecto externo. Somos más que cuerpos, todos, hombres y mujeres. No lo olvidemos, y cultivemos todo nuestro potencial humano tratando de, en ese proceso, ser felices y hacer felices a los demás.

 

 

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