Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Cinco razones para ver ‘El Ministerio del Tiempo’

Es la serie del momento. Todo el mundo habla de ella. Tras cinco episodios, se ha convertido en un fenómeno en internet y ha amasado una legión de fans sin precedentes para una ficción televisiva española que lleva tan poco tiempo en antena. Merced a esto, esta semana hemos sabido que Televisión Española habría renovado la serie por otra nueva temporada. A continuación os damos cinco claves para seguir El Ministerio del Tiempo:

  • Viajes en el tiempo. Una de las cosas por las que destaca la serie es por la valentía de haber creado una serie de ciencia-ficción para el prime time de la cadena. Cualquier historia que contenga viajes en el tiempo tiene algo de ciencia-ficción, y aunque El Ministerio del Tiempo deje en el aire muchas preguntas («el tiempo es lo que es», justifica uno de los personajes en contestación a las dudas que enseguida suscita la cuestión), lo cierto es que no es necesaria una sesuda explicación pseudocientífica para entrar en el juego narrativo de la serie y dejarse arrastrar por lo atractivo de su propuesta.
  • Magníficas influencias. El Ministerio del Tiempo bebe de excelentes referentes literarios y narrativos. Los creadores han citado las obras del visionario escritor norteamericano Phillip K. Dick (El hombre en el castillo, Ubik), e incluso un nombre que no suele aparecer fuera de los círculos más especializados: Tim Powers (La fuerza de su mirada, En costas extrañas), un autor de culto entre los amantes del fantástico. Ciertamente, la serie tiene algo de Las puertas de Anubis, pero también puede advertirse la influencia de Isaac Asimov, sobre todo de El fin de la eternidad, que trata un tema parecido; o puede intuirse cómo late de fondo la influencia de Alan Moore y su pastiche folletinesco-heroico La Liga de los Caballeros Extraordinarios, al menos en el uso «superequipos», que de la gran potencial a la serie. Y eso nos lleva a…
  • Un gran potencial histórico por explotar. Al igual que Alan Moore, en la obra que citábamos antes, se dio cuenta de la extraordinaria riqueza que tenía a su disposición usando personajes y situaciones de la literatura popular de los dos últimos siglos, el filón de la historia de España plantea infinitas posibilidades dramáticas en las que mezclar realidad y ficción, sin tener por ello que dar lecturas sesgadas. De momento ya hemos visto en la serie la querencia de Franco por pactar con Hitler, o el oscurantismo en el que quiso la Iglesia tener sumido el país a través de los siglos, con lo que la serie no parece sospechosa de querer ser complaciente con el gobierno que actualmente la financia.
  • Naturaleza procedimental de la serie. El Ministerio del Tiempo se prestaba a crear una obra con una subtrama que se desarrollara lentamente a través de los episodios, para crear al final de la temporada una visión de conjunto, como en Lost o Heroes. Sin embargo, y sin dejar de lado esta posibilidad, la serie presenta un carácter más episódico, cuyo referente más cercano lo podemos encontrar en Expediente X o las primeras temporadas de Stargate. Este hecho acerca la serie al espectador casual, que puede engancharse sin demasiadas complicaciones sobre lo que se ha perdido.
  • Los guiños y el humor. Uno de los aciertos de la serie es su humor, ese tomarse las cosas con cierta guasa sin caer en la autoparodia, aportando un buen contrapeso a la carga dramática. Los creadores saben reírse de sí mismos y del propio carácter español, sin caer en lo ofensivo o en lo chabacano, y esos guiños (¡genial Rodolfo Sancho usando el nombre de Curro Jiménez, papel que interpretó su padre, cuando viaja al siglo XVIII!, o las referencias a Alatriste, que eran inevitables para el personaje de Entrerríos) para el espectador resultan deliciosos y contribuyen a crear una más que necesaria complicidad con él.
 

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