«Isn’t It Romantic?» Para las que no quieren ser Julia Roberts
En los últimos años, una de las grandes líneas de trabajo en coeducación y en activismo feminista es el análisis crítico sobre el discurso del amor romántico que consumimos a diario a través de revistas, literatura popular, series de televisión, películas y canciones. Se habla de patrones tóxicos de relación, del constructo del romance tradicional como sostén de la violencia, de la heteronormatividad, de la presión sobre los cuerpos que no cumplen con el canon, etc. Las ideas van calando y, como no podía ser menos, la industria audiovisual se va dando por enterada. Ya sea por verdadero deseo de transformación social (¿¿??) o por puro interés económico (más probable, en mi opinión), las empresas que distribuyen para las grandes y pequeñas pantallas nos vienen ofreciendo recientemente productos críticos con las romcoms de toda la vida. Hace unos días yo misma escribía aquí sobre la serie Crazy Ex-Girlfriend, que va en esta línea, y hoy dedico esta publicación a una película que comparte algunos ingredientes con ella. Se trata de Isn’t It Romantic?, dirigida por Todd Strauss-Schulson y escrita por Erin Cardillo, Dana Fox y Katie Silberman –las dos últimas con experiencia en escritura de guiones para comedias románticas al uso. Un filme que estrenó Warner Bros en los cines norteamericanos en febrero de este año, y que en el resto del mundo puede verse solo en televisión a través de la plataforma Netflix.
El punto de partida de Isn’t It Romantic? es el siguiente: Natalie (Rebel Wilson), una arquitecta australiana que vive en Nueva York, ha crecido rechazando las comedias románticas que le encantan a su amiga Whitney (Betty Gilpin) porque su madre le enseñó que las chicas como ella no tienen derecho a un final feliz. Con kilos de más y un aspecto poco convencional, Natalie devoró de niña Pretty Woman, pero a la vez aprendió que nunca sería Julia Roberts, y eso la predispuso contra el discurso del amor Hollywoodiense. Cuál será su sorpresa, entonces, al llevarse un golpe en la cabeza y despertarse en un universo paralelo en que vivirá, literalmente, dentro de una romcom. Sus peores pesadillas se harán realidad, y hará todo lo posible para escapar de una narrativa que la convierte en poco menos que un cupcake andante.
En el Nueva York alternativo no hay suciedad ni malos modos, todo tiende a color pastel y millonarios atractivos como Blake (Liam Hemsworth) se enamoran de chicas como Natalie a primera vista. Las conversaciones vienen acompañadas de flores y joyas; las escenas de sexo empiezan en la cama y terminan con el bello amante saliendo de la ducha, pero nada ocurre en medio (para frustración continua de Natalie); en el trabajo la que era una segundona se convierte en estrella, pero pierde a su mejor amiga, que torna en competidora amargada; y hasta su huraño y feo perro se transforma en una bola de pelo esponjosa y obediente. Natalie no entiende nada, se rebela contra la idea de que un beso de amor verdadero la redimirá, y busca formas de volver a su vida imperfecta de antes. En el proceso, como ocurría con Rebecca en Crazy Ex-Girlfriend, encontrará otras formas de amor más allá del romanticismo canónico, y su relación consigo misma cambiará.
La idea de la película tiene mucho potencial, si bien este no llega a realizarse por completo. Como ocurre también en la serie de Netflix que he comentado, aquí los tentáculos del género son tan largos que, aun queriendo deconstruir la romcom de forma radical, algunos de sus elementos acaban por perpetuarse (ej. el humor a costa del mejor amigo gay). Se exponen los clichés más repetidos por Hollywood de manera inteligente (ej. la heroína que se despierta perfectamente maquillada o la escena “reveladora” del karaoke), pero algunos de los pilares de las comedias románticas quedan sin tocar. Así, por ejemplo, queda en el aire la idea de que Natalie no sería nunca la protagonista por su aspecto, pero en ningún momento se llega realmente a hacer una crítica profunda de la gordofobia de la industria audiovisual. Se cae además en la exotización de “la otra”, utilizando a un icono de Bollywood, Priyanka Chopra, para el papel de Isabella, contrapunto y competidora de Natalie por las atenciones de su mejor amigo Josh (Adam DeVine).
La actuación de Rebel Wilson como epicentro de la narrativa es convincente, y su mera presencia sirve para abrir ciertos interrogantes sobre la romcom y sus entresijos. El reto para Adam DeVine y Betty Gilpin es muy diferente, ya que DeVine mantiene el mismo papel de tierno Josh en los dos universos de la historia, mientras que Gilpin como Whitney debe pasar de fan número uno y apoyo incondicional de Natalie a enemiga despiadada. Por lo comentado más arriba, Priyanka Chopra hace poco más que de mujer-florero (reforzando en vez de desmontar un aspecto del género que se pretende parodiar). Liam Hemsworth, por su parte, parece divertirse más que nadie en su rol de guapo-millonario-objeto-de-deseo.
Todos los elementos de corte estético en la película están al servicio de la intención paródica, y cumplen con su función. Por contraste con la “realidad” de Natalie, se aprecia mucho mejor el “endulzamiento” de algunas escenas a base de una determinada paleta de colores, cierta música y unos planos en vez de otros. Quizá lo visual, de hecho, consigue el objetivo de la cinta mucho mejor que algunas partes del guion, que es desigual. Con todo, Isn’t It Romantic? desnuda un género que ha dado millones de dólares a Hollywood, y pone sobre la mesa algunas cuestiones interesantes sobre el amor y sus narrativas. Podemos decir que es entretenimiento con un plus, lo cual no es poco para un producto que se mueve en la frontera entre largometraje cinematográfico y TV movie; ese espacio liminal que en el siglo XXI nos toca explorar como público espectador.