La profundidad del mar amarillo, melancolía en vena al más puro estilo Pizzolatto
Tras el éxito de la primera novela de Nic Pizzolatto, de título Galveston, la editorial Salamandra publicó en noviembre de 2015 una nueva obra del creador de True Detective. Se trata del conjunto de relatos breves La profundidad del mar amarillo (Between Here and the Yellow Sea), cuentos que si bien fueron escritos con anterioridad a la publicación de la novela ya mencionada, llegaron a España a posteriori. Aunque en este caso el contenido de la narración se aleja ostensiblemente de lo detectivesco, no cabe lugar a dudas de que nos encontramos ante una obra con rasgos comunes a los de la serie de televisión y la novela, aunque no sería acertado calificarla de noir. Y ya que hablamos de colores, esperemos que el autor nos aclare algún día de dónde proviene esa obsesión por el color amarillo.
La profundidad del mar amarillo se compone de once relatos cuyo denominador común es el tono en sumo grado melancólico, que a estas alturas es ya marca registrada del autor. Y es que todos y cada uno de sus protagonistas se encuentran inmersos en circunstancias que les son en un modo u otro desfavorables, lo que les conduce a la soledad y el desasosiego. Se trata de personajes desdibujados, en ocasiones desamparados frente a un entorno hostil—ese medio oeste y sur de Estados Unidos que tanto peso tienen en las historias que Pizzolatto narra—o bien a la deriva entre el pasado y el presente, incapaces de hacer frente al peso de la realidad que les rodea.
El extrañamiento de los demás y el retraimiento, en la mayoría de ocasiones propiciados por la pérdida de un ser querido, son aquí temas recurrentes. Así nos encontramos con una variedad de tramas que incluyen la muerte de la pareja amada y el miedo a perder a la nueva, el abandono del hogar por parte de un hijo adolescente reconvertido en grafitero, la desaparición de la supuesta esposa perfecta, el amor platónico de adolescencia ahora transfigurado en actriz porno, la muerte del ligue de una noche y el conocimiento póstumo de su embarazo, el divorcio no superado y el hijo que no alcanza a comprender el renovado comportamiento de su padre, el hijo adolescente abandonado por un padre ocupado en actividades de legalidad cuestionable, la primera relación amorosa entre una pareja de peculiares adolescentes, la obsesión de una joven aristócrata con un joven que guarda gran parecido físico con su difunto novio o la muerte de un padrastro incapaz de demostrar amor y el subsecuente regreso al hogar familiar de la hermanastra amada.
No es de extrañar, pues, que el tono sea necesariamente depresivo. Y es que si en algo parecen asemejarse las producciones de Pizzolatto es en la relevancia que se le otorga a la psicología de sus personajes así como a su mundo interior, pero también al impacto—en ocasiones irreparable—propiciado por las relaciones interpersonales cuando estas resultan ser disfuncionales, o cuando se ven afectadas por factores externos que las corrompen de forma inesperada y definitiva. Las relaciones de pareja y las paterno-filiales predominan en estos cuentos en los que el sufrimiento, esa dimensión tan inherente al ser humano, hace mella de forma aplastante en la vida de sus personajes. Al tiempo que se ensalza al protagonista al poner el foco sobre aquello que lo atormenta, también parece calar el mensaje de que es a través de los demás como uno alcanza a completarse, y cuando esta otra dimensión falla, ya no nos tenemos ni a nosotros mismos. Somos seres individuales, pero también sociales.
Estos son personajes que se ahogan, solitarios y desarraigados, que en muchos casos parecen haber desarrollado una adicción insaciable a la melancolía a falta de algo mejor, porque aquello otro mejor tuvo su momento y fracasó. Son víctimas de un determinismo extremo e inexorable que les conduce a una decadencia asegurada, cuando habían iniciado su andadura en clave de luz y todo parecía vaticinar un futuro todavía más prometedor. Son personas de bien venidas a menos por el accidente de la vida, por un solo instante en que se truncó su progresión, perdieron sus alas y cayeron en el olvido, ahogándose en una existencia irrelevante a sus propios ojos y a los de los demás. Podría ser yo, o tú. Podría ser cualquiera, y eso el autor lo sabe muy bien. Si eres capaz de tolerar cierto grado de melancolía Pizzolatto es siempre una buena opción.