Nuevas carnes y heridas sin cicatrizar: «Titane» (Julie Ducournau, 2021)
El 17 de julio de 2021 la directora Julie Ducournau se alza con uno de los premios cinematográficos más importantes a nivel mundial: la Palme d’Or del Festival de Cannes. Este galardón no supone únicamente el reconocimiento a la realizadora y su equipo, sino que también supone una gran victoria y un símbolo de la gran calidad e importancia de la nueva corriente de cine de terror dirigido por mujeres que aportan una gran mirada personal y autoral a este género cinematográfico.
Junto a otros nombres como Jennifer Kent –The babadook (2014)-, Claire Denis –Trouble every day (2001)- o Ana Lily Amirpour –A girl walks home alone at night (2014), Julie Ducournau, quien debutó con la escatológica Raw (2016), es una de las grandes promesas de esta nueva ola de cine. Su última obra, Titane (2021), nos reta sin complejos a contemplar una historia sobre la identidad, las figuras paternas y filiares, el género, la mecanización de la sociedad y su constante deterioro.
Titane presenta la historia de Alexia, una adolescente que trabaja realizando bailes eróticos sobre coches en un pabellón lleno de otras bailarinas, automóviles y clientes babosos desesperados por conocer personalmente a las chicas que tanto veneran. La protagonista se aprovecha de esos admiradores demasiado curiosos e indecentes para «jugar» con ellos hasta matarlos, dejando tras de sí una serie de asesinatos que la convierten en una especie de asesina en serie para las autoridades. En una ocasión en la que sus actos se le van de las manos, Alexia se ve obligada a huir de su casa y es en esa escapada desesperada cuando se topa con Vincent, un bombero curtido desolado por la desaparición de su hijo.
Julie Ducournau construye una historia, un universo, que gira al rededor de estos dos personajes atormentados por traumas del pasado que todavía no han conseguido cerrar y que les han convertido en los seres que son ahora. Dos personas rotas que, quizás, sean el reflejo de una sociedad saturada a punto de estallar y dar pie a un nuevo mundo aún más corrompido y frío y/o, dependiendo de la interpretación final del espectador, quizás más humano y consciente de sí mismo y de sus problemas.
Por un lado, Alexia (interpretada por Agathe Rousselle) quedó marcada de por vida cuando, siendo una niña pequeña, se vio sometida a una peligrosa intervención quirúrgica debida a un accidente automovilístico tras pelearse con su padre. Desde ese momento tuvo que vivir con una placa de titanio en el cráneo que le dejó una evidente cicatriz al lado de su oreja. Y es esa marca, esa cicatriz, el recuerdo constante de su relación pésima con sus progenitores. Las carencias afectivas que le dejó ese episodio traumático -que jamás logró superar- la hicieron ser una persona negada para socializar y entregarse a los demás de una forma sana.
Por otro lado, Vincent (interpretado por Vincent Lindon) está totalmente traumatizado por la desaparición de su hijo –cuando aún era un niño pequeño- y por el paso del tiempo. Es el comandante de un equipo de jóvenes y atléticos bomberos que, pese a seguir la ordenes del veterano al pie de la letra y rendirle el mayor de los respetos, suponen el infinito recuerdo de que se está haciendo viejo y débil. Hecho que le lleva a administrarse diariamente una dosis de esteroides para mantener una masa muscular que le da cierta apariencia siniestra y monstruosa.
Ambos personajes están rotos y necesitados de alguien que les ame y les ayude a sanar ese vacío que llevan dentro marcado por la ausencia de una figura paterna (en el caso de Alexia) o filiar (en el caso de Vincent). A esa minuciosa construcción de unos personajes atormentados y cómo se desarrollan, se le suma un inteligente y atractivo recurso que acaba por redondear la perfección de la cinta: la música. Los temas que Ducournau elige para que complementen las composiciones originales de Jim Williams nos hablan directamente de la trama y los personajes de la película. Tan solo debemos prestar atención a algunos versos de las canciones para darnos cuenta de ello.
Letras como «The way she’d act and the colour of her hair, her voice was soft and cool, her eyes were clear and bright, but she’s not there» (La forma de actuar y el color de su pelo, su voz era suave y fría, sus ojos claros y brillantes, pero no está aquí) de She’s not there de The monkeys, «But I’ve seen the way that bodies lie and bodies tend to break» (pero he visto el modo en que los cuerpos mienten y tienden a romperse) de Light House de Future Islands o «La veritá mi fa male, lo so» (la verdad me hace mal, lo sé) de Nessuno mi può giudicare de Caterina Caselli son versos que retratan y describen a estos los personajes destrozados que mienten y huyen incapaces de aceptar la verdad (demasiado dolorosa) de sus vidas.
Asimismo, Titane es bella y horrenda en todas sus formas. Visualmente el espectador queda impactado por escenas llenas de violencia explícita y mutaciones (y mutilaciones) que proponen la hibridación entre humano y máquina, pero, a su vez, es imposible no quedar impresionado y cautivado por ciertas escenas de total calma y ensoñación que suponen el contrapeso a ese frenetismo imperante; sobre todo en la primera parte de la película. Del mismo modo, destaca la fotografía de Ruben Impens quien consigue generar una atmósfera llenos de colores que evocan espacios futuristas llenos de colores eléctricos y vibrantes al mismo tiempo que juega inteligentemente con la luz -mediante fuertes contrastes y claroscuros- como un elemento que potencia la personalidad contradictoria y oscura de los protagonistas.
Titane nos recuerda a cineastas como Gaspar Noé –Seul contre tous (1998), Irreversible (2002) y Climax (2018)-, Stanley Kubrick -en ese final que quizás podríamos conectar con el de 2001: A space Odyssey (1968)- y sobre todo al genio del Body horror y explorador de las nuevas carnes: David Cronenberg; siendo Crash (1996) -y quizás Dead Ringers (1988), a su manera- la obra que más se podría relacionar con la película de Ducournau. No obstante, la directora de Titane no merece ser comparada con estos directores, pues ella misma es sin duda una autora y creadora de universos únicos que llevan su más que evidente -y excelente- firma.
Graduado en Comunicación Audiovisual en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (Universidad de Comillas). Apasionado por el cine, las series de televisión, los cómics y toda forma de arte secuencial. Interesado en toda obra filosófica, transgresora e innovadora.