Policías más que imperfectos, «Chicago P.D» o Wolf se encuentra con Bochco
Reconozco que cuando ví mi primer episodio de Chicago PD no me gustó excesivamente por no decir que no me gustó nada. La razón no era otra que su emisión tenia lugar justo después de ver en batería los capítulos correspondientes de una de las mis series favoritas, Law & Order: Special Victims Unit. La comparación resultaba, pues, inevitable y hay que decir que de esta comparación, la unidad de inteligencia liderada por Hank Voight no salía muy bien parada. Ni que decir tiene que no volví a ver la serie hasta hace poco en que, en esos días en que una está absolutamente cansada —y con una fuerte dosis de vagancia encima, se planta delante de la televisión a hacer zapping, y deja en la pantalla lo que le resulta más interesante o menos aburrido. El resultado de esa vagancia ha sido una valoración muy diferente de Chicago P.D.
Creada por el incombustible Dick Wolf para la NBC y emitida desde 2014, la serie resulta ser una de las secciones de la franquicia que tiene como centro de operaciones la ciudad de Chicago. En una disección aboslutamente temática con constantes crossovers, esta franquicia estará compuesta por tres series aún en emisión, Chicago Fire (2012), Chicago Med (2015) además de la que ocupa este post,; y una última con solo una temporada, Chicago Justice (2017) que corrió la misma suerte que Law & Order: Trial by Jury (2005-2006): su cancelación por un importante descenso de las audiencias.
Chicago P.D, como buena serie creada por Dick Wolf, narra las andanzas de un colectivo, en este caso y de acuerdo con la franquicia de esta ciudad, el colectivo policial que esta vez se concentrará en la unidad de inteligencia. Como buena serie procedimental, cada uno de los episodios va a dedicarse a la resolución de un caso independiente uno de otro. También como buena serie procedimental, en este caso más canónica, las resoluciones van a ser positivas casi siempre debido a los sistemas utilizados por esta unidad que va a seguir escrupulosamente los esquemas de Voight (Jason Beghe) que no son otros que saltarse todas las normas habidas y por haber; eso sí, con el consentimiento de sus superiores que no ponen ningún tipo de reparo a las tácticas desplegadas. Hasta aquí no encontramos ninguna novedad respecto a otras ficciones criminales.
Sin embargo, este esquema que ocupará buena parte de la primera temporada de la serie va a servir para ir introduciendo una gran cantidad de modificaciones que harán que Chicago P.D., aún no siendo comparable a la franquicia Law & Order, vaya adquiriendo un especial interés. Así, el planteamiento de los casos de los que se ocupará la unidad de inteligencia se verán transformados a lo largo de las temporadas de tal manera que cada uno de ellos no tendrá una repercusión en la vida de los personajes sino que sus argumentos se escribirán en función de las personalidades de cada uno de los integrantes de la unidad. Una unidad que está formada por policías con un pasado más que turbulento que jamás se alejará de sus vidas, bien al contrario, se irá actualizando sistemáticamente creando en muchas ocasiones un círculo vicioso de difícil escapatoria.
Así, Hank Voight, el alma de la unidad, ha estado bajo sospecha de corrupción y es conocido por sus métodos absolutamente antirreglamentarios; Antonio Dawson (Jon Seda) tiene serios problemas personales con su esposa y su personalidad está marcada por el secuestro traumático de su hijo Diego; la extoxicómana Erin Lindsay (Sophia Bush) fue rescatada por Voight de su adicción ingresando en la unidad de inteligencia pero volviendo a la droga tras el asesinato de su compañera e íntima amiga Nadia por un asesino serial; el detective Jay Halstead (Jesse Lee Soffer) sospechoso de un asesinato finalmente resuelto va a tener en su poder informaciones confidenciales y comprometedores acerca de Voight; Kevin Atwater (LaRoyce Hawkins) va a ser degradado por el suicidio de un prisionero bajo su custodia; Adam Ruzek (Patrick Flueger) va a mantener una relación sentimental ultraprotectora y a veces castradora con la oficial Kim Burguess (Marina Squerciati); Alvin Olinsky (Elias Koteas) va a ser especialista en operaciones encubiertas de manera que estas van a condicionar su vida privada llevándole a un extremo desarraigo personal; y, finalmente, el oficial Sean Roman (Brian Gerarthy) va a ser un patrullero aparentemente apocado que desarrollará una amplia labor solidaria derivada de algunos de los casos a los que se enfrenta.
Si antes insistíamos en la construcción de Chicago P.D. como una serie eminentemente de personajes, ahora debemos mencionar la enorme deuda que, desde nuestro punto de vista, ésta tiene con dos de las grandes creaciones de la ficción criminal que tendrán la firma de Steven Bochco. La primera de ellas —aunque no cronológicamente hablando— será NYPD Blue (1993-2005) en la que, por primera vez, se nos mostraba a unos policías no solo imperfectos sino esencialmente problemáticos y que tendrán en el alcohólico y agresivo Andy Sipowicz (Denis Franz) a su principal representante, acompañado por el «lánguido» y sentimentalmente poco afortunado Bobby Simone (Jimmy Smits). La segunda es la emblemática Hill Street Blues (1981-1987) con la que compartirá buena parte de sus características esenciales: el día a día de los integrantes de la unidad, las relaciones sentimentales entre ellos no exentas de competitividad pero esencialmente de conflictos que van más allá de lo profesional y , finalmente, su tremenda vulnerabilidad. Además del pesonaje de Trudy Platt (Amy Morton), la sargento del departamento que «ordena» el día a día de los integrantes de la comisaría y, en especial, ejerce como conciencia de los integrantes de la unidad de inteligencia. Un personaje que proviene, dicho sea de paso, de Chicago M.D.
Dos modelos que Wolf integrará sabiamente —aunque sus resultados no sean los conseguidos por Bochco ni por las franquicias anteriores— ofreciendo un producto seguido por las audiencias y que va evolucionando en cada una de las temporadas de emisión que en estos momentos ya son cinco. Por todo ello, Chicago P.D, aunque no sea de obligado visionado, merece una oportunidad. A veces la vagancia da buenos resultados o, al menos, al descubrir una serie interesante, no te hace sentir tan culpable.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.