¿Se repite la historia del embaucador?: «American Bitch», (Girls 6 X 03)
Me pregunto en el título de la entrada de hoy si se repite la historia por varios motivos. Por una parte, este episodio me recuerda muchísimo a otro de la temporada 2. En concreto, me estoy refiriendo al 5, titulado «La basura de un hombre», denominación que casi le pega mejor a este que voy a comentar que a aquél. Ambos pueden considerarse bottle episodes, es decir, episodios que tienen lugar en un mismo escenario, con pocos personajes, y con mucho diálogo. Quizá este paralelismo tenga el propósito de hacernos plantearnos si Hannah reaccionaría de forma diferente o más madura en una situación similar varios años después. En la temporada dos, Hannah entraba en la lujosa casa de un atractivo hombre de alto nivel adquisitivo en la que se desarrolla la trama al completo, dándole tiempo -a pesar de que no transcurre más de un día-, pues, de irse a la cama con él, de jugar al ping-pong desnuda (aún no sabemos por qué), e incluso de plantearse una relación seria (claro que no contaba con que para ello tenía que haber correspondencia). Todo basado en puro instinto.
Ahora, varios años después, Hannah, metida en su papel de escritora, entra en otra vivienda exclusiva, de la que es dueño un afamado escritor (ficticio), Chuck Palmer (representado por el actor Matthew Rhys) al que Hannah tenía en alta estima hasta que se enteró de que aprovechaba la admiración que las jovencitas sentían por él, para conseguir ciertos beneficios sexuales. Esto la había llevado a escribir en una revista feminista un artículo que criticaba estos hechos. Los asesores de este egocéntrico escritor (como el episodio deja ver en numerosos detalles, como el gran número de obras suyas que está por todas partes, los muchos premios que tiene enmarcados y lucen sus paredes, la jarra en la que toma el café, que indica «I love Chuck»…) le habían advertido sobre el citado escrito de Hannah, y éste decide citarla para tener unas palabras con ella al respecto.
El diálogo que acapara el episodio prácticamente al completo, podría constituir un think piece sobre el tema planteado. De esta forma, Hannah explica que es su responsabilidad como escritora usar su posición privilegiada para denunciar aspectos que considera erróneos en nuestra sociedad. En este caso, aunque Chuck Palmer insiste en que los actos que Hannah critica fueron consentidos, ella le acusa de que conseguir dicho consentimiento aprovechando la adoración que las chicas sienten por él. Llegados a este punto, yo me pregunto: ¿es esta la misma Hannah que agradece motu proprio con este mismo tipo de actos a su amigo Ray el que la recogiera cuando acababa de romper con su novio, en el episodio 8 de la temporada anterior?
Dadas las constantes incongruencias de este personaje (derivadas, no lo olvidemos, de su creadora), yo diría que no son las reflexiones sobre este tema en concreto lo que hacen especial este episodio, sino más bien la visión que ofrece de lo delicado que es juzgar a los demás. Por una parte, sale a colación el hecho de si se debe confiar en los testimonios de Internet (donde las mencionadas chicas acusaron a Chuck y donde únicamente Hannah basó su artículo), que, por un lado democratiza todas las voces, pero puede dar veracidad a algunas falsas, dañando la reputación de las personas sobre las que tratan. Por otra parte, conforme Hannah va teniendo contacto directo con este escritor y lo ve desenvolverse en su vida real, comprende el daño que le han hecho esas críticas (que le han llevado a perder casi 10 kilos y a un auténtico popurrí de remedios, como tratamiento médico, terapia, meditación, remo, zumos depurativos, retiros en silencio, ¡e incluso aprender español!- y lo observa como un padre realmente preocupado por cómo este tema puede afectarle a su hija, a quien parece mostrar un amor auténtico. Chuck ofrece a Hannah su propia versión de los hechos del modo que más puede gustarle: con una pieza literaria escrita por él mismo donde le trata de hacer ver que, aunque él se interesó por conocer mejor a una de las chicas que le acusa, fue ella quien no quiso ir más lejos en la conversación y le pidió pasar a «la acción». Así, pues, le confiesa Chuck, ya no quiere repetir más ese error y ahora tiene la intención de profundizar en el conocimiento de Hannah. De este modo, Chuck muestra interés por su persona y la considera como una escritora realmente buena, divertida e inteligente: este hombre sabe calar a las personas, porque, ¿qué mejor manera de conquistar a Hannah que por este derrotero? Además, también en este aspecto se repite parte de la historia: en los dos episodios anteriores, veíamos cómo otro hombre, en este caso Desi, se metió en el bolsillo a Marnie alabándole los aspectos que ella más anhela, diciéndole por ejemplo, que antes que como mujer la veía como una gran artista, o que si ella no veía lo mucho de bueno que había en ella misma, no lo iba a poder ver en los demás. Pero, volviendo a Chuck Palmer, éste, cuando nota la admiración de Hannah por el libro When She Was Good (en el que su protagonista es precisamente una mujer moralista que trata de enderezar los caminos torcidos de los hombres de su alrededor a expensas de sí misma, y que se dice que iba a titularse «American Bitch») firmado por el propio Philip Roth, culmina su «conquista» regalándoselo.
Completado este proceso, cuando Chuck tiene completamente convencida a Hannah de su inocencia (y posiblemente a los espectadores también) hasta el punto de que las palabras de disculpa salgan de su boca, éste pide a Hannah que se tumbe en la cama a su lado. Ella duda, abrazada a su admirada obra, pero acaba sucumbiendo a la petición del escritor del que es fan. Cuando quiere darse cuenta, acaba casi como las mismas chicas que denunciaban a Chuck y en las que ella basaba su crítico artículo. Lo que lo impide no es tanto su voluntad, como la entrada de la hija de Chuck en la estancia, que, curiosamente, invita a Hannah a que la escuche tocar la flauta (sospecho que en este contexto Freud tendría mucho que decir). Hannah observa la cara de padre embelesado de Chuck sin poder salir de su asombro, pues esa cara, segundos antes, la había mirado con una sonrisa de superioridad, como diciéndole que le había demostrado que ella había caído también en su «trampa» sin haberla obligado. Si no le hubiera ocurrido lo que le acababa de ocurrir, quizá también se hubiera sorprendido en la escena final, cuando, mientras sale del lujoso apartamento, se topa con todo un desfile de jóvenes bellas que van entrando al son de la canción «Desperado» de Rihanna. Ahora, quizá al igual que los espectadores, la reacción de Hannah pasa por una más extensa meditación, que ya veremos si la llevará a repetir este tipo de historias o más bien a superarlas tras haber aprendido de ellas.