Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

‘Snoopy y Carlitos’, fieles al espíritu de Schulz

Una de las películas de animación que la clásica cartelera navideña para todos los públicos nos trajo fue la de Carlitos y Snoopy (Peanuts), dirigida por Steve Martino. En ella, la animación tradicional daba la alternativa al modelado 3D para volvernos a traer a los entrañables personajes de las tiras cómicas de Charles Schulz.

Carlitos y Snoopy es una película que se sitúa como un puente intergeneracional, entre aquellos que crecieron con la serie animada clásica (¿quién puede olvidar aquel capítulo, clásico entre clásicos, de It’s the Great Pumpkin, Charlie Brown?) y las nuevas audiencias cuyo único contacto con los personajes de Schulz ha sido en el material escolar. La animación 3D insufla nueva vida en unos personajes que siguen siendo los de siempre, tal y como los recordábamos.

La tira cómica de Peanuts siempre fue más allá de lo meramente entretenimiento. Ciertamente, Carlitos y Snoopy no es un cómic para niños, pese a estar protagonizado por ellos. Umberto Eco ya decía en Apocalípticos e integrados que Peanuts era un verdadero «catálogo de patologías infantiles»: los personajes, enmarcados en un universo infantil, donde los adultos están vetados, realmente se comportan como tales, y ése fue quizá el hallazgo de Charles Schulz, que supo prolongar su obra durante 50 años. Cincuenta años, que se dice pronto.

Pero en la película (y por extensión, en el resto de adaptaciones animadas que se han hecho), la trama se aligera para centrarse, sobre todo, en un público más joven. El argumento se centra en las inseguridades de Carlitos a la hora de decidirse a hablar con una nueva chica que ha llegado al vecindario y que a nuestro protagonista le gusta. Así, la cinta incide en diferentes valores como el de la autoestima y la amistad.

No quiere decir esto que un adulto se aburra con ella: en la película encontramos el resumen perfecto de una trayectoria de décadas, concienzudamente trabajada para que haya momentos representativos de cada personaje: las cometas de Carlitos y los árboles devoradores de ídems, la consulta psicológica de Lucy, la Gran Calabaza de Linus, los conciertos de piano de Schroeder, las ensoñaciones de Snoopy y sus luchas contra el Barón Rojo desde su casita…

Yo diría que la película, así pues, juega a tres niveles: el formal, para el público más infantil; el argumental, para uno algo mayor, y uno puramente conceptual para el adulto. Las reticencias que uno pudiera tener respecto al tratamiento del material original se ven desvanecidas en los primeros minutos del la cinta: el respeto a la obra de Schulz es extremo y exquisito. Y es que se nota que Martino ha dirigido en base a un guion que han mimado tanto el hijo como el nieto de Schulz, y que también figuran como productores. Todo lo que amamos de Peanuts está aquí: las personalidades, intactas, de cada uno de los personajes, las situaciones prototípicas, y, sobre todo, el pequeño Carlitos, el perdedor por excelencia (¿cómo no congeniar con él?), que en esta película se redime de su destino y encuentra en la amistad de su círculo la mejor alianza para salir adelante.

 

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