Un relato de sororidad en la época victoriana: «The Woman in White» (BBC, 2018)
La ficción británica es especialista en realizar period dramas. Un género que goza de una abrumadora popularidad, a pesar de la repetición de sus fórmulas – tal vez, de ahí su éxito. O, tal vez sea por el interés de los espectadores y guionistas británicos en mirar a su pasado y explorar su larga tradición cultural. Así, el retorno a grandes clásicos de la literatura inglesa es una práctica habitual cuyas adaptaciones generan producciones de una calidad extraordinaria. En este contexto se ubica la miniserie de la BBC, The Woman in White (2018), disponible a través de la plataforma streaming Filmin.
Siendo una adaptación de la novela homónima de Wilkie Collins de 1859, la historia comienza cuando el joven aspirante a pintor Walter Hartright (Ben Hardy) es contratado por Lord Fairlie (Charles Dance) para tutorizar a sus sobrinas en el arte del dibujo. Su llegada despierta el interés de las dos hermanas, Marian (Jessie Buckley) y Laura (Olivia Vinall), la primera como confidente y la segunda como interés romántico. Sin embargo, la aparición de una misteriosa mujer vestida de blanco con un extremo parecido a la angelical Laura altera la cotidianidad de la mansión Fairlie ¿Quién o “qué” es esta enigmática mujer? ¿Qué relación tiene con la joven Laura? A partir de entonces, la obsesión de Walter por averiguar la identidad de esta fantasmagórica presencia se convierte en el detonante que inicia la acción propiciando una sucesión de conflictos familiares y personales.
En este sentido, su premisa argumental continúa con la tradición gótico-fantástica esbozada en la novela sensacionalista de Collins considerada como el primer relato que mostraba las características de la ficción detectivesca como tal. Así, la serie traslada la atmósfera romántico/gótica donde la presencia de los “fantasmas del pasado” y el entorno hostil – con una reiteración del bosque y la mansión como escenarios de lo misterioso – se mezcla con una trama más cercana al thriller que al sentimentalismo romántico de historias ambientadas en época victoriana como las obras/adaptaciones de Jane Austen. Así, The Woman in White se aleja de los convencionalismos del “cine de tacitas” apostando por un discurso focalizado en las fórmulas del crimen, en plantear un melodrama sórdido y en la ruptura del modelo heroico-romántico canónico.
Con 5 episodios en su haber escritos por Fiona Seres, el eje argumental gira entorno a la muerte de Laura – aunque parezca un spoiler, ya se anuncia en la primera escena de la serie – y a la investigación que se lleva a cabo el abogado Erasmus Nash (Art Malik). Así, la narración se articula entre pasado y presente, donde los diferentes testimonios entorno al caso se suceden completando las lagunas del fallecimiento de la joven. Una narración perfecta para incitar el suspense y la tensión entre los diferentes puntos de vista/contradicciones de los personajes frente a lo realmente sucedido. Algo que no solo logra enganchar al espectador dentro de las fórmulas del thriller, sino que sustituye de manera inteligente la narración epistolar de la novela de Collins. Sin bien se ha criticado la falta de rigor que supone esta linealización temporal frente al texto original, hay que entender esta “licencia creativa” como respuesta al servicio de la temática y de la configuración/relación de los personajes femeninos.
De esta manera, las acciones argumentales giran en torno a dos premisas principales y estrechamente relacionadas: por un lado, el desafío de los roles femeninos de la época y, por otro lado, la sororidad como respuesta a los abusos sufridos por ese “desafío”. Así, Laura y Marian son hermanas por parte de madre que muestran actitudes muy diferentes contrapuestas: mientras la primera es de aspecto frágil y pensamiento idealista, la segunda es de carácter firme y pragmático. Una relación que la propia Marian describe como “convivencia cordial” sin expresar un desorbitado entusiasmo hacia su hermana pequeña. Sin embargo, su sentido de responsabilidad hacia ella se hace más fuerte cuando Laura contrae matrimonio con Sir Percival Glyde (Dougray Scott), un aristócrata cuya intención es arrebatarle la fortuna a la joven heredera de los Fairlie. Sin embargo, a pesar de que la trama presenta un claro esquema de traiciones por intereses económicos donde “el marido despiadado hace sufrir a la chica inocente” como clichés de los period drama, la tesis que se desarrolla en la historia trasciende a la propia acción. El aparente maniqueísmo de la trama se sustituye por unos personajes femeninos psicológicamente complejos que se oponen a la tiranía de los masculinos cuestionando el control ejercido sobre las mujeres en la época. En un contexto donde enfrentarse a la autoridad de la figura masculina (ya sea padre, hermano, tío o marido) suponía un fatídico destino para la mujer apelando a la enajenación mental y encerradas en manicomios.
Entonces, la extrema dependencia que Laura tiene hacia su marido es fruto de las disputas con Marian quien asume todas las consecuencias de enfrentarse a Sir Percival y a su mano derecha, el Conde Fosco (Ricardo Scamarcio), para proteger a Laura. Así, el elemento romántico-sentimental se sustituye por el amor fraternal donde Walter no será el héroe de la historia, sino que Marian será la que salve a su hermana. Precisamente, ni siquiera se plantea la posibilidad de una triángulo amoroso entre Marian-Laura-Walter ignorando la rivalidad sentimental entre mujeres y la «lucha por el afecto del mismo hombre»; algo que es de celebrar en este tipo de narrativas de época. El amor se representa de otra forma en The Woman in White donde la sororidad es el centro de su discurso.
The Woman in White aprovecha una atmósfera fantasmagórica para reflexionar sobre la monstruosidad cotidiana: la violencia de género – simbólica y física – que tiene como consecuencia la anulación de la propia identidad. Como la obra de Collins, la serie cuestiona la falta de una regulación legal en la época que amparase los derechos de las mujeres en un entorno donde se consideraban “propiedad” del hombre – como muy acertadamente pone en manifiesto el monólogo de Amy March en Little Women de Greta Gerwig (2019). O, como también se pregunta la propia Marian en su testimonio frente a Nash: «How is it men crush women time and time again and go unpunished?» Con esto Collins, quien tenía conocimientos en asuntos legislativos, se preguntaba algo parecido: ¿de qué lado está la ley? ¿De la víctima o del agresor? Una reflexión muy transgresora para la época – y que, desgraciadamente, aún continúa en la actualidad – que reivindicaba los derechos de la mujer y que es de extrema consideración.
Con una ambientación extraordinaria – especialmente su diseño de vestuario – y con unas interpretaciones sobresalientes donde destaca Jessie Buckley como una de las actrices británicas emergentes con más trayectoria de la actualidad, The Woman in White es un excelente period drama que se mueve entre la sugestión y la realidad que, acercándose a la sordidez de miniseries como Alias Grace o The Miniaturist, propicia una lectura contemporánea dentro de los principios del movimiento #MeToo con personajes inconformistas, adelantados a su tiempo y donde la sororidad es lo más importante.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.