Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La transición de la nueva era periodística según Aaron Sorkin: «The Newsroom» (HBO, 2012-2014)

«Estados Unidos no es el mejor país del mundo. Pero, podría serlo.» Esta es la frase que corona el discurso de Will McAvoy en la primera escena del piloto de The Newsroom. Un monólogo que se hizo viral y que se retoma cada cierto tiempo – la más reciente en la victoria de Trump en 2016 – para recalcar la hipocresía de Estados Unidos frente a cualquier decisión política y social que emprende, independientemente de quien esté en la Casa Blanca. Sin embargo, pocos de los que difunden y simpatizan con este discurso saben que es solo el inicio de una de las series más críticas de los últimos años, a la vez que una de las más divisoras de opiniones. Creada y escrita en su integridad por Aaron Sorkin, The Newsroom sigue la estela del guionista tras producciones como Sports Night (1998-2000), The West Wing (1999-2006) y Studio 60 on the Sunset Strip (2006-2007), cogiendo los elementos característicos de las tres: el ajetreo de las salas de prensa, la reflexión política y la televisión como plataforma de activismo. Así, se define el “estilo Sorkin” como una manera de integrar sus narrativas televisivas dentro de un necesario diálogo con la sociedad donde su controvertida primera escena debe contemplarse como una declaración de intenciones.

En The Newsroom (HBO, 2012-2014) seguiremos durante 3 temporadas comprendidas en 25 episodios las vicisitudes de la redacción de un canal de noticias privado de la mano de su irreverente presentador, Will McAvoy (un estupendo Jeff Daniels), de la subversiva productora ejecutiva, Mackenzie McHale (Emily Mortimer) y del neurótico director de programación, Charlie Skinner (Sam Waterston). Los integrantes de la sala de prensa también aportan un universo lleno de diversas personalidades y opiniones: los periodistas investigadores, Jim Harper (Jonh Gallagher Jr) y Maggie Jordan (Alison Pill), el productor, Don Keefer (Thomas Sadoski), el experto en comunicación digital, Neal Sampat (Dev Patel), y la analista de asuntos económicos, Sloan Sabbith (Olivia Munn).

La relación profesional y personal entre Will y Mackenzie es uno de los hilos conductores de la serie

A través de las acontecimientos que se suceden – todas noticias reales comprendidas entre 2011 y 2013 – los personajes se encuentran con diferentes victorias/derrotas profesionales y personales que les hacen reflexionar sobre la integridad periodística, la responsabilidad social y honestidad de los medios de comunicación y, sobre todo, la relevancia de los noticiarios como forma de educación política y moral frente a la desinformación. Algo que apela a los espectadores como forma de toma de consciencia; en especial, al público estadounidense.

La serie es una narrativa enmarcada dentro de la era post-11S y, más concretamente, dentro de la era Obama. The Newsroom plantea la disección de la ética socio-política estadounidense desde un prisma no excesivamente dogmático ni un discurso moralista – salvo en contadas ocasiones donde la tenencia al “patriotismo americano” se impone sobre ciertas temáticas – y donde se exponen reflexiones autocríticas sobre el conservadurismo extremo de la nación a modo de generar debates. La T1 nos adentra en el universo de la serie a través del planteamiento de lo que Sorkin denomina, a través de la voz de Mackenzie, las “Noticias 2.0”. Es decir, una nueva forma de entender la manera de dar la información y del periodismo que desafía el rumbo sensacionalista de los canales que sobreponen la audiencia al contenido de calidad. Algo que ya se había debatido en Studio 60 poniendo en evidencia la lucha contra el sistema de cadenas y la prensa rosa/amarilla como forma de desprestigiar el periodismo “de interés”. De formato (casi) episódico, la T1 nos encontramos sucesos de gran relevancia como el surgimiento del Tea Party, la captura de Bin Laden, la aparición de WikiLeaks, la catástrofe de Fukushima; y casos domésticos que reflexionan sobre conflictos internacionales, los asesinatos morbosos, la violencia contra la prensa, el fraude electoral, el vigilantismo corporativo y los trolls de internet.

No existe papel pequeño en «The Newsroom». El staff de la redacción aporta un universo verosímil y cohesionado

Siguiendo con su esquema reivindicativo, las temporadas 2 y 3 tienen una estructura más unitaria con un hilo conductor que atraviesa los argumentos. Por un lado, la T2 propone una reconstrucción de los hechos que llevan a la redacción a enfrentarse a una auditoría legal por asuntos clasificados del gobierno en relación con armas químicas. Una premisa que expone los fallos de sistema, el revanchismo político, los criterios periodísticos y las fake news. Alternando entre pasado y presente, esta T2 apuesta por profundizar más en los personajes dándoles su propio peso evolutivo: la relación de Will con su audiencia, la credibilidad profesional de Mackenzie ante una “noticia bomba”, la relación de Neal con el grupo Anonymous, la experiencia de campo de Maggie en África, la cobertura de la campaña de Mitt Romney por parte de Jim y la figura de Sloan como paradigma de la estereotipación de la presentadora “guapa” en los medios. Además de tener espacio para hablar de temáticas como las redes sociales, la fama, los derechos de las mujeres, el auge de los blogs y cubrir las elecciones a la presidencia de 2012.

Por otro lado, la T3 se presenta como una clara despedida tras la cancelación de la serie. Un cierre agridulce que arranca con los atentados de la maratón de Boston en 2013 y que sirve de precedente para una trama centrada en la libertad de prensa, el derecho a la información y la protección de las fuentes a raíz de un suceso que involucra a la redacción en un asnto de seguridad nacional. Un argumento que se engloba dentro de la revolución digital y que en el que se debate la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Queriendo terminar a lo grande, la T3 de The Newsroom apuesta por una historia un tanto reiterativa, precipitada y descriptiva como síntoma de la deriva de la serie tras una excelente T2 más compleja y ambiciosa.

Sloan Sabbith actúa como paradigma de muchas de las temáticas de la serie

¿Puede que su cancelación se debiera a la falta de interés por temáticas que exigían que el público reflexionase? ¿Puede que muchos vieran la serie como una «serie progre hecha por demócratas» en el peor sentido del término? ¿Puede que el clasicismo de su forma narrativa y la evolución de los personajes fuesen más propios de la época televisiva anterior? ¿Puede que un espectador no-estadounidense le cueste empatizar con según que planteamientos enfocados al «patriotismo heroico» tan característico de la sociedad americana? O, ¿puede que su tendencia a cierto aleccionamiento no consiguiese la complicidad de los espectadores? Precisamente, ese estilo Sorkin puede jugarle una mala pasada en sus proyectos por ser demasiado “machacón” con sus largas parrafadas, sus personajes que siempre tienen la respuesta preparada y su obsesión por taladrar con datos y estadísticas. Algo que funciona de maravilla en el universo de The Newsroom, pero que te puede hacer desconectar en algunas ocasiones. De ahí la diversidad de opiniones sobre la serie.

Sea como sea, lo que más impresiona de The Newsroom es la directa conexión con las temáticas y reflexiones actuales sobre el consumo de información y los medios de comunicación. En este sentido, parece que nada a cambiado en la última década y, lo que es aún más desolador, es pensar que una serie como esta no hubiera sido posible en la era Trump. Motivos como estos son por los que The Newsroom sigue siendo imprescindible como representación de la transición de la nueva era periodística y como ejemplo cualitativo de la ficción televisiva contemporánea.

 

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