Alas rotas. «Libélulas» (Luc Knowles, 2022)
Libélulas (2022) es la ópera prima de Luc Knowles, el retrato de toda una generación, una juventud condenada a la precariedad y a un futuro incierto. El escenario engaña, y aunque las protagonistas residen en la Sierra de Madrid, no viven en chalets de lujo, sino en un barrio mísero, en pequeñas viviendas prefabricadas en el que se sienten atrapadas. La historia de Cata (Milena Smit) y Álex (Olivia Baglivi) da testimonio de cómo un entorno opresivo y la falta de oportunidades hacen mella.
Estas dos jóvenes llevan toda la vida en un barrio de la periferia donde, a pesar del entorno verde e idílico, la situación de los que viven allí es muy precaria y queda muy lejos de los lujos que se encuentran tan solo a unos kilómetros. Amigas desde la infancia, sueñan con escapar juntas de ese entorno opresivo, ya que sus vidas distan de ser idílicas. Ambas pertenecen a familias desestructuradas a causa del abuso de drogas o del alcohol.
Álex todavía lidia con la pérdida de su madre, quien se suicidó cuando ella apenas tenía siete años, mientras hace de niñera de su sobrina para que su hermana, que también padece la enfermedad de la adicción y trata de superarla asistiendo a grupos de apoyo, pueda trabajar. Cata tiene que cuidar sola a su padre enfermo, que padecía del alcoholismo, porque su hermana partió años atrás en busca de una vida mejor.
No tienen trabajo, o el que tienen es muy precario, y sus expectativas de futuro, su sueño de escapar algún día del barrio, las dos juntas, cada vez parece quedar más lejos frente a sus responsabilidades familiares. Desafortunadamente, pasan el tiempo libre tomando drogas, bebiendo y yendo a fiestas interminables para huir de su realidad, algo que queda claro desde un primer momento sin ninguna romanización. Nuestras protagonistas son perfectamente conscientes de que su ritmo de vida no les va a permitir volar, pero quieren volar, quieren tener un futuro, o, al menos, que algunos de sus seres queridos lo tengan.
Todo el film está dotado de un cierto tono de melancolía, como si de un recuerdo se tratase, así como de la desesperanza constante, ya que esta historia no puede acabar bien. Cada plano está teñido de tristeza, tanto los momentos íntimos, los confrontativos como, inclusive, los momentos de diversión o los amorosos.
El director consigue que inclusive los planos en exteriores transmitan una sensación claustrofóbica, como la que sienten, por la impotencia y el desamparo, sus personajes. En cuanto a la puesta en escena y la fotografía, estas están sumamente cuidadas; el color y la luz impregnan de belleza este duro escenario.
Así mismo, es cierto que en algunos momentos la narración marca un ritmo irregular, desembocando en un desenlace abrupto y peca en el uso de ciertos recursos que empobrecen la trama, ya que, aunque podían servir para ubicar al personaje física y emocionalmente, resultan algo sobre explicativos.
Desde luego, se trata de una película coral, en la que todos y cada una de los personajes tienen matices y momentos en los que expresarse y desarrollarse, también gracias al trabajo de los actores, algunos de ellos no profesionales, pero que con su esfuerzo consiguen encarnar esta convulsa historia. En particular, destaca la interpretación de las actrices protagonistas, Milena Smit y Olivia Baglivi, dotada de una calidez y una verdad que trasciende la pantalla.
Libélulas es una experiencia emotiva e intensa, que apunta a la fragilidad y que, debido a su tono intimista y agrio, no es apta para todos los públicos. Una película necesaria que da testimonio de una parte de la población invisible para sus vecinos más afortunados, una población a la que, en muchas ocasiones, damos la espalda.
Estudiante de Lengua y Literatura españolas en la Universidad de las Islas Baleares (UIB). Apasionada por la poesía, con un fuerte interés por las mujeres creadoras y las obras renovadoras.