Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Dos reinterpretaciones shakesperianas: «Ophelia» (Claire McCarthy, 2018) y «Rosaline» (Karen Maine, 2022)

No es necesario constatar que la literatura es uno de los suministradores esenciales en la construcción de guiones cinematográficos. Así, la traslación de dichos materiales, tal como comenta Julie Sanders en su imprescindible Adaptation and Appropriation, suelen seguir dos mecanismos esenciales que recoge el título de su libro. Por una parte, nos encontramos con  la adaptación por la cual el espectador reconoce de manera explícita el texto original aunque éste tenga cambios habitualmente centrados en ofrecer puntos de vista diferentes como sería el caso del Hamlet de Kenneth Branagh (1996). Y, por otra parte, se plantea la apropiación como un rediseño de los materiales primarios por parte de un creador quien lo transforma en un nuevo producto cultural en el que las relaciones con el original son reconstruidas por el espectador. Una de las «técnicas» utilizadas en este proceso apropiativo consiste en  formular las partes no escritas del texto; o, por utilizar los términos de Sanders, los nuevos productos sirven para «rellenar» (filling the gaps) o desarrollar acciones y personajes esbozados en el texto original.  En esta conceptualización se ubican las dos películas que ocupan este post: Ophelia (Claire McCarthy, 2018) y Rosaline (Karen Maine, 2022). Dos nombres del entorno shakesperiano, como también lo son Rosencrantz y Guildernstern ampliados por Tom Stoppard en su obra teatral de 1966 y posteriormente en su película Rosencrantz y Guilderstern han muerto de 1990. La primera de ellas, conocida como la enamorada de Hamlet; la segunda, prácticamente ignorada como enamorada de Romeo a quien este abandona por Julieta.

La representación de la muerte de Ofelia forma parte del imaginario cultural

Indudablemente el personaje de Ofelia forma parte del imaginario cultural. De acuerdo con la obra de Shakespeare, sabemos  que es la amante de Hamlet a quien éste rechaza para poder cumplir el desenmascaramiento de Claudio por la muerte de su padre de manera que este rechazo la lleva a la locura y al suicidio. Pues bien, el guion de Semi Chellas basado en el libro homónimo de Lisa Klein, va a ofrecernos los principales acontecimientos de Hamlet desde la perspectiva del personaje femenino. Toda una «subversión» del protagonismo de la obra primaria a favor de un personaje que ya no es pasivo y víctima del destino trágico por las maquinaciones de su enamorado. Bien al contrario, Ofelia (Daisy Ridley) es una joven rebelde que entra a formar parte del séquito de las damas de honor de Gertrudis (Naomi Watts) donde aprende a moverse en el centro del poder y que no duda en enfrentarse al despótico Claudio (Clive Owen). Igualmente, Ofelia está adiestrada en el manejo de las armas, tiene una extrema curiosidad por las pócimas y mantiene largas conversaciones con Hamlet (George MacKay) de quien es totalmente independiente, discrepando de la lentitud de su toma de decisiones.

La primera parte de la película: la corte de Elsinor

Este esbozo del personaje se refleja en la primera parte argumental que podríamos denominar como de la corte de Elsinor que ampliará la situación doméstica entre Claudio y Gertrudis. De esta manera, el nuevo rey se define como una persona agresiva y con un enorme afán de poder de manera que se desvela como despiadado y pendenciero. Unos atributos que tienen su reflejo en su comportamiento hacia Gertrudis a quien menosprecia y maltrata psicológicamente de modo que la reina encuentra en Ofelia una especie de refugio. Hasta aquí se evidencia la ampliación de personajes del Hamlet shakespeariano y, por decirlo de alguna manera, la línea seria del film o, al menos, la más reconocible culturalmente por el espectador donde la puesta en escena se ajusta extraordinariamente al tono del drama y también al destino trágico de (casi) todos los personajes. Un planteamiento interesante pero que, una vez expuesto, no deja de ser previsible o enmarcable dentro del canon textual. Sin embargo, Ophelia presenta una segunda parte totalmente ficcional con respecto al original y más desmadrada por su entramado de construcción de dobles con un trasfondo mágico-esotérico. Justamente este momento es el que suscita el interés del espectador a quien se sumerge en una especie de «tragedia de Gertrudis» a quien se suministra un backstory absolutamente rocambolesco que incluye a una hermana bruja a quien se creía muerta. Y es que el espectador lo que quiere ver no es solo el punto de vista del personaje femenino, que también, sino apreciar cuál es el valor añadido a un argumento clásico que aporte algo novedoso. Y no podemos negar que esto lo consigue la segunda parte de Ophelia.

La segunda parte de la película: la tragedia de Gertrudis

Justamente la idea de desmadre cómico es el punto de partida de Rosaline con guion de Scott Neustatder y Michael H. Weber a partir de la novela When you were mine de Rebecca Serle. Un tono de comedia burlesca que ya desde las primeras escenas la alejan de la tragedia de los amantes de Verona. Porque la historia se inicia con una escena de balcón en la que Rosaline (una como siempre magnífica Kaitlyn Dever) espera la llegada de su enamorado Romeo (Kyle Allen). Romeo va a configurarse a lo largo de todo el film como un estereotipo de galán con el poder de la palabra como arma seductora para las jóvenes —aunque los halagos sean siempre los mismos para todas a modo de cliché,  sea un joven adolescente y enamoradizo que va a fiestas «discotequeras» y que no muestre ningún tipo de personalidad. Desde este punto de vista, la relación con Ophelia es evidente ya que son los personajes femeninos los que toman la iniciativa de las acciones y embrollos de la película.

La más que típica escena del balcón

El azar, por llamarlo de algún modo, hace que Rosaline no pueda acudir a la fiesta de máscaras y que Romeo conozca a Julieta (Isabela Merced) como seguimiento del argumento shakespeariano. En este punto se inicia la interferencia de Rosaline en el argumento original: ella y Julieta son primas de manera que Rosaline se inventará todas las estratagemas posibles para que ésta abandone a Romeo en escenas absolutamente disparatadas como cuando ambas se van de copas para que Julieta conozca a otros hombres, o en los momentos en que las dos jóvenes quinceañeras y «yuppies» llevan una vida ociosa que aprovecha Rosaline para sus objetivos. Pues bien, es en la parodia de los momentos del texto original donde reside el auténtico encanto de Rosaline, en la transformación de los estereotipos del imaginario cultural ya que Romeo y Julieta son dos pardillos sobredimensionados tradicionalmente, y la estratagema de Julieta de reunirse con Romeo a partir de fingir su muerte es una solución, desde el punto de vista de Rosaline, absolutamente complicada y con opciones más fáciles que las del texto original y, sin duda, con un final más feliz para la pareja. Unos embrollos que tienen en el personaje de Nurse (Minnie Driver) un contrapunto espectacular aunque desaprovechado. Así, la tragedia se convierte en farsa.

Las «Capuleto» se van de copas

Pero no olvidemos que la producción de Rosaline es distribuida por Disney, con lo que ello conlleva de una cierta obligación de cerrar positivamente a los personajes o, al menos, cerrarlos amablemente. Si la parodia del texto shakespeariano supone un final feliz para los famosos amantes italianos, de algún modo se debe hacer lo mismo —o parecido— con el personaje central. En este punto se introduce de nuevo el elemento romántico en la película a través de una especie de remedo de The taming of the shrew por el que la díscola y obsesionada-con-Romeo Rosaline rechaza a todos los pretendientes que le propone un padre comprensivo con su hija adolescente y, de manera especial, a Dario (Sean Teale). Frente al Petruccio que intenta domar a Catalina, Dario se convertirá en cómplice de las tramas de Rosaline para, finalmente, convertirse en el interés romántico de la joven. Un planteamiento que desluce el tono paródico de la película convirtiéndola en una rom com tradicional. En definitiva, una segunda línea argumental ficcional dentro del planteamiento amoroso  canónico entre una Capuleto y un Montesco que tiene el efecto contrario a lo que sucede en Ophelia: hace que el espectador pierda momentáneamente el interés por lo que le sucede a Rosaline y quiere ver cómo se desarrolla este particular triángulo sentimental que es el centro de la película.

El personaje de Nurse (Minnie Driver) podría haberse desarrollado más como comic relief

Sea como sea, tanto Ophelia como Rosaline son dos producciones interesantes que sitúan a personajes femeninos marginales o marginados literariamente en el centro de las historias. Ambas tienen finalidades y targets muy diferentes de manera que éstos condicionan los argumentos y también la recepción del público al que se dirigen. Si bien no son obras maestras, sí son dos films que se dejan ver, dos films que implican una cierta dosis de riesgo que debe valorarse positivamente.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *