«Hirokazu Koreeda» (Miguel Muñoz Garnica, 2022): el humanismo familiar del cineasta
«La familia, ya sea consanguínea o creada por otros afectos, es solamente un recipiente»
Hirokazu Koreeda
Durante el ciclo que le hemos dedicado y que le seguimos dedicando al director nipón Hirokazu Koreeda, no hemos estado del todo solos. A lo largo de las catorce entradas escritas mensualmente, la figura de Miguel Muñoz Garnica nos ha acompañado en cada una de ellas como un apoyo fundamental para la correcta interpretación de los trabajos del tokiota. Licenciado en periodismo por la Universidad de Navarra y doctorado en comunicación audiovisual por la misma institución, su área de trabajo se ha centrado en el análisis fílmico con especialización en el cine japonés. El libro que hoy aquí reseñamos es, en realidad, una adaptación para la editorial Cátedra — fácilmente localizable en el apartado dedicado a cineastas de la colección «Signo e Imagen»— de su tesis doctoral que defendió en 2019 bajo el título «La imagen de la familia en el cine de Hirokazu Koreeda. Un diálogo con la historia del cine japonés». En la entrada que le dedicamos al libro —ahora simplemente llamado Hirokazu Koreeda—, buscamos honrar el valioso trabajo que ha llevado a cabo Muñoz Garnica con esta obra y, simultáneamente, plantear por qué el visionado de la filmografía de Koreeda acompañándose de la debida lectura de este estudio puede ser una experiencia enriquecedora.
Muñoz Garnica divide el libro en tres bloques. El primero está destinado eminentemente a la exploración de las raíces de Koreeda y a su correcta localización contextual para facilitar, de esta manera, su estudio y comprensión. Opta por una estructura clásica, pero no por ello menos enriquecedora, al comenzar convenientemente por el nacimiento del director. Sin embargo, como es lógico y entendible, los primeros compases del estudio introductorio de Muñoz Garnica no versan necesariamente sobre Hirokazu Koreeda en sí, sino que buscan dibujar alrededor de él —un él de cualidad futurible, en tanto que se perfilan los tempranos ecos de aquello en los que se convertirá— toda una serie de líneas que van desde datos circunstanciales de cómo era la Japón de la década de 1960, a cuestiones más personales relacionadas con su nacimiento en un contexto obrero y humilde a raíz de las dificultades que tuvieron que experimentar tanto su padre como su madre en el marco de la posguerra en una Japón derrotada y en crisis. La razón principal que justifica las cincuenta páginas que dura esta parte de la obra tiene que ver con cómo Koreeda, en su trabajo de ficción, imbrica elementos autobiográficos con espacios narrativos que, si bien se consideran a todas luces costumbristas al enmarcarse en el familiar mundo del shomin-geki, podríamos caracterizar como parcialmente ficticios. Esto es algo que hemos visto y tratado de forma marcadamente reiterativa a la hora de hablar de sus películas en las entradas que preceden a esta reseña, incluso en aquellos casos —como podría ser Distance (2001)— donde lo autobiográfico pierde su componente felizmente egocéntrico para dar paso al realismo biográfico. La cosa es que, en efecto, y cómo se esfuerza Muñoz Garnica en demostrar, el conocimiento del contexto eminentemente personal del director, por lo menos en el caso que a nosotros nos atañe, resulta de vital importancia para que la profundización en su obra lleve a buen puerto.
En el segundo bloque, el menos extenso, Muñoz Garnica abandona el buceo en la biografía del autor y pasa a hablar de su debida contextualización en el ambiente cinematográfico que le corresponde. Si bien la exploración de las influencias de un director siempre ha resultado un entretenimiento divertido y discutiblemente necesario, en el caso de Hirokazu Koreeda esta exploración viene marcada con un asterisco por una simple razón: desde sus comienzos, y dada la naturaleza de sus dramas, su nombre ha ido asociado a los grandes maestros del cine costumbrista japonés. Quizás ahora, y gracias a sus últimos esfuerzos como director, las voces críticas se han calmado en lo que a estas comparaciones se refiere, pero hubo un tiempo en el que resultaba francamente complicado no ver aparecer al lado del nombre de Koreeda las palabras «heredero y/o continuador del estilo de Yasujirō Ozu». No afirmaremos que no hay razones evidentes detrás de esta comparativa, pues si lo hiciéramos incurriríamos en fatales fallas que implicarían errar el tiro a la hora de entender el estilo de Koreeda. Sin embargo, sí que resulta mucho más conveniente criticar este reduccionismo por una motivación doble: el flaco favor que se le hace tanto a Koreeda como a la historia del cine shomin-geki. Son muchos los nombres que deberían aparecer citados junto al maestro Ozu en este aspecto, y así lo hace Muñoz Garnica. Aparecen mentados los nombres de Yasujiro Shimazu, Heinosuke Gosho, Hiroshi Shimizu y, por supuesto, Mikio Naruse, reivindicado por el propio Koreeda como el gran motor influyente detrás de su estilo. Con su ampliación y debido trabajo exhaustivo, Muñoz Garnica busca —y, en lo que a mí respecta, consigue— corregir el notable deservicio que se le ha hecho a Koreeda desde el bando de la crítica cinematográfica al, muchas veces, reducir su estilo como una mera contingencia o continuación de aquello que hizo grande a Ozu. Muñoz Garnica entiende que la cristalización cinematográfica del estilo de Koreeda responde a una lógica más poliédrica que pone de relieve la riqueza de elementos influyentes que toman partido en la consagración de Koreeda como director de hecho, todo eso sin ignorar que, en tanto que autor, el propio Koreeda tiene un acercamiento personal y prácticamente intransferible al género del shomin-geki.
Muñoz Garnica apuntala su estructura en tres bloques con lo que correspondería al cuerpo de su trabajo, esto es, el análisis fílmico de las películas de Hirokazu Koreeda. A lo largo de más de 200 páginas, las necesarias para tratar los catorce títulos que configuraban la filmografía de Koreeda para cuando Muñoz Garnica estaba trabajando en su tesis, el lector seguirá un modus operandi analítico que se irá repitiendo en cada una de las películas que analiza e interpreta. Comienza con un acercamiento puramente contextual, en el que explica las razones detrás de la producción de la correspondiente obra. Aquí es dónde Muñoz Garnica sigue justificando su labor investigativa en los dos anteriores bloques, haciendo muestra no solo de un conocimiento ejemplar de las circunstancias inmediatas al director, sino también de cómo estas mismas se entrelazan con los contenidos que colman sus trabajos. Tras esta fase introductoria, que puede ser más o menos extensas dependiendo de la complejidad de los asuntos referenciales que motivan la producción de la película, Muñoz Garnica ocupa sus manos con una minuciosa labor analítico-interpretativa a través de un estudio pormenorizado de, prácticamente, cada uno de los planos que configuran las obras. No contento solo con una empresa tan trabajosa, también le dedicará tiempo a relacionar cuál sea la escena que está analizando en ese momento con escenas que han aparecido anteriormente —lo hayan hecho o no en esa misma película— o, incluso, con trabajos de otros directores cinematográficos. Con este planteamiento comparativo, Muñoz Garnica refuerza la presencia de las influencias en el trabajo de un creador y enriquece dicha obra en tanto que la esboza como una suerte de componente dialógico en la eterna conversación que se está llevando a cabo en el centro del séptimo arte y que goza de muchísimos constituyentes y participantes.
Uno quizá pueda no estar de acuerdo con todas las conclusiones a las que llega Muñoz Garnica en su estudio, algo francamente entendible pues son muchas las películas que analiza y, en consecuencia, son también muchos los comentarios que respectivamente hace de ellas. Sin embargo, eso no le resta ni importancia ni mérito a la exhaustiva y profunda labor que ha llevado a cabo en las páginas de este libro. Es un texto que acerca al lector al mundo prácticamente inmediato al director nipón, trazando una ecología que no existe solo en los confines de su propia filmografía, sino que se estira de forma incesante —y parece nunca estriarse— para incluir y abarcar el trabajo de otros tantos directores que se posicionan como figuras centrales en la consagración de su estilo. El libro que aquí reseñamos mira al cine y, en su líquida imagen, parece ver lo que realmente es: una vitalista carta de amor a todo aquello que nos rodea y nos moldea. Si nos pusiéramos quisquillosos y tuviéramos que buscarle una pega al trabajo de Muñoz Garnica, nuestra queja iría dirigida a que, dada la periodización de esta obra, no pueda incluir en ella las películas que Koreeda filmó después de The Truth (2019) y que sigue filmando todavía a día de hoy. Quizá en un futuro, y esperemos que cercano, veamos una nueva edición de este estudio que incluya los últimos trabajos de Koreeda y, así, poder acercarnos todavía más a la esencia que recorre como una generosa arteria toda una filmografía repleta de familiaridad y humanismo.
Graduado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de las Islas Baleares (UIB), donde también cursó el Máster en Lenguas y Literaturas Modernas —especialización en Estudios Culturales— y el Máster de Formación de Profesorado y donde se encuentra actualmente realizando un Doctorado en Filología y Filosofía. Interesado en el panorama ‘queer’, la ecocrítica y las representaciones discursivas y ficcionales de la otredad, acude a la llamada de las artes en busca de refugio y santuario para evitar perder el poco juicio que le queda.