Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Jason Momoa y su Amor carnal: The Bad Batch

Que Jason Momoa está de actualidad no es ninguna novedad, solo hay que ver el revuelo que está causando su caracterización de Aquaman, después del espectacular trailer estrenado en la última Comic-Con. Lo cierto es que cada vez es más frecuente verlo aquí y allá, aunque no en grandes producciones.

Khal Drogo marcó un antes y un después para el actor, pero desde entonces le hemos podido ver en películas como Una bala en la cabeza o la entretenida producción de acción Braven, traducida a España como El leñador. En series, más de lo mismo, Frontera, Red Road, son algunas de las últimas que ha protagonizado, pero ninguna de ellas al nivel de una superproducción del rango de Juego de Tronos. Lo que sí está claro es que el gigante hawaiano se está convirtiendo en un rostro familiar en la pantalla, carisma y presencia no le faltan. ¿Alguien dijo Amor Carnal? Aquí llega The Bad Batch, de la directora Amy Lily Amirpour.

El elenco de la cinta está formado por actores de nivelón como Keanu Reeves, Jim Carrey (el comediante hace un discreto pero sorprendente papel), Suki Waterhouse (la prota) y nuestro amigo Jason Momoa , entre otros, como Giovanni Rissi o Diego Luna.

La historia que se nos cuenta nos sitúa en una sociedad post apocalíptica, muy del gusto de los amantes de Mad Max seguramente. La directora plantea una especie de analogía siniestra con el muro de Trump, pues nos situamos en Texas, y un desierto que divide la sociedad entre caníbales, drogadictos y sobrevivientes a un mundo pasado.

Quizá a muchos les suena A Girl Walks Home Alone at Night, una cinta de vampiros en blanco y negro de lo más atípica, en la que una chupasangre era la protagonista.  Pues bien, en aquella ocasión la directora aprovechaba para contarnos una historia donde se reflejaba el ultraconservadurismo norteamericano propio del momento actual del país de las barras y las estrellas, pero mediante la figura de los clásicos monstruos.

Luces y sombras carnales

La película engancha, sobre todo, en sus primeros veinte minutos, completamente locos e intrigantes. Las escenas del inicio son explícitas y duras, sin desmerecer al gore más carnal. De a ratos vemos lo que parece ser una película salvaje, luego se asemeja a una de ciencia ficción y supervivencia, por momentos un film de psicodelia y hasta una historia de amor. Ese cóctel de espacios, situaciones eclécticas, estilos y tonos cromáticos que nos acompañan son los responsables de que no sepamos qué estamos viendo o, más desconcertante aun, de que no sepamos a ciencia cierta qué nos quieren contar con la película. ¿Cuál es la historia? Esto a niveles de guion puede ser considerado como un completo desastre, pero también como un reto para el espectador, que debe descifrar cuál es el valor de The Bad Batch, con un Jason Momoa que hace suya la pantalla y una Suki Waterhouse que desprende encanto y atractivo en cada plano que tiene con su pantalón amarillo y su mirada perdida. Jim Carrey es otro actor beneficiado del film, por muy breve que sea su participación, caso contrario al papel de Keanu Reeves, que no sabemos de qué va su personaje realmente.

En resumen, The Bad Batch me parece un peliculón, no tanto porque reúna las condiciones necesarias para pasar a la historia del cine. Su historia dista mucho de ser perfecta, pero la selección de casting es acertadísima y la técnica brilla sola. Pocas críticas y poca repercusión para un film atípico, con luces y sombras, pero que no deja indiferente a quien se decide a verla. Pasarán los días y su poderío visual aun retumbará y eso solo lo hacen dos tipos de películas: las que son buenas o las que son raras y diferentes.

…Y mientras tanto, la cinta avanza, pero de aquel modo: cambiante, entre cruces de personajes, pero sin demasiada acción ni diálogos profundos, con la música electrónica que no deja de bombear en nuestros tímpanos. Así siguen pasando los minutos, hasta que, de repente, casi sin darnos pie a nada más, termina, como lo hace esta reseña.

 

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