Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

La maternidad como body horror: «Dead Ringers» (Amazon, 2023)

El pasado mes de abril, Prime Video estrenaba la miniserie Dead Ringers, una producción ya anunciada en 2020 y que se planteaba como una relectura de la película realizada por David Cronenberg en 1988. El guión de la dramaturga Alice Birch —quien, además de su trabajo teatral, ha participado en series como Succession (HBO 2018-2023) y Normal People (Hulu, 2020) y ha coguionizado, entre otras, la película Lady McBeth (William Olroyd, 2016)— transformaba, de acuerdo con las informaciones de la productora, a los hermanos Mantle encarnados por Jeremy Irons por las hermanas Mantle interpretadas por la más que magnífica y a veces infravalorada actriz Rachel Weisz. Un cambio que predecía también el desarrollo de unos contenidos totalmente diferenciados de la cinta de Cronenberg.

La visualización de la violencia del parto como «body horror»

Dead Ringers tiene un punto de partida argumental común con el film ya que nos presenta a las hermanas Beverly y Elliot Mantle desarrollando su trabajo como ginecólogas en un hospital privado en el que intentan poner en práctica su idea de favorecer lo máximo posible el estado físico y mental de las mujeres embarazadas o que desean ser madres, algo que choca frontalmente con las prácticas clínicas convencionales. De este modo, la maternidad y sus distintas posibilidades van a marcar los ejes temáticos de la miniserie en cuyo episodio piloto se visualizan las imágenes de la realidad de un parto con una planificación que la aleja del momento «bello y emotivo» de un nacimiento. Este se plantea habitualmente desde el punto de vista de los médicos que dirigen a la parturienta o desde detrás de la mujer de modo que el punto focal no es el femenino sino siempre el masculino. Esta convención supone la normalización de la dulcificación e incluso negación de una situación de extrema violencia prácticamente censurada visualmente; algo que se encarga de advertir intencionadamente la miniserie cuando anuncia que «contiene imágenes reales de partos que pueden herir la sensibilidad del espectador». Así, la maternidad es la muestra del body horror en estado puro —o natural, frente a la artificialidad de los instrumentos ginecológicos de los hermanos Mantle— como también nos propone la película Pieces of a Woman (2020) del director húngaro Kornél Mundruczó.

Elliot Mantle en su laboratorio

En la historia de Beverly y Elliot van a entremezclarse dos líneas convergentes, la laboral y la personal, que son indisociables. Los constantes abortos que sufre Beverly son interpretados de manera distinta por las dos hermanas, mientras para esta, quien desea ser madre, es una muestra de su incapacidad como gestante, para Elliot es un reto científico en su experimentación de nuevas formas de fecundación. Sin embargo, Dead Ringers, va más allá de los casos particulares que aparecen en los distintos episodios para ofrecer un discurso crítico reivindicativo acerca de la capacidad de decisión de las mujeres de cómo gestionar sus embarazos empezando por la eliminación de la violencia obstetricia asentada en una práctica médica secularmente asumida por los hombres-doctores.  Por este motivo resulta extremadamente interesante el cambio de los personajes masculinos de Cronenberg por personajes femeninos así como la conversión de una narración psicosexual en una narración donde las necesidades emocionales de Elliot y Beverly están claramente diferenciadas y la sexualidad individual psicopática se sustituye por las nuevas formas de encarar la sexualidad femenina. Y por este motivo también resulta importante en el desarrollo argumental de la miniserie la creación de un espacio innovador: el Birthing Center como lugar de experimentación e innovación no sólo como espacio diferenciado frente a los centros hospitalarios sino también como espacio de experimentación acerca de los derechos reproductivos de las mujeres que engloban también los distintos tratamientos de fertilidad o el retraso de la menopausia como libertad de la mujer a la hora de elegir cuándo convertirse en madre.

Rebecca Parker y su hija Susan financian el Birthing Centre

El sueño de las hermanas Mantle es comprado —literalmente—  por la familia Parker quienes financian el proyecto. Y si hemos hablado del parto como muestra del body horror, no podemos obviar las espeluznantes palabras  de Rebecca (Jennifer Ehle) y Susan Parker (Emily Meade) para asumir la creación del Birthing Centre que muestran la maternidad desde una perspectiva meramente comercial donde esta se convierte en una forma de negocio rentable. Un planteamiento que se avanza en los episodios de la miniserie en los que asistimos a los momentos previos del parto de una madre subrogada en los que la compradora del vientre exige estar presente en la toma de decisiones médicas dado que la joven gestante es un objeto que ella ha comprado. De nuevo, la miniserie se sumerge en los debates de la contemporaneidad y los vuelve más escalofriantes aún al ser dos mujeres las que no tienen ningún tipo de escrúpulos en cosificar la maternidad como forma de body horror social y de violencia simbólica ejercida, en este caso, por las capas sociales privilegiadas. Este aspecto meramente empresarial se retoma al final de la serie —aunque por motivos argumentales que afectan a la trayectoria personal de las hermanas Mantle— cuando se presenta el éxito de la experimentación de Elliot con embriones que se desarrollan fuera del útero materno. Una presentación que, hábilmente incorporada en la miniserie, introduce la referencia a la llamada ectogénesis o embarazo sintético que, lejos de ser un argumento distópico, tiene defensores e incluso empresas que están investigando en este sentido. A las noticias sobre «Ectolife» nos remitimos.

El personaje de Greta (Poppy Liu) forma parte del esquema del «body horror»

Pero este despliegue conceptual no puede disociarse de la configuración de los personajes de Beverly y Elliot Mantle. La primera, más tradicional en el sentido positivo del término, extremadamente tímida y dedicada esencialmente al cuidado de las mujeres gestantes ; la segunda, más arriesgada y extrovertida, se dedica a la experimentación fecundativa no tanto para las mujeres que acuden a ellas sino especialmente para que su hermana pueda cumplir su deseo de ser madre. Las Mantle son, pues, dos caras de la misma moneda de ahí su «inseparabilidad». Un adjetivo utilizado para la traducción al español del título de la serie que, si bien no resulta incorrecto, sí que puede tergiversar parcialmente la esencia del doppelgänger como doble perfecto de una persona relacionado etimológicamente con la idea del «gemelo», con la cara oculta de una persona e incluso, desde el planteamiento de la mitología nórdica, como augurio de la muerte. Estas definiciones no necesariamente implican la inseparabilidad pero sí que implican la posibilidad de suplantaciones de personalidad. Así se da en la cinta de Cronenberg de manera sistemática y de manera orgánica en la miniserie. De este modo, Beverly —quizá en un guiño a la película donde el objeto de deseo es la actriz Genevieve Bujold—  se enamorará de la actriz Genevieve (Britney Olford) aunque será Elliot la que iniciará el romance haciéndose pasar por su hermana. A partir de esta acción, las suplantaciones de personalidad tienen, en Dead Ringers, una finalidad meramente dramática y de construcción de personajes bien como contraste entre ellos bien como detonantes para potenciar su extrema simbiosis. Por ello, la relación estable de Beverly con Genevieve se presenta como un triángulo en el que Elliot no tiene cabida, por una parte, y en el alejamiento físico que no emocional —o mental, como reflejo de la pronunciación del apellido Mantle— de ambas hermanas quienes luchan contra las consecuencias personales de su separación, por otra parte. Un proceso que, tal como plantea el contundente final de la miniserie, es destructivo y redentivo a partes iguales, condensando en su última secuencia las dos líneas temáticas que atraviesan Dead Ringers. Un proceso que dramática y narrativamente es cíclico.

Las hermanas Mantle en los episodios finales de la miniserie

Dead Ringers es una miniserie conceptual, estética e interpretativamente potente. Por ello resulta un tanto complicada la traslación de su construcción milimétrica a un post que ha intentado recoger las bases de lectura de la propuesta de Birch y Weisz que, como todos los productos audiovisuales que analizamos, es de obligado visionado. Todavía más por la sutileza —y rudeza— de los diálogos y de la espectacular interpretación de Weisz quien es capaz de cambiar de personalidad solo a través de la mirada, en una construcción que va de dentro hacia afuera y huye de cualquier tipo de artificialidad actoral. Una miniserie que es, realmente, una relectura —por tanto, conceptual— de la película de Cronenberg de la que no reniega en absoluto,  a la que rinde homenaje a través de elementos muy concretos y a la que despoja de lo meramente psicológico individual para enmarcar a sus personajes en un contexto reconocible por las audiencias. Esperemos que el inmenso trabajo que hay detrás de Dead Ringers tenga un reconocimiento por parte de las academias de las artes audiovisuales, léase Emmys y Golden Globes.

 

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