Más diversidad, más personajes: los episodios finales de «The Bletchley Circle: San Francisco»
Pocas series me han provocado una admiración tan extrema como The Bletchley Circle (BBC). Lo que empezó como una curiosidad por el título que me trasladaba a la figura de Alan Turing —por el que siento una especial devoción como he confesado más de una vez— se ha ido convirtiendo en el descubrimiento de una historia en constante evolución formal y argumental. Mientras la primera temporada planteaba la visibilización de las mujeres que hicieron posible la victoria aliada frente a las tropas alemanas en la Segunda Guerra Mundial, la segunda presentó el traslado de parte del equipo a los Estados Unidos para resolver un enigma —nunca mejor dicho— iniciado en su etapa británica y que daría lugar a The Bletchley Circle: San Francisco (Omnifilm Entertainment/ Britbox).Tal como ya comentamos en su momento, el trasvase cultural de la serie se hizo de manera absolutamente orgánica y, por qué no decirlo, magistral al asimilar en argumentos más o menos parecidos tanto los códigos del film noir como los entornos culturales de los nuevos escenarios. Pues bien, tras los cuatro primeros episodios de la entrega, asistimos a un nuevo giro en el rumbo de las peripecias protagonizadas por Millie (Rachael Stirling), Iris (Crystal Ballint), Jean (Julie Graham)y Hailey (Chanelle Peloso).
Pero antes de comentar este cambio de rumbo en la serie, no podemos dejar de mencionar el hecho de que la producción de The Bletchley Circle: San Francisco es totalmente canadiense así como el equipo técnico, directores y guionistas de la misma. Una ficción, la canadiense, que tiene en el plano cinematográfico a nombres como Xavier Dolan (Mammy, Sólo es el fin del mundo, Lawrence Anyways, Blade Runner 2049), Denis Villeneuve (Incendies, Politechnique, Arrival) y Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y, Café du Flore) y que ha ofrecido en televisión productos de altísimo nivel como The X-Files, Nikita, Camelot, Smallvile, The Tudors,The Killing y, más recientemente, Orphan Black. A todos ellos debemos añadir la dirección de Jean-Marc Vallée en series como Big little lies (HBO) y Sharp Objects (HBO). Un listado de nombres y títulos que indican que hay vida más allá de la ficción televisiva estadounidense, como también la hay más allá de la BBC. Un listado al que debemos añadir los nombres de los guionistas de TBC: San Francisco encabezado por Linda Good como supervisora del equipo de escritura y entre los que destacan Damon Vignale, Daegan Fryklind y, de manera especial, Michael MacLennan.
Y nos referimos a MacLennan porque es uno de los showrunners emblemáticos de la televisión canadiense contemporánea por incidir en temáticas identitarias. Buena muestra de ello son su participación como productor y guionista en la serie Queer as folk (Showtime y Temple Street productions, 2000-2005) y en Bomb Girls (Global TV 2012-2013) en la que se narra la vida de las mujeres de una fábrica armamentística durante la Segunda Guerra Mundial. Una serie que tendrá una fuerte influencia en el planteamiento de TBC: San Francisco tal como el propio MacLennan reconocerá definiéndola como una «secuela escondida» de la ficción de 2012. Justamente estos elementos son los que van a centrar los dos casos finales de la primera temporada del desembarco de nuestras criptógrafas en Estados Unidos cuyos argumentos, como es habitual en la serie, van a extenderse a lo largo de dos episodios cada uno de ellos.
En «Not Cricked» y «Iron in War», las cuatro protagonistas intentarán resolver el caso de un joven que, tras recibir una brutal paliza, acude a la casa en la que viven Millie y Jean y que pertence a Edward, el primo de la primera. En «Fog of War» e «In for a pound» asistiremos al robo de la máquina desencriptadora utilizada por Iris en Presidio a manos de agentes soviéticos. Estas más que breves líneas argumentales que no difieren aparentemente a las coordenadas de la serie en general, van a servir para desplegar un cambio en la construcción de los personajes principales de la serie, ampliar sus alianzas y, de manera especial, escenificar el lado más oscuro del sistema sociopolítico de los Estados Unidos. Porque, si en los primeros episodios de la temporada, los argumentos están al servicio del desenmascaramiento del American Way of Life, en estos, se pondrá más que entredicho las bondades del American Dream, un sueño en el que la corrupción policial es endémica, la homosexualidad es perseguida, cualquier diversidad identitaria o ideológica implica una inmediata detención con castigos brutales, y, finalmente, hay un estado policial-paranoico marcado por el inicio de la Guerra Fría y del Macarthismo.
De esta manera, los argumentos de los últimos episodios pueden ser considerados como «excusas» para hacer evolucionar a cada uno de los personajes. La paliza recibida por un joven que pide ayuda a Edward será la punta del iceberg de una red de traficantes de heroína en la que están implicados altos cargos de la policía pero, sobre todo, para poner en evidencia la persecución sufrida por el colectivo homosexual que debe organizarse en la clandestinidad. Un rechazo de la homosexualidad que alcanzará de lleno a Hailey quien, por primera vez, confiesa públicamente su condición sexual y su miedo ante la persecución social pero que se siente arropada por sus compañeras de esta «especial sororidad» con las que mantiene no solo relaciones de admiración (Jean) o materno-filiales (Iris) sino de comprensión absoluta por parte de las dos integrantes británicas del equipo: de Millie, quien admitirá su bisexualidad en una conversación con su primo Edward, y de Jean quien relatará el destino trágico de su jefe en Bletchley, Alan Turing.
Las detenciones identitarias irán acompañadas de detenciones ideológicas. Edward será acusado de pertenecer al partido comunista y las sospechas policiales recaerán sobre Dennis (Agape Mnogomezulu), el hijo de Iris quien organiza manifestaciones políticas reivindicativas contrarias al sistema. Justamente esta deberá enfrentarse a cambios drásticos en su vida así como a constantes decepciones personales relacionadas con la ruptura de una visión ideal de su país: Dennis saldrá con una chica blanca contrariamente a lo que ella esperaba; verá cómo el servicio de inteligencia estadounidense requisará su prototipo de máquina desencriptadora (en «Fog of War») bajo la acusación de alta traición si lo hace público; se verá engañada por una antigua colaboradora de inteligencia en Hawai convertida en espía de los soviéticos; y, finalmente, deberá convivir con la ausencia de su marido, destinado en Vietnam y su permanente estado emocional de «war widow». Un estado emocional del que solo se desprende gracias a la acción y a la compañía de esta nueva familia formada por sus compañeras, la confidente policial Olivia (Jennifer Spence), el oficial Bill Bryce (Ben Cotton) enamorado de Millie, y Archie (Peter Benson), dueño del local de jazz que se ha convertido en cuartel general del grupo. Un grupo que sus creadores definen como movimiento protofeminista.
La influencia de Jean y Millie va a ser fundamental en la evolución de los personajes y en el despliegue conceptual de los episodios finales de la primera temporada. De hecho, las representantes británicas del team no van a sufrir arcos tan drásticos como las de sus colegas estadounidenses. Uno de los motivos es, sin duda, el hecho de que sus arcos como personajes ya han sido desarrollados en The Bletchley Circle (BBC): Millie seguirá siendo una superviviente que se adapta a cualquier entorno, una mujer de mundo que conoce los resortes emocionales de las personas y que, por tanto, es capaz de ponerse en el lugar del otro para resolver los distintos argumentos de la serie pero también para ayudar en la construcción del resto de los personajes; y Jean seguirá siendo la mujer que sabe a qué puertas acudir para poder conseguir las informaciones precisas. Tanto Millie como Jean serán dos personajes camaleónicos —en el sentido animal de la palabra— que se mimetizan perfectamente con su nuevo entorno pero con una disciplina personal y un idealismo que chocará estrepitosamente con el nuevo espacio ideológico y social en el que se mueven, esa «land of freedom» que no es más que un espejismo. Por eso viene como anillo al dedo la noirness que atraviesa toda la temporada, que ha transformado a San Francisco en un personaje más de la serie y que ha ido evolucionando estética y conceptualmente en todos los episodios de la entrega.
Parece que The Bletchley Circle: San Francisco va a tener una segunda temporada que, de acuerdo con las declaraciones de Michael MacLennan insistirá en presentar una mayor variedad argumental continuando su idea primigenia de mostrar más diversidad y ahondar todavía más en los personajes. Esperaremos impacientemente la renovación de una serie que es realmente una pieza de orfebrería en todos los sentidos.
Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears. Ha sido investigadora principal del grupo RIRCA y ha dirigido tres proyectos de investigación nacionales competitivos financiados por el gobierno español. Actualmente forma parte del proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Trabaja en ficción audiovisual en plataformas diversas, especialmente en temas de arquitecturas narrativas. Tiene una especial debilidad por el posthumanismo y ha publicado distintos trabajos en revistas indizadas y editoriales de prestigio internacional.