Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Retrospectiva Doctor Who (IV): la era Steven Moffat con Peter Capaldi (T8-T10, 2014-2017)

Doctor Who ya se había ganado una fama internacional. El nuevo apartado técnico de la serie, con un genial Matt Smith a la cabeza, había facilitado la entrada de muchos espectadores al infinito cosmos del Whoniverse, un término cada vez más esparcido entre el fandom. En pleno centro de los 2010, las redes sociales y foros se habían convertido en un espacio de pasión compartida entre whovians, pero también de duras críticas hacia las nuevas iteraciones del Doctor favorito de Reino Unido. Volvamos a la Navidad de 2013, donde el Undécimo, encarnado por Matt Smith durante cuatro largos años, inició un nuevo ciclo regenerativo con la imposible decimocuarta encarnación (oficialmente el Duodécimo Doctor, a pesar de la retorcida trama de la serie). Los espectadores observaron al jovencísimo Matt Smith transformarse en un cincuentón de pelo canoso, marcado acento escocés y cascarrabias. Había llegado la hora de Peter Capaldi, y si bien su veteranía en el campo de la interpretación (este mismo mes hablaba de The Thick of It [BBC, 2005-2012] como muestra de ello) lo hacía uno de los mejores candidatos a Doctor, el cambio con el energético Doctor anterior provocaría numerosas críticas por parte de la comunidad. Es natural: el personaje de Capaldi se aproximaba más al Primer Doctor de 1963 (William Hartnell), cuyas sensibilidades se hallaban ostensiblemente obsoletas en pleno siglo XXI, que al hiperactivo Doctor de Smith, heredero de la Generación Z.

El Duodécimo se podría considerar un nuevo Doctor, una reconexión con el pasado de la serie en una mirada hacia el futuro. Retenía las mejores cualidades del Doctor (un espíritu protector hasta las últimas consecuencias, la pasión por la aventura) combinadas con un abanico de nuevos defectos que iniciarían un arco de personaje de tres temporadas: una tozudez inusitada, aspereza en el trato con otros seres y un código moral a caballo entre la empatía y la frialdad. Estos aspectos harían mella en su relación con la profesora de instituto Clara Oswald (Jenna Coleman), cuya breve época de acompañante del Undécimo la haría meditar sobre los cambios de su antiguo compañero de viaje. Donde Rose debía habituarse a un David Tennant no tan diferente al Doctor de Christopher Eccleston, Clara debía hacer lo propio con un hombre que no parecía ni remotamente cercano al Undécimo. Las tensiones entre Clara y el Duodécimo supusieron el uso más interesante del personaje de Clara, hasta entonces mero complemento de la energía de Matt Smith.

El Doctor de Capaldi no se definó únicamente por su vejez o frialdad. Su atuendo en ocasiones incluía unas gafas sónicas y una guitarra eléctrica como muestra de la energía todavía presente en el Doctor

En el estilo usual de Steven Moffat, Clara Oswald fue acompañante durante mucho más tiempo de lo que habría sido con Russel T Davies como showrunner: dos temporadas y media, el mismo tiempo concedido al dúo anterior (los Pond). Originalmente, su partida iba a suceder en el final de la octava temporada por deseo de la actriz, donde su relación con el siempre maduro Danny Pink (Samuel Anderson), la voz de la razón, llegaba a un trágico desenlace. Si bien las conversaciones con Pink llevaron a Clara a un replanteamiento de sus rasgos más negativos (una tozudez semejante a la del Duodécimo y una sentimentalidad mucho mayor que su razonamiento lógico), despedirse de ella cuando el cambio estaba empezando a producirse resultaba insatisfactorio. Así, tanto Coleman como Moffat sintieron que faltaba algo al personaje y continuaron con él hasta el final de la novena temporada, renovando el contrato.

Clara Oswald y Danny Pink fueronuna pareja fuera de lo común: una mujer que debe compaginar la vida humana con las aventuras con el Doctor y un hombre que respeta la libertad de su pareja, aconsejándole siempre a sabiendas de los peligros que comporta vivir con el Doctor

Si con el Undécimo, Clara apenas era agente de su propia historia y funcionaba a modo de mystery box, supeditada a la trama del Doctor, con la frialdad del trato con el Duodécimo nació una nueva relación simbiótica: el Doctor de Capaldi necesitaba a alguien que lo detuviera en sus decisiones más cuestionables y le enseñara el valor de vivir; Clara, por su parte, anhelaba la vida de aventuras y, en concreto, la vida de un Doctor. Este último hecho llevaría al final de su personaje en una de las escenas más intensas hasta el momento, el preludio a un conato de serial como cierre de la novena temporada: el ya mítico «Heaven Sent» / «Hell Bent» (T9, E11-12), donde el Duodécimo pasó por un complejo arco de personaje que continuaría con la décima temporada. En ella apareció la segunda acompañante de Capaldi: Bill Potts (Pearl Mackie). En calidad de mujer, negra y abiertamente lesbiana, el personaje de PPottsnació de una necesidad de representar minorías y sectores oprimidos en el mundo actual.

Todas las acompañantes del Doctor hasta entonces tomaban uno de dos caminos: enamorarse de él (Rose, Martha) o enfrentarse a su código moral desde la empatía (Donna, Clara), con los Pond incidiendo más en las dificultades de compaginar una vida humana normal con las aventuras espaciotemporales. Bill no se adscribía a ninguna de las situaciones anteriores: su juventud e ingenuidad como estudiante universitaria la acercaba a una visión del mundo emocional, poco crítica. En la mayoría de acompañantes, este aspecto solía empañarse por cabezonería o una ira contenida; Bill, en cambio, sería una buenista que llevaría la empatía por bandera en busca de un mundo mejor para todo el mundo. Apenas cuestionaría las decisiones de un Doctor cada vez más encerrado en sí mismo, pero sería ella la encargada de solucionar sus errores provenientes de un Duodécimo incapaz de pedir ayuda. Desgraciadamente, y como ocurrió con Martha en la tercera temporada, el personaje de Bill no tuvo el tiempo suficiente para desarrollarse; un Moffat más preocupado en la trama que en el trabajo de personajes durante gran parte de la décima temporada haría, de un personaje prometedor, uno bastante olvidado por la comunidad. Para compensar sus carencias, cobraron mayor importancia Nardole (Matt Lucas), curioso acompañante del Doctor que hizo las funciones de alivio cómico con un mínimo desarrollo en el final de temporada, y Missy (Michelle Gómez), cuyo debate entre la persona que había sido —la raíz del mal, The Master— y la persona que era ahora llevó a un conflicto de intereses. Missy sería tanto rival como acompañante y su relación con el Doctor ganaría complejidad gracias a lo ambiguo de su personaje. Podría decirse que el Duodécimo y Missy se complementaban: amigos separados por rivalidades, unidos una vez más en busca de redención.

Missy, Nardole y Bill formaron un equipo dispar en los últimos episodios de la décima temporada

También hubo cambios en la serialización. La fórmula davesiana se mantendría intacta; las formas, no. Por una parte, las temporadas redujeron el número de episodios de 13 a 12, presumiblemente por cuestiones de producción o una mayor fluidez argumental. Por la otra, Steven Moffat demostró escuchar a su audiencia: las temporadas se estrenaron de manera continua, sin divisiones por partes (motivo del principal problema de ritmo en la séptima temporada), y con más seriales para poder desarrollar correctamente las tramas casi siempre desarticuladas en el período de Matt Smith. Si bien la octava temporada solo llevaría a cabo esta tarea en un serial final, la novena se compuso, mayormente, de seriales y episodios con mucha continuidad; la décima equilibraría los episodios unitarios y seriales, además de incluir un conato de serial en tres partes («Extremis» / «The Pyramid at the End of the World» / «The Lie of the Land» [T10, E6-8]) para tratar las consecuencias de un episodio anterior («Oxygen» [T10, E5]). Esta voluntad de cambio a partir, especialmente, de la novena temporada, encontró un correlato en las premisas de cada una: la octava apenas presentó un ligero misterio con Missy y la Tierra Prometida, pero la novena trataría de lleno la relación de Clara y el Doctor, y el misterio del Híbrido, mezcla de Dalek y Time Lord; la décima, por su parte, introdujo el misterio de una cámara cerrada y la relación redentora de Missy y el Doctor en muchos episodios.

En esta época, Moffat ya tenía formado un equipo de directores y guionistas, pero se permitió nuevas incorporaciones y recuperaciones de miembros antiguos para coescribir varios episodios y guionizar algunos individualmente. En dirección, volvía Douglas Mackinnon, un constante de la serie («Listen» [T8, E4], «Flatline» [T8, E9], en un especial que por fin cerraba con broche de oro la relación algo olvidada de River Song y el Doctor en las temporadas 8 y 9 ( «The Husbands of River Song [T9, Especial 2]. Volverían también Hettie MacDonald del icónico «Blink» (T3, E10) con «The Magician’s Apprentice» / «The Witch’s Familiar» (T9, E1-2), un brillante serial sobre la relación del líder Dalek Davros y el Doctor, además de una Missy en estado de gloria. Destacó el retorno de un veterano de la tercera temporada, Charles Palmer («Oxygen» [T10, E5]), con una de las mejores direcciones de la serie en un episodio que buscaba asfixiar al espectador tanto como a sus personajes. Otros directores se unieron al equipo: Paul Wilmshurst (el controvertido episodio pro-vida «Kill the Moon» [T8, E7] y el brillantemente dirigido y editado «Mummy on the Orient Express» [T8, E8]), Ed Bazalgette (en un curioso juego con el guion y dirección de las historias de superhéroes incipientes en el cine moderno, «The Return of Doctor Mysterio» [T10, Especial 1]), Daniel Nettheim (destacable por la dirección en el monólogo final del serial «The Zygon Invasion» / «The Zygon Inversion» [T9, E7-8] y la atmósfera religiosa viciada de «Extremis»), Justin Molotnikov (una dirección naturalista de cámaras de vigilancia en «Sleep No More» [T9, E9] y la explosión emocional de «Face the Raven» [T9, E10]), Bill Anderson («Knock, Knock» [T10, E4]) y Wayne Yip («The Lie of the Land» [T10, E8]). El nombre más reconocible: Rachel Talalay, indiscutiblemente la mejor directora de Doctor Who y encargada de los mejores episodios de esta era. Todos los finales de temporada estuvieron bajo su cargo y el episodio de «Heaven Sent» es, en sí mismo, merecedor de todo un artículo en materia de dirección y guion.

Respecto a esto último, volvería el brillante guionista Phil Ford de «The Waters of Mars» (T4, Especial 3) con un algo desangelado, pero interesantísimo «Into the Dalek» (T8, E2). También volverían Gareth Roberts con un poco destacable «The Caretaker»(T8, E6), Mark Gatiss con un episodio por temporada de calidad variable («Robot of Sherwood» [T8, E3], «Sleep No More» y «Empress of Mars» [T10, E9]), y el veteranísimo Toby Whithouse con un serial de calidad notable para los estándares de la temporada décima: «Under the Lake» / «Before the Flood» (T10, E3-4). De las nuevas incorporaciones, fueron dos las piedras angulares de las tres temporadas: Peter Harness con el debatible «Kill the Moon» (T8, E7) y el serial de los Zygons ya mentado, Jamie Mathieson con el genial juego con la obra de Agatha Christie en «Mummy on the Orient Express», una evolución natural del personaje de Clara en «Flatline» y la crítica social punzante a las megacorporaciones en «Oxygen». Ambos dispersaron sus episodios entre otros guiones: Sarah Dollard con una emocional despedida en «Face the Raven» y Mike Bartlett en un juego con las clásicas casas del terror en «Knock Knock». En estas temporadas aparecería también el considerado peor guionista de la serie, Frank Cottrell-Boyce, con un bizarrísimo «In the Forest of the Night» (T8, E10), si bien este mismo guionista se redimió con un profundo comentario antiimperialista asimoviano en «Smile» (T10, E2). Un último nombre destacaría por encima del resto: Rona Munro, guionista del último serial del Doctor Who de 1963, antes de la Era Revivida, volvería al guion con un episodio bastante lejos de las expectativas de semejante veterana: «The Eaters of Light» (T10, E10), cuya mayor curiosidad fue su sabor a viejo como reminiscente del antiguo Doctor Who perfectamente implementado en un episodio moderno.

A pesar de los múltiples cambios de equipo, intereses y formatos de serialización, el compositor Murray Gold siguió al pie del cañón. De esta era provienen menos temas memorables, pero algunos que han pasado a la posteridad de la serie: el ecléctico tema del Duodécimo, atado al leitmotiv de Clara y evocador de la melancolía y épica de un Doctor gris; el tema de Missy, bizarro, misterioso y evocador; el fabulesco tema de Clara y Danny como recuerdo de tiempos mejores para ambos; la reafirmación del Doctor como un simple «idiota con una cabina», bueno y protector; el tema de Ashildr / Me, la misteriosa chica sospechosa de ser el Híbrido en la novena temporada; la triste balada de despedida para Clara; y la canción en guitarra eléctrica compuesta por el Doctor para no olvidar jamás la importancia de Clara en su vida. Extrañamente, la décima temporada no tuvo banda sonora oficial, si bien Murray Gold todavía planea grabarla y publicarla en la actualidad. Como contrapunto, los fans de Doctor Who recibieron un disco completo (Disco 3) para el episodio «Heaven Sent», con el tema más profundo, intenso y emocional de toda la serie: «The Shepherd’s Boy».

«Heaven Sent» es considerado por, prácticamente, todos los whovians como el mejor episodio de la serie. Es una profunda exploración del duelo enmarcado en una alegoría fabulesca, una obra de arte total compuesta por un equipo arriesgado: un solo guionista (Steven Moffat), una sola directora (Rachel Talalay) y un solo actor (Peter Capaldi)

La época de Peter Capaldi no fue, a pesar de sus numerosas virtudes, una de las mejores. Los años de showrunner comenzaban a pesar en Moffat y, a diferencia de Davies, su modelo de trabajo creaba resultados insatisfactorios en muchos episodios y tramas debido a su complejidad narrativa. Ello se vio reflejado en los índices de audiencia, en el punto más bajo de toda la serie con apenas cinco millones de espectadores ingleses en los últimos episodios, una tercera parte del público que amasaron los últimos episodios de Russel T Davies. Sin embargo, el tratamiento del Duodécimo Doctor fue, sin lugar a dudas, el arco de personaje más trabajado de la serie. «Heaven Sent» y los tres episodios finales de su era (el serial final «World Enough and Time» / «The Doctor Falls» [T10, E11-12] y el especial «Twice Upon a Time»), donde se enfrentó al peligroso dúo de los Masters y se reunió con el Primer Doctor en un homenaje a los inicios de la serie, supusieron un auténtico tour de force en la redención de un Doctor por fin encontrado, feliz consigo mismo y deseoso de aleccionar a futuros Doctores. Moffat demostró un entendimiento total de la figura del Doctor con monólogos de gran intensidad (aviso de spoilers en los enlaces a continuación) respecto al antibelicismo, a la postura del Doctor frente al conflicto y, en definitiva, a la capacidad del Doctor para perseverar sin importar lo difícil de la tarea. Capaldi inspiraría en su Doctor una volubilidad y, al mismo tiempo, una intensidad que jamás habíamos visto en el personaje. El dúo Moffat-Capaldi, con la inclusión ocasional de Talalay, supuso una muestra del hito televisivo que es Doctor Who en la era moderna.

En la Navidad de 2017, decenas de millones de espectadores en todo el globo, pero muchos menos que en 2010, presenciaron en el especial «Twice Upon a Time» la gran despedida del Duodécimo. Al modo de Tennant y Davies, la despedida de Moffat y Capaldi fue una celebración de las últimas temporadas; sin embargo, donde los primeros eran grandiosos, los segundos se mostraron humildes. No era un Doctor viajando por distintos planetas y hablando con sus acompañantes. No era, tampoco, un Doctor impotente, dolido ante su partida. El Duodécimo se despidió  de sus acompañantes en un solo espacio, el campo donde dio inicio la Tregua de Navidad durante la Primera Guerra Mundial, con la luz del amanecer tras de sí. Rodeado de sus mejores amigos, el Doctor por fin había aprendido la lección y estaba dispuesto a transmitirla al futuro en un último monólogo. «Laugh hard. Run fast. Be kind». Y así, tras dejar marchar al Doctor, el Duodécimo se regeneró en una persona muy distinta: una mujer de mediana edad, pelo rubio y una renovada energía. Una energía que la serie necesitaba para recuperar su audiencia. Pero ya no habría un Titanic impactando contra la TARDIS o un simple fallo de la cabina; esta vez, la propia Doctora sería eyectada de la TARDIS, en plena caída al vacío y sin posibilidad de eescapar. Había llegado la era de Chris Chibnall.

 

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