Surtido de padres: «The Bounce», (Girls 6 x 07)
En este episodio -entre otras cosas- aparecen varios hombres que representan distintas posturas en lo que concierne a la paternidad. Por una parte tenemos a Dill Harcour, el ex de Elijah, una de las muchas reapariciones que suelen tener lugar en la serie (siendo las más recientes la del Doctor Joshua en la sala de urgencias de hace dos episodios, y en este mismo, la del padre de la criatura que Hannah está gestando). Pues bien, Dill llega al apartamento que Elijah comparte con Hannah huyendo de los paparazzi -al más puro estilo Notting Hill– precisamente porque se ha filtrado la noticia de que ha intentado comprar un niño blanco en el mercado negro. Así, en este platillo de la balanza, tenemos a un hombre tan deseoso de ser padre que llega incluso a saltar los límites impuestos por la ley y poner en juego su enorme prestigio (recordemos que era un famoso presentador de televisión); este anhelo queda plasmado también en la apología de la figura del padre en la vida de los hijos que éste hace a Hannah, que precisamente no sabe si el suyo va a contar con tan preciada presencia.
En el otro lado de la balanza se encuentra Paul-Louis, el padre del bebé que espera Hannah, quien, tras ser informado sobre este asunto, muestra con tartamudeos y monosílabos un enorme alivio al saber que Hannah no espera nada de él y que su llamada responde tan sólo a la necesidad que ésta siente de cumplir con lo que muchos le han hecho entender que es un deber moral. ¡Vaya contraste de actitudes las ofrecidas por estos dos personajes masculinos ante un mismo hecho: la paternidad! Podríamos decir que Paul-Louis, con su falta de interés por el hijo que ha engendrado e incluso hacia la madre del mismo (a la que ni recordaba hasta que Hannah le menciona detalles tan peculiares como que vomitó en su cama o que su vello le llamó la atención) funciona de foil character ante un personaje que había quedado tan mal parado en episodios anteriores como es Dill. Su comportamiento con Elijah fue tan deplorable, que costaba creer que alguien pudiera parecer peor aún que él, pero Paul- Louis lo ha logrado.
Sin embargo, ahora nos encontramos con un Dill muy distinto (incluso en su aspecto, que no se presenta tan atractivo como anteriormente). Aunque supuestamente llega a casa de Elijah buscando un refugio con respecto a su intento de compra de un bebé blanco, conforme el episodio avanza, da la impresión de que a quien tiene la intención de conseguir es más bien a otro «niño blanco», Elijah. Y más aún si tenemos en cuenta referencias presentes en el episodio como que el musical para el que va a una audición se titule precisamente White Men Can’t Jump (basado en la película de 1992), o que su compañera le diga que él es el chico más blanco que conoce.
Dill acaba consiguiendo su objetivo, y nos llama la atención que, por una vez, esto se muestre en la serie de forma sutil e incluso simbólica. Este simbolismo se refleja cuando vemos que Elijah está a punto de irse de la audición porque no se sentía cómodo cantando el tema que había preparado, titulado «Santa Fe», del musical Newsies, y considera que lo que le pide el cuerpo es cantar, en su lugar (y así lo hace y nada mal, por cierto), «Let Me Be Your Star», del musical Smash. La letra del primero plantea a su protagonista marchándose a Santa Fe en busca de una nueva vida, abandonando a su «dueño» («Let me go far away…»); mientras que la de la segunda narra todo lo contrario: el personaje dice que sólo tendrá que olvidar el dolor anterior, olvidar cómo solían ser las cosas, pues el futuro está aquí, y termina pidiendo: «Choose me! Let me be your star!». Creo que ni una ni otra necesitan interpretación en el contexto Elijah-Dill. Y para quienes este simbolismo resulte poco evidente de la reconciliación de estos dos, diré que Elijah, tras echarle un buen sermón a Dill dando a entender que le rechaza, le llama desde su dormitorio para que le lleve pizza… Parece que Dill le trae suerte, pues, además, recibe una llamada dándole la noticia de que ha sido seleccionado para el musical (a pesar de su histriónico baile con la pelota de baloncesto que acaba estrellando en la cara de otro competidor, y que nos recuerda a los bailes ridículos de Hannah en diversas ocasiones).
Además, antes de que volviera Elijah al apartamento, Dill sirve de consuelo y apoyo a Hannah en los duros momentos que pasa tras toparse con la indiferencia total de Paul-Louis ante la situación que le plantea. He dicho indiferencia, pero quizá podríamos llamarle también cobardía, pues le espeta: «I’d feel like a POS («piece of shit») telling you to get an abortion or whatever»; aclárate, Paul-Louis, ¿qué le estás diciendo a la criatura? ¡Ah! también le sugiere que le llame Grover si es niño (esperemos que no sea en honor a la famosa marioneta azul de Barrio Sésamo). ¡Menuda ayuda! Ella anteriormente ni siquiera era partidaria de informarle de su estado; quizá sospechaba todo esto… Pero le resulta duro enfrentarse cara a cara ante su embarazo y maternidad sin ningún partenaire, como revelan sus gestos, las lágrimas que comparte con Dill, y la escena final, donde se sienta sola en la sala de espera de la consulta del ginecólogo mientras todas las demás embarazadas están acompañadas de sus parejas. Pero, Hannah: mejor sola que mal acompañada.
La protagonista de Girls parece situarse al fin en un plano bastante más real de lo que la serie ha venido mostrando hasta ahora. Una de las críticas que ésta más ha recibido es, precisamente, que a pesar de haberse presentado como un reflejo de la vida de los millennials, su contenido no respondía a esa definición, al mostrar personajes privilegiados a los que parecía no afectarles nada realmente. Pero ahora Hannah lleva toda esta temporada encontrándose con experiencias y personas (la mayoría de fuera de su círculo de supuestos amigos/as, tales como la misteriosa tendera de Poughkeepsie, el famoso escritor Chuck Palmer, el Doctor Joshua, Paul Louis, o Dill ) que le están haciendo parecer más madura (bien porque le hacen reflexionar, o bien porque en contraste con ellos da esa impresión), acercándola así al realismo que echábamos en falta en la serie (por la expectativas que su promoción había creado).
Afortunadamente, no es sólo Hannah quien parece ir abriendo los ojos, sino también otros de los personajes principales (recordemos que Shoshana no sólo ha dejado ya de admirar a la destructiva Jessa, sino que la ha sacado de su vida; aunque seguimos sin verla últimamente). En este episodio concretamente, Marnie, que se ve a punto del desahucio (de aquí, en parte, el sentido del título, pues también puede referirse, por ejemplo, a la actitud de Paul-Louis respecto a Hannah y su hijo, y al rebote literal de la pelota de baloncesto en relación a Elijah), se da cuenta, precisamente gracias al dependiente de una tienda de empeños, de que va siendo hora de que reconozca que ella es la única responsable de su vida. Esto ocurre al descubrirle éste que las supuestas joyas que ella va a empeñar, cargadas de valor sentimental además (pues son regalos de sus padres -otra variante más del surtido con que titulo mi entrada- de ocasiones especiales), son falsas. Después de quejarse impetuosamente (al más puro estilo Marnie), el dependiente le dice que no ha parado de culpar a otra mucha gente de todos los problemas de su vida y que no se da cuenta de que la mentirosa en verdad es ella misma. Parece que le hace algo de efecto, según muestra en su llamada a Desi. ¿Por qué no ha aparecido este dependiente-terapeuta antes?
Como se ve, con estos tímidos pasos hacia la madurez de la sexta temporada, la serie está tomando un tono más serio, más acorde con su clasificación como dramedia. No obstante, tampoco es que antes nos hayamos partido de risa mucho más, y siempre aparecen escenas refrescantes tratando de recordarnos lo que Girls fue, como las que mencionamos antes de Elijah y su bailecito con pelotas.