Una mirada al cine de Mike Leigh: «Life is Sweet» (1990) o los gestos de amor cotidianos
La familia es uno de los epicentros de la filmografía de Mike Leigh. El retrato de la unidad familiar y sus dinámicas subyacen como una de las temáticas predilectas del cineasta, desde una representación clásica y literal como en sus películas que ya analizamos en anteriores artículos, Meantime (1983) y High Hopes (1988), y en sus trabajos en Secrets and Lies (1996), All or Nothing (2002) o Vera Drake (2004); hasta los vínculos no necesariamente de consanguinidad como en Happy-Go-Lucky (2008) o Another Year (2010). En este contexto se enmarca el tercer largometraje del director británico: Life is Sweet. Estrenada en 1990, la trama nos sitúa en un barrio al norte de Londres donde seguimos las vicisitudes de una familia a lo largo de unas semanas de verano. Durante el transcurso de la película se nos muestra el día a día de cada uno de sus miembros y las relaciones que se establecen entre ellos. Así, la narración se establece alrededor de cuatro ejes principales: Andy (Jim Broadbent), el patriarca que no puede gozar de unas vacaciones veraniegas por su trabajo como cocinero; Natalie (Claire Skinner) y Nicola (Jane Horrocks), dos hermanas gemelas de carácter antagónico que tienen diferentes perspectivas sobre la vida; y, finalmente, su madre Wendy (Alison Steadman), una mujer entusiasta que siempre está dispuesta a echar una mano. Si bien en sus dos films anteriores Mike Leigh planteaba la unidad familiar desde perspectivas disruptivas y, hasta cierto punto, irreconciliables – la familia desestructurada en High Hopes y la familia alienada en Meantime – Life is Sweet, propone una mirada optimista y redentora.
Siguiendo la estela de sus predecesoras, el film se enmarca dentro del realismo social donde no existe una estructura clara y donde seguimos el deambuleo de los personajes en diversas situaciones. Actuando como la otra cara de la moneda de Meantime, en esta ocasión la cinta se mueve dentro del terreno de la comedia familiar y no tanto acerca de los conflictos que se desarrollan entre sus miembros. Mientras en Meantime, los Pollock son una familia que no interactúa ni tiene intención de comunicarse, en Life is Sweet observamos desde el principio la complicidad de la familia – de la que no se revela el apellido – entre mofas y comentarios que demuestra lo mucho que se conocen a pesar de sus diferencias. Por tanto, la base argumental no gira en torno a la incomunicación ni a los secretos familiares, sino todo lo contrario.
Como es característico en el estilo de Leigh, la primera parte sirve para poner en antecedentes al espectador en lo que parece que “no pasa nada”, pero que establece todas las coordenadas para entender la evolución de los personajes. En este caso, la primera parte concentra todo el peso cómico de la cinta. Los representantes de esta vertiente cómica son Andy y Wendy cuyo matrimonio es longevo y afectuoso. Mientras ella emplea su tiempo dando clases de aerobic a las niñas del barrio, él ocupa sus horas libres soñando con un hobby con el que entretenerse. En este sentido, el sueño frustrado de Andy cobra forma cuando su amigo, Patsy (Stephen Rea), le convence para comprarse una vieja food truck. Este es el desencadenante de la ruptura de la monotonía de Andy y los pequeños conflictos con la familia. El miedo al fracaso y la idea de tener una vida insustancial se reflejan en las acciones de los personajes masculinos de la cinta: desde la compra de la caravana de Andy, hasta la venta ambulante de aparatos de importación de Pasty, pasando, sobre todo, por Aubrey (Timothy Spall), el estrambótico amigo de la familia que se aventura a abrir un restaurante de alta cocina francesa en un barrio obrero. Una plasmación del cambio de década tras el “bienestar” del Thatcherismo, cuya crítica Leigh no abandona, a comienzos de los años 90.
Así, el contrapunto de Andy va a ser su esposa, Wendy quien se ve obligada a llevar la estabilidad familiar y a aguantar las caras largas de su marido y sus hijas. Así, Wendy es un perfecto ejemplo de los personajes femeninos escritos por Mike Leigh: parlanchines, bromistas (con un humor particular que solo les hace gracia a ellas), optimistas y, en muchos de los casos, altruistas. Unas características que parecen anecdóticas en Life is Sweet ya que Wendy no lleva el peso emocional de la cinta hasta, prácticamente, el final. La maternidad es otro de los grandes temas que Mike Leigh irá desarrollando en su filmografía y que, en este caso, tiene un valor significativo. Wendy actúa como representación de las madres de clase obrera que no es ajena a los problemas de los demás, pero es ella quien debe mantener la compostura. En este sentido, va a ser vital la relación materno-filial con Natalie y, sobre todo, con Nicola.
Las hermanas son, pues, el epicentro de la película en la que sus personalidades y aspectos opuestos evidencian los choques familiares. Natalie, viste de forma masculina, es tranquila y responsable; Nicola, tiene la voz chillona, es irritante y despreocupada. Ambas tienen perspectivas diferentes acerca de la funcionalidad de la familia y de su rol en ella. Natalie entiende que el bienestar familiar es lo más importante y sus aspiraciones consisten en el trabajo duro. A pesar de no cumplir con las convenciones de género – principalmente, por su androginia y su profesión eminentemente masculina – en la película no se explota ni forma parte del conflicto ni de su orientación sexual. Un rumbo que Leigh deriva hacia las satisfacciones del personaje por llevar una vida plena y ser la mejor versión de si misma. El idealismo de Natalie está, pues, anclado dentro de su realidad – su aspecto, su futuro y su deseo de recorrer el mundo – de la que, en contraposición, Nicola huye durante el transcurso del film.
Así, la esencia de la película constituye la construcción del personaje de Nicola. Como si de un trampantojo se tratase, Leigh crea una ilusión argumental donde el detonante de la compra de la caravana no será el eje principal. El misterio sobre el comportamiento errático, neurótico y susceptible de Nicola se va consolidando en cada nueva escena hasta elaborar una protagonista trágica víctima de una fuerte depresión. Su conducta en la que simplemente se presentaba como una chica gruñona, gandula y peleona en la primera parte bajo un tono cómico, pone en el centro a un personaje autodestructivo con trastornos alimenticios que se niega a pedir ayuda. Así, las escenas en las que Nicola aparece de manera intermitente durante la película son una manera de enfrentar al espectador con su realidad; una realidad acerca de las personas con depresión cuyos efectos pueden resultar indetectables a simple vista. De este modo, la relación de Nicola con su madre quien actúa ante los ojos de su hija como la manifestación de todos sus males, concentra gran parte del discurso del film. Un encuentro catártico para ambos personajes que culmina con un gran acto de compasión y de humanidad. En pocas palabras, un acto de amor entre madre e hija.
Life is Sweet es, tal vez, una de las películas más empáticas y dicotómicas de Leigh. Por un lado, su fuerte optimismo y sentido del humor construyen la cercanía de sus personajes y situaciones. Unos personajes que no se esfuerzan en aparentar ser elocuentes ni carismáticos frente al público, sino que muestran sus torpezas tanto en sus momentos de debilidad como en sus momentos más sinceros. Y, por otro lado, el acercamiento a la tragedia sin una aparatosidad melodramática y a la complejidad de las relaciones familiares expresan la calidad humana y la genuinidad de sus historias. Al contrario que muchas narrativas sobre la familia, Life is Sweet pone en el centro a una familia que se conoce tan en profundidad que saben cómo tratar al otro en todo momento. Leigh aprovecha toda la tragedia para convertirla en pequeñas demostraciones de amor. Un amor que en la película se encapsula a través los gestos del día a día. Como en todos los largometrajes del director, los personajes se encuentran en el punto más bajo de su existencia en el que deben decidir si resignarse o seguir adelante. Sea como sea, sabes que más allá de la película, todo irá bien. En definitiva, Mike Leigh en estado puro.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.