Una mirada al cine de Mike Leigh: «Meantime» (1983) o las horas perdidas
Desde la introducción del cine en Inglaterra, los autores británicos han mostrado su interés por reflejar su realidad más cercana. El gran impulso que dio en las décadas de 1960 y 1970 el llamado Free Cinema – siguiendo la esencia del Neorrealismo Italiano y de la Nouvelle Vague – supuso la aparición de una gran cantidad de autores entre los que destacan Tony Richardson (La Soledad del Corredor de Fondo, 1962) y Karel Reisz (Sábado Noche, Domingo Mañana, 1960) que serían los encargados de representar los problemas de la sociedad británica y desarrollar una nueva forma de entender la cinematografía inglesa: el realismo social. La fascinación por la «joven Inglaterra» como reacción a la «vieja Inglaterra» hará que, en los años 80, y plena era de las políticas del Thatcherismo, se abandonase la herencia documentalista anterior para dar paso a una nueva ola de cineastas que aprovecharán las tramas ficcionales para seguir reflexionando sobre la sociedad y la precariedad de la vida de las familias de clase media-baja.
En este contexto se enmarca el cineasta Mike Leigh, cuya filmografía arranca a partir de la década de los 70′ y se recoge en 13 largometrajes en más de 50 años de carrera. Leigh, quien celebra su octogésimo cumpleaños en 2023, se une a los herederos en activo del realismo social británico junto a nombres como Ken Loach, Andrea Arnold y Jim Sheridan. Un realismo social que parece (casi) “abandonado” y que se es necesario recuperar. Y más ahora en tiempos de agitación social; especialmente, en Europa y en Inglaterra bajo la amenaza de las consecuencias del Brexit y la pandemia. Si bien Leigh tiene 9 obras para televisión en colaboración con la BBC en sus inicios y su primer largometraje es Bleak Moments (1971), este ciclo sobre la mirada del cineasta la comenzaremos con Meantime (1983), su segunda cinta que recoge su estilo característico.
En Meantime seguimos el día a día de los Pollock, una familia compuesta por Frank (Jeffrey Robert) y Mavis (Pam Ferris) y sus dos hijos Mark (Phil Daniels) y Colin (Tim Roth), ambos mayores de edad. Durante el transcurso del film asistimos a los problemas económicos a los que se enfrentan mientras la falta de empleo de los hombres de la casa crispa la estabilidad familiar; especialmente, la relación entre los hermanos. Así, Leigh despliega un aparato conceptual que lleva al espectador a contemplar una serie de situaciones que enmarcan a los personajes y su contexto de precariedad. Algo que define el estilo de director en la forma de entender el cine como dispositivo de lo real. Las películas de Mike Leigh no son complacientes con el público en ese sentido donde, en sus primeras partes, realiza una radiografía contextual en la que parece que “no pasa nada”, para rematar en las segundas partes concentrando toda la carga emocional. Una estructura que determina el ritmo pausado y la contundencia de los mensajes de su filmografía.
Leigh enmarca escenas de la cotidianeidad que asumen un rol simbólico mientras el espectador observa desde la distancia. Desde la primera secuencia ya nos enseñan los patrones en los que se va a mover la película. Los Pollock visitan a la tía Barbara (Marion Bailey) y a su marido John (Alfred Molina) en su nueva casa situada en un barrio residencial a las afueras de Londres. Esto desata las envidias de la familia y, sobre todo, de Mark en un choque entre la sociedad de bienestar de las promesas de Thatcher y la opresión de la clase obrera, la que se ve asfixiada por la falta de trabajo. Los constantes encuentros con Barbara sirven para demostrar cierta carencia de empatía de los nuevos ricos frente a la falta de oportunidades de la clase baja, a la vez que contrasta con la representación de esta supuesta “felicidad” de la vida residencial. Una fachada que Barbara decide mantener y que Leigh refleja oponiendo a los personajes masculinos y femeninos durante la película.
Igualmente, Leigh tampoco se muestra condescendiente ante los problemas de desempleo de la familia. Los hombres de los Pollock pasan las horas mirando la televisión mientras la matriarca se encarga de las tareas de la casa. A través de pequeñas situaciones domésticas –por ejemplo, las escenas de la lavadora y de la ventana rota -, se reflejan las condiciones de las mujeres amas de casa y la incomprensión de los “empleos del hogar” que no se valoran a la hora de contemplar la funcionalidad familiar. Si Mavis se encarga de las labores de la casa, Barbara ocupa su tiempo decorando su nuevo adosado mientras su marido está trabajando. La inacción de los hombres de los Pollock también se ve reflejada en su actitud frente a su desempleo y el resentimiento hacia aquellos, como su cuñado John, que tienen una estabilidad económica y social. Esto se puede asociar con el título de la película, “meantime”, que claramente hace referencia a las horas perdidas que la familia tiene que rellenar mientras se encuentran sin una ocupación. Una ocupación que también se puede entender como una falta de propósito en la vida y que Mike Leigh refleja en la sensación de inutilidad y de pérdida de tiempo de los personajes.
El deambuleo por las oficinas de desempleo y la búsqueda de subsidios que desahoguen la situación económica familiar se traduce en los conflictos individuales que atraviesan los hijos del matrimonio Pollock, Mark y Colin, cuya rivalidad es el eje principal de la trama. Por su lado, Mark es un joven brillante y resolutivo que está desesperado por encontrar una forma de independizarse de casa de sus padres y que ansía un estilo de vida cercano a la de sus tíos. La sensación de asfixia en su entorno familiar y social más cercano le obliga a pasear por los barrios humildes londinenses y por otras partes de la ciudad. Un vagabundeo por el que vemos, a través de Mark, los grandes bloques de apartamentos y zonas públicas urbanas como espacios fantasmagóricos. Se describe, pues, esos barrios obreros como epicentro del desastre, de la incomunicación y de la desesperanza.
Por otro lado, Colin es el contrapunto de Mark: un joven despreocupado y con pocas luces que pasa el tiempo ganduleando en el sofá sin ningún tipo de interés ni aptitud. Su círculo de amistades se ve reducido a Hayley (Tilly Vosburgh), una vecina de su misma edad, y Coxy (Gary Oldman), un joven vándalo que callejea por el barrio. Leigh convierte a estos dos personajes en anclajes de la representación de la juventud de la época que moldean la escasa autonomía de Colin, la primera para bien y el segundo para mal. La “joven Inglaterra” rebelde que surge a través de los skinheads y los hooligans – que se contrapone al refinamiento de la subcultura de los mods de décadas anteriores – es una parte vital del discurso de la película. Mike Leigh refleja cómo la falta de empleo y oportunidades genera comportamientos violentos e ideologías perniciosas en la juventud quienes se ven desamparadas e indefensas.
Meantime es el pistoletazo de salida de Mike Leigh en la que profundiza en la decadencia del bienestar de la sociedad británica bajo las legislaturas de Margaret Thatcher durante la década de los 80’. Una temática que recoge en su próximo largometraje, High Hopes (1988), y que ocupará el siguiente artículo de este ciclo.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.