Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Nombres propios: Tina fey, ¿y otra cómica feminista más?

He abusado de los signos de puntuación a propósito. En el título de anteriores entradas similares sólo usé el de interrogación para referirme a Lena Dunham o Amy Schumer, pero en el caso de Tina Fey no me he podido resistir a usar también el de exclamación para expresar sorpresa y, quizá, por qué no, alegría. Mantengo la pregunta para dejar margen de error y/u opinión al uso de la etiqueta que he usado, pero con el signo de admiración quiero destacar precisamente eso, la admiración por Elizabeth Stamatina Fey (n. Upper Darby, Pensilvania; 18 de mayo de 1970), comediante, escritora, guionista y productora estadounidense (también «pluriempleada», como las anteriormente comentadas Lena Dunham y Amy Schumer, con las que también comparte -entre otras cosas- el haber aparecido en la lista de las 100 personas más influyentes de Times). Su valía viene abalada por los muchos reconocimientos que ha recibido repetidamente en forma de premios tan destacados como los Globos de Oro (dos), Emmy (ocho), Screen Actors Guild Awards (cuatro) y otros. Aunque también ha trabajado en películas como Chicas malas (2004), Mamá por encargo (2008), Increíble pero falso (2009), Una noche loca (2010), Megamind (2010), Proceso de admisión (2013), Ahí os quedáis (2014), y Hermanas (2015), la mayoría de los premios recibidos se los debe a su exitosa serie de televisión 30 Rock, que co-produjo, escribió y protagonizó desde 2006 a 2013, basada en su experiencia laboral en Saturday Night Live (1998 y 2006).

A pesar de todos estos reconocimientos oficiales, yo quiero destacar sucintamente un par de aspectos que me llaman la atención de esta artista:

  1. Ser capaz de ganarse la vida (y más que bien: la revista Forbes la ha incluido varias veces entre los famosos más poderosos) como cómica, una profesión que tradicionalmente se ha asociado a los hombres, atreviéndose así a luchar contra el estereotipo de que las mujeres no son capaces de hacer humor. Esta postura es defendida -lógicamente- por intelectuales y cómicos hombres, que buscan incluso justificaciones científicas y evolutivas para fundamentarla. Creo, con otras especialistas, que el humor ­-bien usado- puede ser una buena herramienta para transformar la sociedad. Pues, centrándonos en más de la mitad de la misma, es decir en las mujeres, destaco las palabras de la diseñadora gráfica Ana Reguera, Señora Miller, según quien «el feminismo tiene más poderío desde el humor […], es una herramienta fantástica». Así parece haberlo entendido también Tina Fey, que, como bien señala Irene G. Rubio, marcó un punto de inflexión en este terreno en 1999 cuando pasó de escritora a jefa de guionistas, dando lugar a que muchos guiones fueran escritos por mujeres para ser interpretados por ellas (ampliándose así también los registros de su humor), de forma que surgieron grandes estrellas como Maya Rudolph, Kristen Wiig o Amy Poehler.
  2. Mi «admiración» por Tina Fey no deriva de la fama que ha conseguido gracias a los muchos premios anteriormente mencionados, sino que surge del visionado de su trabajo más reciente, Unbreakable Kimmy Schmidt (2015-), creada y producida por ella para Netflix (en la segunda temporada también actuará). Esta serie muestra a mujeres protagonistas, fuertes, con determinación, con defectos también… pero no les falta el sentido del humor. Su personaje principal, sirve para acabar con -o al menos paliar- los estereotipos que encasillan a las feministas en la imagen de mujeres luchadoras pero en las que una sonrisa es signo de debilidad, y la risa, si la tienen, es con un propósito de burla o queja. Kimmy se aleja del erróneo cliché de la feminista anti-hombres y amargada, y contribuye a eliminar los prejuicios que muchas mujeres tienen contra reconocerse como feministas, a pesar de que están de acuerdo con lo que defiende el feminismo.

No obstante -y por eso dejo también el signo de interrogación en el título- hay quienes objetan al feminismo de Tina Fey que se pueda considerar más bien postfeminismo (en sentido negativo) debido a que la humorista usa el humor, la parodia y la ironía para referirse a temas que afectan a las mujeres como dando a entender que los problemas, imposiciones y prejuicios sobre ellas ya han sido superados. Por ejemplo, le critican que una constante en sus actuaciones sea el reírse de su propia persona. Sus defensoras la justifican diciendo que todos los cómicos -sean hombres o mujeres- lo hacen; y aludiendo que con ello lo que realmente quiere sacar a la luz es el modo en que la sociedad suele imponer sus cánones de belleza a las mujeres. A pesar de los buenos ojos con que éstas últimas la juzgan, yo no puedo evitar vislumbrar en esa práctica el daño que se consigue con este tipo de bromas, especialmente cuando las protagoniza una mujer que ha sido considerada como una de las personas más guapas por revistas como People en repetidas ocasiones, o a las que la revista Maxim ha considerado como una sex symbol. Si ella se mofa de las imperfecciones de su imagen, ¿qué efecto producirá en otras menos agraciadas?

En fin… puede que el objetivo de la existencia y proliferación de estas cómicas «feministas» sea en el fondo económico (no olvidemos que la industria televisiva busca hacer dinero y para ello recurre a novedades, la originalidad y nuevos nichos de mercado), y puede también que el modo en que supuestamente defienden el feminismo no sea siempre el correcto, pero quizá la mera presencia de voces femeninas reivindicando a su modo cambios necesarios sea un pequeño signo de esperanza para las mujeres. ¿O quizá nos están confundiendo? Pensemos en ello. 

 

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