Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

Aislamiento y trascendencia : «The Banshees of Inisherin» (Martin McDonagh, 2022)

Mucho se ha comentado acerca de The Banshees of Inisherin especialmente desde que se iniciaron las apuestas sobre quiénes estarían en la carrera hacia los Oscar. Sus protagonistas, Colin Farrell, Brendan Gleeson y Kerry Condon se situaban en las primeras posiciones en las categorías de interpretación y, de hecho, han ido consiguiendo premios, muchos de ellos concedidos por asociaciones de críticos. A ellos se unían galardones a la mejor comedia en los Golden Globes Awards y diversas nominaciones al mejor guion original  para Martin McDonagh. Un reconocimiento internacional que no sabemos —ni creemos, aunque nos gustaría equivocarnos— que se cumpla en los premios de la academia estadounidense pero que, en cualquier caso, marca algunas de las claves de The Banshees of Inisherin.

Pádraic Súilleabháin (Colin Farrell) con su inseparable Jenny

Estas claves externas contienen una multiplicidad de matices, quizá imperceptibles o simplemente intuidos en un primer visionado de la película, que la convierte en una obra maestra de la cotidianeidad y, en algunos momentos de la extravagancia, como sucede en muchos de los trabajos de Martin McDonagh. Así se ve en In Bruges (2008) en la que Ray, un atormentado sicario (Colin Farrell), acompaña al veterano  y sensible Ken (Brendan Gleeson) a una misión en Brujas estableciéndose una relación casi paterno-filial entre ellos. También en Seven Psycopaths (2012) donde el guionista Marty (Colin Farrell), en su intento de acabar el guion que da nombre a la película se ve envuelto en el secuestro del perro de un mafioso y el contubernio organizado por un grupo de auténticos psicópatas. Y, finalmente, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (2017) en la que, ante la inactividad policial en la investigación del rapto y violación de su hija, Mildred Hayes (Frances McDormand) alquila vallas publicitarias denunciando el caso. Tres películas que evidencian la querencia de McDonagh por la comedia negra, por una parte; y el tratamiento de la relación entre personajes a partir de un detonante un tanto fortuito e inverosímil, por otra parte.

Y es que, cuando Pádraic ( Colin Farrell) va a recoger a su amigo Colm (Brendan Gleeson) para tomar su pinta de cerveza diaria, éste le dice que ya no quiere saber nada más de él, que ya no es su amigo. A partir de este incidente, The Banshees of Inisherin despliega las relaciones entre ambos y el comportamiento drástico que estas generan. Un argumento que bien pudiera relacionarse con tres de los nombres mencionados reiteradamente por McDonagh como referencias de sus trabajos: Harold Pinter, David Mamet y Quentin Tarantino. A los que, en The Banshees, debe unirse otro de los referentes del director, el autor irlandés John Millington Synge. Así, este detonante aparentemente infantil y cómico sirve para desarrollar una historia de aislamiento y de reconocimiento y autoconsciencia identitaria para los personajes centrales.

La utilización de las barreras físicas es esencial para la construcción dramatúrgica de la película

La isla ficticia de Inisherin es uno de los elementos esenciales de la dramaturgia del film. De este modo, los personajes se sitúan literalmente al margen del mundo exterior de los que son meros espectadores. Los habitantes de la isla están —y quieren estar en la mayoría de los casos— aislados: ven de lejos los efectos de los bombardeos de un mundo en guerra y están rodeados de una naturaleza magnífica que los bloquea, ya sean acantilados, ya sean paredes de piedra seca, ya sea el mar. Una incomunicación que se refleja en la repetición cotidiana de las acciones, en el paso por los mismos lugares cada día, en la asistencia al único lugar de diversión del pueblo, en el color oscuro del vestuario de sus habitantes o en la reiterada presencia de las imágenes religiosas que presiden el espacio en que se desarrolla la acción. Una monotonía y una incomunicación que alcanza a los dos personajes centrales, casi siempre separados por objetos o disposiciones escénicas contrapuestas. Así, la consciencia de una vida insulsa y depresiva impulsa a Colm a una decisión drástica hacia Pádraic como único medio de trascender personalmente. Una construcción de personaje que supone un primer nivel de la configuración trágica en la película y que matiza considerablemente su adscripción exclusiva al tono de comedia que se le atribuye. Como también lo rompe la evolución de Pádraic, un personaje de una enorme simplicidad quien, ante la decisión de su único amigo, es consciente de su conformismo y, especialmente, de su enorme dependencia afectiva. En definitiva, dos personas solas, o, como se ha traducido en español, dos almas en pena.

La decisión de Colm hace que Pádraic cuestione su personalidad

Pero la dramaturgia de The Banshees of Inisherin no se centra exclusivamente en los personajes masculinos centrales. No puede dejar de mencionarse a otros dos personajes esenciales en la historia. El primero de ellos es Siobhán (Kerry Condon), la hermana de Pádraic y contrapunto no solo de la polémica de su hermano sino de la actitud aislada de Inisherin. Siobhán lee compulsivamente, es considerada como una persona extraña por los habitantes del pueblo justamente por no ajustarse a los patrones sociales tradicionales tal como se aprecia en los elementos costumbristas de la película y se convertirá en una especie de árbitro en el conflicto entre Colm y Pádraic de quienes evidencia su absurdo comportamiento personal. De hecho, Siobhán es el único personaje que se abre al mundo exterior para simplemente vivir su vida lejos del encorsetamiento del entorno. En este sentido, no es gratuito que Siobhán sea el único personaje que tiene, literalmente, color. El segundo personaje es el de Dominic (Barry Keoghan), caracterizado como el «tonto del pueblo» pero tremendamente vulnerable y que actuará como acompañante de Pádraic a lo largo de sus cuitas con Colm actuando a veces como su conciencia, a veces como su reflejo, pero en ambos casos como parte de la tragedia.

Siobhán (Kerry Condon) es el único personaje con color en la película

Elementos trágicos que se hallan en la definición de las «Banshees» del folklore irlandés como mujeres, en muchas ocasiones mayores, que anuncian con sus cantos la muerte de alguien de la familia a la que se hallan unidas. Un destino que se encarna en el personaje de la señora McCornick (Sheila Flitton) como parte de la fatalidad que parece rodear a la pareja de amigos enemistados. Una mujer que forma parte del pueblo y con la que solo se relacionan los Súilleabháin quienes la evitan cómicamente pero sin poder eludirla. De esta manera, parece que el anuncio de este destino trágico va a alcanzarlos de alguna manera y así lo llega a interpretar el espectador. Sin embargo, esta banshee, como acertadamente plantea el guion de McDonagh, tiene funcionalidades diferentes actuando bien como confidente de Siobhán, bien como parca para Dominic, bien como una espectadora cómodamente sentada en su butaca contemplando la absurdidad del comportamiento de los personajes masculinos centrales. Una original manera de integrar una figura folklórica en las vidas de unos personajes que son dueños de sus propias acciones tanto positivas como negativas. Esta integración que, sin duda, constituye un nivel más de la configuración trágica de The Banshees of Inisherin, a la par cercana y alejada de los esquemas teatrales más clásicos o shakespeareanos en algunos casos,   aunque McDonagh afirme que el autor de Stradford lo aburre un poco. Y, finalmente, una visión trágica con un final abierto, algo que es realmente de una perfección pasmosa.

Dominic (Barry Keoghan) como figura trágica

The Banshees of Inisherin es, sin duda, una de las mejores películas de 2022. Más allá de las magníficas interpretaciones de Farrell, Gleeson, Condon y Keoghan, la historia creada por McDonagh está espectacularmente contada a partir de una puesta en escena milimétrica. Una historia que es la primera incursión cinematográfica —que no en su trayectoria teatral— de McDonagh en la cultura irlandesa que atraviesa, como no podía ser de otra manera, toda la película tanto en su entorno estético como folklórico a la que no es ajena la música de Carter Burwell, curiosamente un compositor estadounidense. Una película que cuenta con actores recurrentes —o frecuentes, si se prefiere— en los trabajos de McDonagh en su creación dramatúrgica en el sentido más amplio del término. Un film que no solamente es de obligado visionado sino que merece, como hemos comentado, más de uno en el que descubrir la enorme cantidad de matices de la historia. Eso sí en versión original porque es toda una delicia el oír hablar en irlandés.

 

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