«Alias Grace» (Netflix, 2017): la belleza de la incertidumbre
Si te gustó “El cuento de la criada”, la serie basada en la novela homónima de Margaret Atwood en 1985 llena de crítica social y de la importancia de la concepción de la mujer en la misma, no puedes perderte la serie original de Netflix “Alias Grace” (2017). Esta vuelve a ser una adaptación serial de su novela homónima publicada en 1996 y no nos deja indiferentes: Grace Marks es tan solo una chica de dieciséis años irlandesa y huérfana que ha llegado a Canadá para trabajar como sirvienta. Tras su angelical e inocente apariencia se esconde una condena por un asesinato supuestamente cometido en su anterior trabajo. Concretamente, en julio de 1843 tuvieron lugar los asesinatos del señor Thomas Kinnear y Nancy Montgomery. Tanto ella como su compañero de trabajo, McDermott fueron acusados, aunque él fue ahorcado y a Grace se le conmutó la pena capital por cadena perpetua.
Es por ello que esta miniserie trata de desvelar qué ocurrió exactamente ese día. Es un grupo de reformistas (y también espiritualistas) quienes pretenden conseguir un informe médico positivo que pueda declarar la inocencia de Grace y, por tanto, conseguir su indulto delante de la justicia y de la imperante moralidad social. Para ello contratan al Doctor Simon Jordan, para ayudar a Grace a recordar lo que realmente pasó y poder descubrir los hechos objetivos a través de su testimonio subjetivo. Pese a que, si de una serie criminalística se tratara, descubrir la verdad sería el verdadero objetivo, lo verdaderamente magistral en la novela como en la serie es precisamente la narración y el testimonio de la protagonista en las diferentes etapas de su vida. Las sesiones ofrecen a Grace la oportunidad de estar en otra casa sirviendo, dejando por unas horas los barrotes de la cárcel donde incluso tiene que someterse a tocamientos por parte de los guardias de seguridad y, además, teniendo la libertad de escoger qué momento contar y cómo hilarlo para desviar el foco de atención del doctor. Se descubre una infancia dura donde ella tenía que proteger a sus hermanos de su padre borracho; los momentos compartidos con su compañera de trabajo y amiga, Mary Whitney y su desgraciado final; la llegada a la casa del señor Kinnear que acaban en un presente lleno de incertidumbre.
A través de sus narraciones en primera persona, las cuales también retratan la fuerte moralidad de la época, podemos acceder a sus pensamientos y su modo de comportarse que no deja de ser el ejemplo del constructo social de una joven mujer que desea ser decorosa y ajustarse a su condición social, es decir, Grace Marks, independientemente de cuál sea su veredicto final, es víctima de una sociedad heteropatriarcal en la que su opinión, por ser mujer, no es tomada en consideración y, además, pertenecer a una clase social pobre también influye en su estigmatización. Tal es así que, pese a que su versión era distinta, su abogado fue quien le dictó y obligó su propia confesión, rechazando su propio testimonio. Grace Marks acaba siendo tratada como a una persona centro del sensacionalismo que podían tener los círculos espiritistas burgueses de la época.
Cada sesión se convierte en un rato de libertad para Grace Marks donde ella cose retales de una gran colcha (de hecho, en cada capítulo asistimos a un cuadro que ella cose) donde, inicialmente, ella afirma que no recuerda nada de los asesinatos, presentando aparentemente una “amnesia selectiva” justo en el momento de los asesinatos lo cual contrasta totalmente con la precisión y los detalles de observación con los que Grace recuerda sus experiencias pasadas, las cuales son observadas y medidas escrupulosamente. El doctor (o alienista, siguiendo la terminología de la época) Simmons acaba sintiendo un interés sexual por ella, alejándole de la objetividad profesional que se le pide. En un viaje introspectivo, sabemos que la persona que más le ha marcado en su vida es, sin duda, su querida Mary Whitney la cual murió tras intentar abortar del hijo de la casa de señores donde trabajaba. La moralidad y la superstición, así como el espiritismo son reflejo también de la sociedad de la época y ella tiende a buscar sentido a su vida en función de los momentos compartidos con Mary Whitney: en un juego ritual con flores, Mary Whitney no se casaba lo cual no era un buen presagio de lo que sucedería; en cambio, Grace sí se casaría.
El testimonio, junto con otras pruebas como los documentos públicos del juicio, recortes de periódicos y correspondencia de la época, hacen de la incógnita, lo atractivo, haciendo que los espectadores tengamos sentimientos ambivalentes por nuestra protagonista quien es capaz de contar con templanza situaciones verdaderamente duras, creando la duda de su culpabilidad o inocencia ante su conducta serena, introspectiva y a la vez provocadora de miedo (y de incertidumbre). Y ahí reside su genialidad, en podernos hacer creer que Grace puede seducir o bien destruir a todos, en creer o no en ella como narradora de su propia historia con sus particulares sutilezas y manipulaciones de tonos y, por tanto, en hacernos ilusiones de esbozar una verdad que se escapa de las manos, a imaginarnos las verdades hasta el último momento de la serie, que adopta un ritmo de cuento donde Grace marca el compás.
Doctora en Filología por la Universitat de les Illes Balears (2022) y, anteriormente, becaria predoctoral con una tesis centrada en personajes infantiles creepies, discursos de maternidad contemporánea, New Horror y narrativa transmedia. Máster en Lenguas y Literaturas Modernas (especialización en estudios literarios y culturales, UIB); Máster en Formación del Profesorado (Lengua y literatura, UIB) y Posgrado en el uso del cine como recurso educativo (UNED). Interesada en las representaciones audiovisuales infantiles y las maternidades contemporáneas, además de la aplicación del audiovisual y la narrativa transmedia como recurso educativo.