Es la guerra: «Sinsajo. Parte II»
Durante varias semanas hemos venido repasando aquí la saga de Los juegos del hambre para ir preparándonos para este momento: ya se ha estrenado en España la última entrega y la historia ha llegado a su fin. En la primera película contemplábamos con estupor cómo un grupo de adolescentes luchaba a muerte para el placer voyeur del Capitolio y cómo Katniss Everdeen conseguía doblegar las normas del juego asesino. En llamas nos llevaba de vuelta a la “arena”, cada vez más sofisticada y letal, por mor de una maniobra macabra de un Presidente Snow que empezaba a ver en Katniss un peligro real. El tercer capítulo, mucho más oscuro que los anteriores, nos introducía en las tripas de la bestia para ver cómo se cocinaba la propaganda de bandos enfrentados aun a costa de vidas inocentes. A estas alturas, con el sinsajo sobrevolando todos los distritos, ya no cabe la menor duda: es la guerra.
De nuevo bajo la dirección de Francis Lawrence, el desenlace de la adaptación fílmica de las novelas de Suzanne Collins arranca exactamente donde nos había dejado Sinsajo I. Afortunadamente para el equipo y para el público, parece que al menos en parte fue rodada a la vez que la anterior, porque habría sido una enorme pérdida no recuperar el personaje interpretado por Philip Seymour Hoffman, fallecido en febrero de 2014. Las escenas de Plutarch Heavensbee con la Presidenta Coin (el soberbio Hoffman mano a mano con la enorme Julianne Moore) son de lo mejor que nos dejará esta saga, posiblemente junto con la cada vez más perturbadora interpretación de Donald Sutherland como Snow.
Otros puntos interesantes para volver al cine y a Panem con Sinsajo II son, por ejemplo: el abanico de secundarios nuevos (varios reconocibles de series de televisión de éxito recientes); la intensificación y resolución del triángulo Katniss-Peeta-Gale (una de las historias de amor juvenil menos tradicionales que habíamos visto últimamente); el relativo renacimiento de Katniss como heroína después de una entrega donde su pasividad era irritante; las dobleces interesantes del otrora buenazo Peeta tras su paso por el Capitolio; el muy serio trasfondo político de la historia (terroríficamente cercana a la realidad la escena de los refugiados huyendo del conflicto) y el ritmo intenso de la narrativa (que se había perdido en Sinsajo I).
Cosas que no recomendaría tanto, pero que desafortunadamente van incluidas en el precio de la entrada, incluyen: la deriva hacia el modo película de acción al uso en algunas (demasiado largas) escenas; la simplificación del discurso binario guerra/paz en ciertos tramos; la sobreactuación a lo “he-man” de algunas figuras que ganan protagonismo en el contexto de la batalla o el empeño de repetir en el guión que estamos ante unos nuevos Juegos del Hambre cuando el filme claramente se mueve ya en otro plano.
Una vez vistas todas las películas (algunas de ellas unas cuantas veces), debo confesar que, aun estando muy lejos de la categoría young adult que se presuponía en un principio como público objetivo, me he hecho admiradora de los Hunger Games en la pantalla y de Katniss Everdeen como creación ficcional femenina alternativa. Cada filme me apeteció más que el anterior y con cada visionado encontraba más capas para disfrutar como espectadora y para analizar como investigadora. Habiendo además expandido mi experiencia con la visita a una completísima y divertida exposición sobre las tres primeras entregas en el Discovery Times Square de Nueva York hace unos meses, creo que me quedo a las puertas, por muy poco, de ser una fan con todas las letras y de decir que echaré de menos a la chica en llamas.