Las maravillas de la Gran Manzana: «Wonderstruck» (Todd Haynes)
La pasión que Todd Haynes demuestra por el medio cinematográfico es innegable. Una especie de amour fou que se aprecia en cualquiera de sus películas. En especial, si tenemos en mente sus largometrajes más aclamados y reconocidos – Lejos de Cielo, Carol y la miniserie de HBO, Mildred Pierce; todos ellos melodramas postmodernos que reformularán las estrategias canónicas del género para aportar una nueva reflexión acerca del mismo. Una reflexión que supondrá, a su vez, una experimentación y redescubrimiento de los mecanismos del cine. En este sentido, Wonderstruck (2017), séptimo proyecto para la gran pantalla de Haynes, será su producción más ambiciosa donde desplegará todo su potencial imaginativo y pondrá en práctica su propia mirada acerca de esa gran maquinaria llamada lenguaje cinematográfico. Pero, mejor vayamos por partes.
Basada en la novela de Brian Selznick de 2011 (quien también firmará el guión de la cinta), la trama nos situará frente a dos historias ambientadas en diferentes épocas y que se sucederán de manera alternante durante el transcurso de la película. Por un lado, el relato de Ben (Oakley Begley) situado en la década de los 70′; y por otro lado, las circumstancias de Rose (Millicent Simmonds) durante los años 20′. Siendo a priori dos historias si relación aparente entre ellas, ambas reflejarán un extremo paralelismo focalizándose en el viaje de dos niños que huirán de casa para encontrar su propia identidad. Mientras Ben partirá en busca de su padre desconocido; Rose se marchará para acudir al encuentro de su ídolo, la estrella del cine mudo Lilliam Mayhew (Julianne Moore). Un argumento dickensianao con forma de cuento fantástico que Haynes explorará por primera vez durante su trayectoria profesional.
Sin embargo, esto no va a ser lo único que Ben y Rose tengan en común: ambos habrán perdido el oído y encontrarán la ciudad de Nueva York nuevo escenario de aventuras. Dos elementos que jugarán un papel clave para la propuesta conceptual, narrativa y estilística de Haynes. De este modo, la exploración del silencio y de la mirada será el eje central del discurso en el que se utilizarán técnicas cinematográficas propias de cada una de las épocas para evocar el contexto social/cultural de cada historia. Un eclecticismo artístico que se moverá entre el expresionismo del cine mudo en blanco y negro para el relato de Rose en el que el punto de vista de la niña guiará al espectador a través del espacio – acompañado de la extraordinaria banda sonora compuesta por Carter Burwell; y un estilo más colorido y kinky para la trama de Ben en el Nueva York de los años 70′. Así, el concepto artístico de Haynes será el elemento más fuerte de Wonderstruck en el que la ciudad también se convertirá en su esqueleto vertebral.
Tal como sucedería en el Nueva York lluvioso y trás del cristal en Carol, la filmación de la Gran Manzana jugará un rol imprescindible dentro del discurso final de Wonderstruck (en parte, gracias al excepcional trabajo de Ed Lachman como director de fotografía). Mientras la narración puede resultar un tanto reiterativa a nivel de desarrollo de la acción debido a su lenta cadencia en algunos tramos de película, su propuesta llegará a su punto álgido en sus últimas secuencias donde todo cobrará sentido y poco importará lo demás. La cinta planteará el escenario urbano como museo en el que las historias particulares de cada individuo se almacenan, como si de un cemeterio de recuerdos se tratara. De esta manera, Haynes utilizará el montaje como huella de la historia, no como una simple manera de reflejar los paralelismo narrativos.
En definitiva, Wonderstruck nos habla de la importancia de la memoria individual – y colectiva, en cierta manera – y la relevancia de la comunicación como generadora de una indentidad personal. Un verdadero experimento sobre los formatos y estilos cinematográficos que demuestra, una vez más, la admiración de Haynes por la cultura cinéfila y por las artes en general. Tal vez, Wonderstruck no sea el mejor largometraje del cineasta, y mucho menos el mayor exponente de su estilo paticular. Sin embargo, puede que sea su proyecto más personal en el que manifestará su pasión por el séptimo arte. Con cineastas así, es un verdadero placer ir al cine.
Amante del terror y de las series británicas. Ferviente seguidora de Yoko Taro. Graduada en cine y audiovisuales por la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC-UB). Especializada en dirección artística/diseño de producción. Máster de especialización en Estudios Literarios y Culturales (Universitat de les Illes Balears). Profesora en el grado de Comunicación Audiovisual en CESAG-Universidad de Comillas. Colaboradora en el proyecto «Ludomitologías» liderado por el Tecnocampus de Mataró (UPF). Interesada en la investigación en game studies y TV studies.