Once Upon a Time in Quentin’s Mind (8): WESTERN
La influencia del género western en la filmografía de Quentin Tarantino es más que notoria, y es que es imposible no ver su admiración y pasión por este género en momentos como los primerísimos primeros planos que aparecen en Kill Bill o en esa tensión que se forma en la escena del bar en Inglourious Basterds (2009) que recuerda al duelo final de Il buono, Il brutto, il cattivo (El bueno, el feo y el malo) (Sergio Leone, 1966).
Después de haber hecho un completo tributo a las películas bélicas que más le marcaron, decidió repetir la formula de nuevo y homenajear, en este caso, a sus maestros de western clásico, pero sobre todo del crepuscular, del famosísimo spaghetti Western, que primará en sus dos siguientes obras: Django Unchained (2012), de la que hablaremos en profundidad, y The Hateful Eight (2015), que analizaremos brevemente al ya contar con una crítica y análisis en los posts pasados que podéis ver clicando aquí.
Además del gran Sergio Leone, Tarantino tiene en gran estima a otro titán del spaghetti western: Sergio Corbucci; director de obras como Il grande silenzio (1968) o Django (1966), de la que tomará el nombre para su propia cinta y protagonista, pero esta vez, el Django de Tarantino será un esclavo negro (interpretado por Jamie Foxx, después de ser, este papel, rechazado por otros actores como Will Smith o Idris Elba) liberado por el doctor Schultz, un cazarecompensas alemán interpretado por un brillante Christoph Waltz (quien fue galardonado con su segundo Oscar a mejor actor secundario); para convertirse en su ayudante en su trabajo.
El viaje de Django y el doctor Schultz es duro y largo. En su trayecto se enfrentan a diversos esclavistas sádicos miembros de una organización que, tiempo después, acabaría llamándose Ku Klux Klan, y quienes protagonizan una hilarante escena antes de ser ajusticiados por el dúo de cazarrecompensas; bandas de foragidos y el peor de todos, el maníaco Calvin Candie, interpretado por Leonardo DiCaprio, quien tiene cautiva a la mujer de Django, Broomhilda (interpretada por Kerry Washington).
Los personajes se van moviendo progresivamente por un objetivo común y universal en las cintas de Tarantino: la venganza, el tema que siempre aparece en cada una de sus películas, mostrándonos como el ser humano es un ser vengativo por naturaleza. Django se vengará de los esclavistas que le tuvieron preso a él y a su mujer, personificados en la figura de Candie; además este mismo personaje se vengará del «daño» que le causa la etnia afroamericana y la intromisión del dúo de cazarrecompensas en su «humilde» morada donde cada uno de sus huespedes y trabajadores le veneran como a un dios, como es el caso del mayordomo Stephen, interpretado por Samuel L. Jackson. Así progresivamente con cada uno de los personajes, quienes tienen todos una gran ansia de venganza.
Como podemos ver, este western se aleja de temáticas de otras cintas del género, para focalizarse en la denuncia del esclavismo, de cómo las personas de etnia africana eran explotados en campos de algodón y en cualquier práctica sádica y ridiculizante que se les ocurriesen a sus «amos»; y en la venganza contra esas injusticias.
El film es uno de los más largos de la filmografía de Tarantino, y a pesar de tener grandes secuencias de acción, en ocasiones se hace un tanto tediosa, posiblemente por el cambio de montador, al haber fallecido Sally Menke, la gran y fiel montadora de las cintas de Tarantino, poco tiempo antes de la producción de la película. No obstante, la cinta goza de un gran guión donde cada personaje, por muy secundario que sea, está trabajado a fondo; una dirección de fotografía magistral, un departamento de caracterización y sonido brillante; y por supuesto una dirección y unas interpretaciones soberbias por unos actores metidos completamente en sus personajes. De hecho, se dice que en una escena, Leonardo DiCaprio se hizo por accidente un corte en su mano y decidió continuar con la escena, igual que los actores, hasta que Tarantino gritó «corten». Además, Django Unchained está llena de referencias tanto a cintas de western como la mencionada anteriormente Django de Corbucci, cuyo actor protagonista (Franco Nero) aparece en el filme de Tarantino en un breve cameo, como a The Birth of a Nation (D.W Griffith, 1920), a cuadros como el de The Blue boy de Thomas Gainsborough, e incluso a películas del propio Quentin, como Kill Bill Vol. 2, pues en tal filme, Uma Thruman es enterrada viva en la tumba de una tal Paula Schultz, quien podría ser la mujer del doctor Schultz; y muchísimas pequeñas joyas más escondidas en esta grandísima obra.
Para su siguiente proyecto, Tarantino, volvió a su querido western, pero esta vez con una historia que toma lugar después de la Guerra de Secesión, un retorno y reinvención de su primera obra, Reservoir Dogs (1992), creando una obra donde unos singulares personajes en los que se encuentran cazarrecompensas, verdugos, criminales, militares, etc. se ven obligados a permanecer encerrados en una humilde posada que les protege de una fuerte ventisca no más gélida que la tensión entre todos los personajes, pues pronto descubren que no todo el mundo es quien dice ser.
Lo cierto es que el filme estuvo a punto de no hacerse debido a la filtración del guión, cosa que enfureció encarecidamente a Tarantino, quien se negó en rotundo a continuar con su ansiado proyecto. Por suerte, algunos actores con los que había hablado sobre el tema, hicieron entrar en razón a Tarantino para hacer una representación del guión, en la que todos los actores pensados para cada personaje se reunieron para leerlo frente a un público, y finalmente, encantado con la experiencia, se decidió a realizar su nueva obra, acompañado de viejos amigos como Tim Roth, Kurt Russell, Michael Madsen y el gran Samuel L. Jackson, y nuevos rostros en su filmografía, como la gran Jennifer Jason Leigh o Channing Tatum, quien se dice que rogó a Tarantino aparecer brevemente en su obra.
Rodada en celuloide de 70mm como otras grandes obras fílmicas como Gone With the Wind (Victor Fleming, 1939), consigue una gran calidad de imagen que permite al espectador disfrutar de la impresionante dirección de fotografía de Robert Richardson en ese impactante paisaje nevado, tan diferente a los espacios desérticos y áridos de los westerns clásicos, que junto a la música de Ennio Morricone, compuesta específicamente para este filme y por la que se llevó su primer premio de la academia, hace que al espectador más fan de Tarantino se le haga la boca agua.
A pesar de ser una de sus películas más largas, si no la más larga por el momento, el guión de Tarantino no deja que ningún segundo sea desperdiciado, dilatando la tensión entre los personajes durante toda la cinta, ahondando en cada personaje y haciendo entrar al espectador en el juego de decidir quién es el malo y quien es el bueno, si lo hay, quien es el hombre justo y quien es la tiranía de los hombres malos (por referenciar a aquella famosa frase de Pulp Fiction); igual que lo hacía en Reservoir Dogs. Es ese parecido con su primera gran obra lo que despierta un sentimiento de rechazo hacia esta película por una parte del público y de la crítica, argumentando que no es más que una copia de esta, pero situada en el viejo oeste, entre otras quejas como la denuncia hacia la utilización de la palabra despectiva “nigger” para referirse a los personajes de etnia afroamericana, a la que Tarantino y el resto de su equipo han argumentado que sus guiones deben ser fieles a cómo se hablaba en la época donde acontece su historia.
A pesar de alguna que otra queja, los westerns de Tarantino han sabido reinventar a sus predecesores y han supuesto un bello homenaje al western crepuscular, consagrándose como dos de las grandes cintas del western moderno, y que, sin duda, se convertirán en grandes clásicos del cine.
Graduado en Comunicación Audiovisual en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (Universidad de Comillas). Apasionado por el cine, las series de televisión, los cómics y toda forma de arte secuencial. Interesado en toda obra filosófica, transgresora e innovadora.