Piper contra Piper
Piper Kerman (Boston, 1969) entró en prisión por blanquear dinero de la droga en 2004. Pasó trece meses en la institución Danbury de mínima seguridad, y en 2010 publicó su libro Orange Is the New Black. My Year in a Women’s Prison. Tres años más tarde, gracias a la varita mágica de la creadora feminista Jenji Kohan, Kerman se convirtió en Chapman, Danbury en Litchfield y… el resto es historia.
Piper Chapman es el alter ego de Kerman en la ficción de Netflix Orange Is the New Black (2013-actualidad), y ya lleva en la cárcel bastante más tiempo que su referente real. Blanca como ella, rubia como ella, con educación superior como ella, bisexual como ella y de clase acomodada como ella, Chapman ha evolucionado mucho en sus cuatro temporadas. A pesar de haber perdido protagonismo en virtud del poderoso elenco coral creado por Kohan, que incluye joyas como «Crazy Eyes» o «Red«, ha seguido siendo un personaje importante para las tramas y con matices a explorar para el público espectador.
En un estudio reciente co-firmado con una compañera editora de este blog, explorábamos la cuestión de la agencia en la serie derivada del libro de Kerman. En ese artículo no nos fijábamos solo en la Piper ficticia, pero podemos hacerlo aquí para ver cómo la mujer de carne y hueso que ha sabido rentabilizar en muchos sentidos su experiencia carcelaria se está desenvolviendo en la misma dentro de la pantalla.
En su libro Gender and Agency (2000), aplicando con perspectiva de género las tesis clásicas de Foucault, Lois McNay sugiere tres definiciones diferentes y relacionadas para el concepto de «agencia»: 1) la capacidad para gestionar las cambiantes y discontínuas relaciones de poder; 2) la habilidad para actuar de formas inesperadas y crear nuevos patrones de comportamiento; 3) la capacidad para generar cambios en el orden socio-cultural. Las tres están presentes en la serie de Kohan, como Isabel Menéndez y yo misma hemos argumentado, pero quizá sea la primera la que Piper ha desarrollado más en el tiempo que lleva entre las rejas de Netflix.
Cuando Chapman entró en Litchfield allá por 2013 su mundo de privilegios colapsó, al menos parcialmente. Aunque algunos oficiales (Healy sobre todo) continuaban viéndola como diferente de la masa de presas general, de pronto la blanca rica había de llevar el mismo uniforme, cumplir los mismos horarios, aceptar la misma explotación laboral y asumir los mismos castigos que sus compañeras más pobres o de piel más oscura. Además de vivir bajo la bota de los funcionarios, Piper debió aprender rápido que entre las internas había líderes y seguidoras, roles asignados y micro-cosmos que debían ser respetados.
Tratando de evitar spoilers de la temporada más reciente, diré que es muy destacable la progresión desde la Chapman novata que cometió su primer gran error cuando criticó la comida de «Red» en la T.1 y tuvo que elegir entre un bocadillo de tampón o pasar hambre en silencio, y la líder que en la T.3 logró movilizar a compañeras de diversas «tribus» (como ellas mismas llaman a sus grupos de fidelidad, frecuentemente asociados a la raza) para poner en marcha un lucrativo negocio.
El episodio octavo de la tercera temporada, «Miedo y otros olores» contiene el que en mi opinión es uno de los mejores momentos del personaje de Piper Chapman. Su discurso para convencer a otras internas de que colaboren con ella en la venta online de ropa interior usada es uno de sus puntos álgidos. Jenji Kohan hizo acompañar el momento de música patriótica, y satirizó de forma soberbia sobre las grandes frases de los Padres de la Patria y los gurús del capitalismo estadounidense. Invocando con humor la ideología del Sueño Americano y los discursos de autoayuda, Piper tomó las riendas, se auto-empoderó apoyándose en su educación, su bagaje en la empresa privada y sus recursos de mujer de clase media-alta con aliados en el exterior, y llamó a sus «hermanas» a usar sus aromas más privados para ganar dinero.
Desde entonces han pasado muchas cosas, y todo apunta a que Piper Chapman seguirá presa mientras Piper Kerman es libre para escribir, dar conferencias, presentar testimonio público sobre la vida en la cárcel y seguir disfrutando de la popularidad y los beneficios generados por su historia. Pero, ocurra lo que ocurra, la joven indecisa que se entregó por un delito cometido hacía años se ha hecho mayor. La gacela rubia ya sabe dónde acechan los leones dentro de Litchfield, y tiene las competencias para gestionar los conflictos de poder -entre oficiales y administradores también, pero sobre todo entre las propias presas, que son aquellos que le afectan más a menudo y más directamente. A base de problemas, golpes, dramas y algo de sangre; pero también de inteligencia, astucia y no poca «mala leche», la Piper catódica ha crecido como personaje de manera muy considerable. No sé si le hace justicia a la Piper de la vida real, pero tengo la sensación de que está a punto de soltar amarras, librarse de ella y navegar en solitario durante muchos episodios más.