Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

RIRCA recomienda: ficciones de espionaje (I)

Seguimos con las recomendaciones de RIRCA. Este mes dedicadas al espionaje en el sentido más clásico del término que no es otro que el de un argumento de thriller político —o relacionado con ello— donde una persona que pertenece a una agencia de inteligencia se infiltra en terreno enemigo o lo investiga. La finalidad no es otra que la de impedir una agresión con consecuencias de distinto calado para la seguridad (ínter)nacional o para la geopolítica exterior. A partir de aquí, todas las variables son posibles y los tonos de las ficciones también. Gracias a ellas, el espectador conoce a los incombustibles nombres de la CIA o el KGB como grandes entes generadores de espías, a los que se unirán el MI6, el Mossad o la Stassi, solo por mencionar algunas de las más «cinematográficas/televisivas». Y también a la inexistente U.N.C.L.E (CIPOL en la versión española) o a los icónicos CAOS y CONTROL de Get Smart. Así, el thriller de espionaje o conspirativo va estrechamente ligado a los acontecimientos históricos del momento de su producción y recepción con dos ejes esenciales: la Guerra Fría y el ataque al World Trade Center en 2001.  Dos maneras, pues, de entender la actividad de los servicios de inteligencia.

Patricia Trapero: Eye in the Sky (Gavin Hood, 2015)

En 2015 se estrena Eye in the Sky del director sudafricano Gavin Hood. El desencadenante de la película es el asesinato de un agente británico-keniata infiltrado en el grupo terrorista Al-Shabab, vinculado a Al Qaeda y que opera en Kenia y en otros países de territorio africano. La muerte del agente pone en marcha una operación con drones a tres bandas liderada por la coronel del servicio británico Katherine Powell (Helen Mirren) para neutralizar a los tres principales responsables del grupo que planean un ataque suicida entre la población. Así, la película se desarrolla en tres espacios diferentes: en Londres, donde el servicio británico recoge las informaciones y es uno de los  centros de decisión; en Kenia, donde se desarrolla el trabajo de campo y, finalmente, en Nevada donde se sitúa el centro de mando estadounidense con el teniente Frank Benson (Alan Rickman) como segundo poder decisorio y el piloto de drones Steve Watts (Aaron Paul). De acuerdo con el argumento, Eye in the sky desarrolla las acciones previas a una intervención antiterrorista.

Si bien la apariencia del film es una mezcla entre el género bélico y el de espionaje con instituciones y grupos terroristas existentes en la realidad, la propuesta de Gavin Hood cambia el espionaje tradicional de lucha entre iguales excepcionales por un espionaje tecnológico. Un espionaje relatado en tiempo real y que despliega la colaboración (o todo lo contrario) entre distintos servicios de inteligencia. Lo local-nacional se convierte en global. De esta manera, asistimos a la combinación de informantes civiles que ayudan a la hipotética ubicación del enemigo pero, sobre todo, a la labor de los drones como espías asépticos,  invisibles y letales. Son los drones con formas distintas y pintorescas los que «ven» a los enemigos, «oyen» sus conversaciones y forman parte de su entorno doméstico. Sin embargo, lo que puede llegar a parecer fascinante dentro de la ficción, no lo resulta tanto al saber de la existencia de artilugios semejantes pensados para el control de nuestra vida cotidiana. Algo que resulta especialmente distópico y escalofriante. Pero más allá de esto, el film plantea dilemas morales importantes no solo acerca del uso indiscriminado de la tecnología sino especialmente de los daños colaterales que este puede llegar a  producir entre la población civil. En definitiva, un debate ético que cuestiona las decisiones humanas derivadas de los nuevos sistemas no humanos de espionaje, control o vigilancia, por una parte, y, como consecuencia, si son válidas éticamente las decisiones que priorizan una hipotética seguridad frente a los derechos de la población que es considerada como una víctima colateral necesaria, por otra parte.  Una temática recurrente en Gavin Hood tal como vemos en la magnífica Rendition (2007) y en Official Secrets (2019). Y un dilema ético que plantea la transformación del sujeto, tanto desde la perspectiva del espía como del espiado, en objeto. Una premisa que, de manera especial, estamos viendo en  los desgraciados conflictos bélicos de la actualidad que confieren cualidades humanas a los drones. Un paso más dentro de un incomprensible posthumanismo, en este caso, muy mal entendido.

Laura Taltavull: La infancia de Iván (Andréi Tarkovsky, 1962)

La infancia de Iván es una película sobre la guerra, la locura y el aburrimiento desgarrador entre batallas y, por supuesto, de espionaje. Estrenada en 1962 y basada en un relato de Vladímir Bogomólov, es el primer largometraje del gran aclamado director ruso Andrei Tarkovsky. Ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, en el frente oriental, detalla los últimos días en la vida de un niño huérfano, Iván (Nikolai Burliáyev), en ese ambiente hostil e inhóspito. 

Su familia ha muerto a manos de soldados alemanes y ha sido adoptado por una unidad del Ejército Rojo. En una forma de venganza, el pequeño decide colaborar activamente con las tropas soviéticas y, gracias a su pequeña estatura, realiza con éxito labores de exploración y espionaje que requieren que cruce las líneas enemigas. 

El retrato del pequeño Iván es tanto un convincente estudio de personaje como un emblema del tema central de la película: el costo humano de la guerra. En lugar de glorificar las victorias del Ejército Rojo, algo muy común durante la época del Comunismo, Tarkovsky decide representar la guerra de un modo distinto y desafiante frente a un cine soviético que generalmente favorecía el heroísmo sobre las catástrofes de la guerra.

Dividido entre el presente de la guerra y el pasado de flashbacks idealizados, la infancia de este niño se va tejiendo con el deseo de volver al frente de batalla, sus sueños, sus recuerdos y algunas conversaciones deliberadamente tortuosas con otros soldados. El pasado y el presente, el mundo de la vigilia y el del sueño, parecen colapsar entre sí. La experimentación temporal y espacial son fundamentales. De hecho, la representación particular de la realidad es posiblemente el elemento más exitoso de la película, haciéndola narrativamente convincente y estéticamente revolucionaria.

La infancia de Iván puede no ser el mejor trabajo de Tarkovsky, pero observamos ya en ella sus perdurables preocupaciones estéticas y políticas presentes en sus obras posteriores, siendo, por consiguiente, un claro indicativo de la sofisticación que estaba por venir.

Guillermo Amengual: El ejército de las sombras (Jean-Pierre Melville, 1969)

Jean-Pierre Melville -aclamado padre del cine polar francés gracias a obras maestras como Le samouraï (1967) o Un flic (1972)- estrenó en 1969 el film L’armée des ombres (El ejército de las sombras): una obra donde regresaba a aquella París ocupada por el ejercito alemán que ya retrató en su primer largometraje, El silencio del mar (1949).

El cineasta francés ahonda en su propia vida como agente de la Resistencia francesa -un grupo de agrupaciones clandestinas que trabajaron en las sombras para derrocar al gobierno nazi que había ocupado el país- y en la de otros muchos de sus compatriotas que habían colaborado con él arriesgando sus vidas hasta las últimas consecuencias.

La película es, en todos los sentidos, magistral. Es una perfecta obra para todo aquel amante del espionaje y de la lucha desde el sigilo y las sombras; un doloroso retrato de la soledad, el aislamiento y la capacidad del ser humano por desvivirse por una causa; y, además, una perfecta lección de cine a nivel de puesta en escena, puesta en cuadro y puesta en serie. Pocas películas tienen un trabajo visual, un reparto tan entregado (destacando nombres como Lino Ventura, Simone Signoret y Jean-Pierre Cassel) y un montaje tan sobrecogedor que nos hace fundirnos en esta lenta, tensa y desoladora historia.

Nuria Vidal: The Americans (FX, 2013-2018)

Creada por el ex-agente de la CIA Joe Weisberg, The Americans es una parada indispensable para las ficciones sobre espionaje y la Guerra Fría, además de ser una de las series de culto de la televisión contemporánea. El argumento nos sitúa en la década de los 80′ en Washington DC en la que seguimos al matrimonio de Elizabeth y Philip Jennings (interpretados por unos espectaculares Keri Russell y Matthew Rhys), unos agentes del KGB infiltrados cuya misión es robar información y paralizar actividades de la administración Reagan. Así, durante sus 6 temporadas y 75 episodios, asistimos a los diferentes encargos en los que se ven involucrados los Jennings mientras intentan mantener su tapadera frente a la persecución del FBI. Unos encargos que vertebran en torno a conflictos diplomáticos y políticos de la Era Reagan como la pugna por la tecnología bélica (T2), la guerra de Afganistán (T3), las armas químicas (T4), la crisis alimenticia en la URSS  (T5) o, finalmente, la guerra nuclear y los tratados Reagan-Gorbachov (T6). A todo ello se le suma la preparación de las misiones y sus implicaciones morales y, sobre todo, el funcionamiento de la Rezidentura y espionaje soviético, algo poco frecuente en las ficciones norteamericanas.

Más allá de la vertiente de thriller político de la serie, lo más interesante de la construcción de las ideologías de los dos protagonistas que van evolucionando a lo largo de la trama creando unos personajes complejos y humanos. Ambos chocan constantemente acerca de los dilemas morales y sociales que plantean las 6 temporadas: desde la base conceptual de una historia ambientada en la Guerra Fría como es el comunismo vs el capitalismo, pasando la noción de patriotismo, hasta la reflexión sobre la amistad, la familia y el matrimonio. Además, se produce muy inteligentemente inversión de los roles de género entre Philip y Elizabeth que potencian el relato y aportan una perspectiva diferente a la figura del espía.

Asimismo, la serie también pone el punto de mira otras temáticas relevantes a partir de los personajes secundarios como son la concepción de los hijos como propiedad del Estado a través de Paige Jennings; la injusticia de las instituciones frente al “servicio a tu país” a través de las subtramas de Nina Krilova y Oleg Burov; la sociedad paranoica a través del agente Beeman; el espía como “persona fantasma” a través de los jefes Claudia y Gabriel; o los daños colaterales de las personas engañadas por los agentes infiltrados a través de Martha Hanson. The Americans es una serie intrigante, tensa y compleja que nos hace reflexionar sobre el pasado de la historia mundial que, desgraciadamente, actúa como un reflejo de nuestro presente.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *