Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

RIRCA recomienda: los mejores musicales (II)

Seguimos con nuestras recomendaciones de los mejores musicales. Esta vez sin olvidar que el género no es exclusivamente estadounidense ni que el musical alcanza otros productos audiovisuales diferentes del cinematográfico.

Gerard Bibiloni: The Hole (Tsai Ming-liang, 1998)

Cuando uno entra a The Hole, lo último que espera es que se desarrolle parcialmente en forma de musical. La cuarta película de Ming-liang nos lleva a la Taiwán de finales del pasado milenio, en la que un virus que convierte momentáneamente a las personas en cucarachas ha obligado a muchos de sus ciudadanos a una suerte de éxodo masivo a espacios en los que los contagios no resultan tan elevados ni preocupantes. Las circunstancias pandémicas en las que se inserta esta película de dimensiones algo kafkianas nos alejan de cualquier presunción de que, en cualquier momento, vaya a haber un número musical que nos saque de nuestro encasillamiento, pues —y quizá esto es algo que hemos interiorizado tras nuestro periplo personal con el COVID-19— pareciera que estos temas tengan que tratarse con una solemnidad y un recelo notables.

Sin embargo, eso es lo que precisamente sucede en esta película. A través del personaje de la mujer del piso de abajo, interpretada por Lin Kun-Huei, se nos plantea todo un universo de húmedas y románticas fantasías amorosas en las que ella sueña con el hombre del piso de arriba, interpretado por Lee Kang-sheng —el eterno habitual del director—. Son estas ensoñaciones las que se nos plantean como momentos musicales, marcando un claro contraste entre la anodina y bastante deprimente vida de unos personajes confinados en sus respectivos apartamentos y todo aquello imaginado por el personaje femenino. El color, la hipérbole ya costumbre en el mundo del musical y el humor tongue-in-cheek caracterizan una película que se construye en base a la disparidad formal y estilística, aunque siempre manteniendo una unión entre ambos universos que permite al espectador dejarse llevar por la experiencia sin tener la sensación de que ha visto dos películas distintas. Una recomendación algo bizarra, pero enteramente disfrutable que triunfa más allá del factor entretenimiento al suponer un verdadero presagio de cómo viviríamos la primera gran pandemia del nuevo milenio.

Aitor Fernández de Marticorena Gallego: Wild Rose (Tom Harper, 2018)

El estilo carismático, algo idealista y decididamente infeccioso de la Sing Street de John Carney en 2016 (otro musical que podría haber entrado en estas recomendaciones) permea a varios de los aspectos de Wild Rose. De la mano de Tom Harper recibimos en 2018 una cinta de intenciones marcadamente emocionales. La joven Rose-Lynn Harlan (Jessie Buckley), nacida y criada en las entrañas de Glasgow, se ha marcado un objetivo: salir de Escocia para llevar su carrera como cantante de country al estrellato. Los problemas no surgen; son parte intrínseca de su trasfondo, y es que Rose-Lynn es madre de dos hijos, acaba de salir de prisión y vive con el recordatorio constante de la futilidad de sus sueños encapsulado en su madre (Julie Waters).

Wild Rose tiene el corazón en el lugar adecuado. Presenta como base temática el contraste entre el idealismo que viene con la ambición de triunfar en la industria musical y el realismo de las obligaciones maternas. El espacio juega un papel esencial en este debate, donde Glasgow aparece como un poblado profundamente tradicional, estanco y sin posibilidades, y cualquier otra opción se idealiza a ojos de Rose-Lynn y la propia cámara. Sin embargo, Wild Rose defiende un sentimiento de pertenencia originado no tanto en el orgullo patriótico como en el familiar. Triunfar se convierte en un concepto baladí cuando rodearse de los seres queridos ofrece una satisfacción mayor.

No hay sorpresas en la cinta. Su guion es sencillo; sus formas, utilitarias. Wild Rose no funciona por su ritmo, que en ocasiones aletarga el viaje de Rose-Lynn, ni por sus virtudes técnicas. Funciona por el energético y emocional a partes iguales debut protagonista de Jessie Buckley, la siempre reina Jessie Buckley, que suple las carencias argumentales a golpe de partitura. Si más adelante Buckley sorprendería con sus roles en I’m Thinking of Ending Things (Charlie Kaufman, 2020), The Lost Daughter (Maggie Gyllenhaal, 2021) o la más reciente Men (Alex Garland, 2022), Wild Rose supuso una carta de presentación excepcional para una carrera donde la expresión «mala interpretación» parece no tener cabida. A su lado se encuentra Julie Waters, quien hace notar su recorrido en la gran pantalla con una interpretación de emociones contenidas.

Tom Harper no vino a revolucionar el cine como sí lo hicieron algunas de las cintas mencionadas en estas dos entradas de recomendaciones, pero sí trató de convertir la experiencia en un feel-good de manual donde resulta sencillo salir de la experiencia con el corazón caliente. Hay auténtica magia en esa Jessie Buckley cantando «Glasgow (No Place Like Home)» al final de la cinta.

Raff Guardiola: Deutschland – Rammstein (Specter Berlin, 2019)

Seguramente un videoclip de la banda más popular del género Neue Deutsche Härte (con permiso de Oomph!) no es una entrada que uno esperaría ver en una recomendación sobre musicales, pero la presentación a medio camino entre un corto cinematográfico cargado de dramatismo (y de ciertos tintes expresionistas) y un vídeo musical que encontramos en Deutschland la hace merecedora de un lugar en esta recomendación. A través de la simbología presente en los elementos líricos y visuales, Rammstein hacen un repaso a la historia de Alemania y la convierten en una declaración de amor-odio por su tierra.

Durante el transcurso de toda la canción seguimos los pasos de Germania (Ruby Commey), que encarna los diferentes momentos históricos de Alemania, desde la época romana (o, mejor dicho, la época de las tribus bárbaras) hasta el futuro, pasando por todos y cada uno de los diferentes momentos más relevantes de la historia germana, haciendo especial hincapié en los momentos sórdidos, como la guerra, la peste, la hiperinflación de 1921 durante la república de Weimar, la división del país tras el final de la Segunda Guerra Mundial, entre otros.

Lo más interesante, no obstante, no es el qué sino el cómo. Cada uno de esos momentos está simbólicamente marcado en el vídeo (el preso recibido con un aluvión de billetes que no valen nada, el clero devorando a Germania mientras el pueblo perece azotado por la peste, Germania vestida con el uniforme de las SS, etc.) y el paso de un momento significativo a otro se da a través del ritmo pesado e industrial de las guitarras y al son de la letra. En ese sentido, el momento más llamativo y controvertido es el que tiene que ver con el Holocausto, momento que la banda no solo no rehúye, sino que además es el que ocupa mayor parte del video. Mientras Germania supervisa (con un parche en el ojo, como una metáfora a la injusticia) la ejecución de prisioneros de un campo de concentración (miembros de la banda) junto a dos oficiales nazis (que también son dos miembros de la banda), suenan las palabras «arrogante, superior / controladora, vencedora / sorpresiva, asaltante/ Alemania por encima de todo» antes de pasar al estribillo en el que se declara amor y odio al país: «Alemania, mi corazón está en llamas / quiero amarte y condenarte / […] tu amor es una maldición y una bendición / Alemania, no te puedo dar mi amor» mientras se ejecutan a los diferentes prisioneros de un campo de concentración, cada uno con distintos símbolos de acuerdo con su condición (un homosexual, un judío, un prisionero político y un gitano).

Asimismo, también se destacan momentos que podrían considerarse positivos, como la liberación de los campos de concentración, en el que los últimos prisioneros que no perecieron se vuelven contra los que otrora los esclavizaron, pero estos momentos son menores. El vídeo y la música finalizan en un futuro indeterminado, momento en el que Germania da a luz a una camada de perros. Este hecho, que podría parecer opaco en un principio, en realidad es una referencia a la resiliencia de Alemania. Tanto al final de la Primera Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial solo un puñado de perros de raza Leonberger sobrevivieron. En el vídeo, en el futuro, Germania da a luz a una nueva camada. Por todo ello (y lo que se ha quedado en el tintero) consideramos que el video de Deutschland de los alemanes Rammstein es una entrada importantísima para el género musical, construyendo su significado desde los elementos visuales y simbólicos del vídeo y desde los elementos líricos y musicales, creando una obra corta pero expresivamente muy potente y dramática y que expresa a la perfección el amor que siente la banda por la tierra que les vio nacer y su conciencia y desacuerdo por los elementos más sórdidos de su país.

 

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